• Día 2 - Aoyama •

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Era entrada en la madrugada cuando Aoyama se despertó sobresaltado, con la respiración agitada y el sudor bañando su espalda. Había tenido un sueño o, mejor dicho, una pesadilla bastante atemorizante para él. En ella, se veía a sí mismo recostado en su futón, durmiendo; pero no estaba solo, era rodeado por varias personas arrodilladas a su alrededor. Estas personas lo observaban fijamente sin emitir sonido alguno, y no solo a él, sino que a sus compañeros de habitación también.

Él no era la persona más valiente, por lo que el miedo invadió su cuerpo de forma inmediata; no era para menos, la situación en la que se veía a sí mismo desde un ángulo diferente de por sí ya era inquietante.

Se mantuvo en la misma posición de espectador por un tiempo; su respiración se hacía cada vez más pesada con el correr de los segundos. Hasta que ocurrió, su visión cambió repentinamente; ahora sentía que él estaba en el futón. Abrió los ojos con lentitud y temor, queriendo comprobar si esas personas seguían ahí.

—¡...! —Ahogó un grito de terror y su cuerpo se paralizó por completo.

Las personas que lo rodeaban estaban observándolo más de cerca, desde todas direcciones, con sus rostros sin facciones. No había nariz, cejas, boca ni mucho menos ojos que lo miraran, pero la sensación sofocante estaba ahí. Él podía sentirlo desde toda la habitación.

Su respiración se agitó y quiso gritar, pero su voz no conseguía salir. Quiso correr para resguardarse, pero su cuerpo no le respondía. Solo podía observar con ojos desorbitados a aquellos seres sobre él. El sudor y las lágrimas comenzaron a empaparlo; estaba indefenso, aterrado, temblando, deseando que todo acabara rápido.

De repente, vio a uno de esos seres levantar la mano hacia él y toma su rostro con fuerza; segundos después, la pesadilla termina y él finalmente despierta.

Aoyama intentó apaciguar su respiración y el latir desbocado de su corazón una vez que pudo sentarse en su futón. Observó todos los rincones de la habitación con temor, esperando encontrar alguna amenaza salida de su pesadilla, en cambio, se tranquilizó cuando solo vio a sus compañeros —Tokoyami, Kōda y Mineta— durmiendo plácidamente entre la penumbra de la noche.

Una vez que se encontró más relajado, fue más consciente de sí mismo. La parte superior de su yukata de dormir estaba empapada en sudor, hizo una mueca de disgusto ante esto; él podría ser catalogado como un cobarde, pero no existía nada que le produjera más asco que sentir el sudor sobre su piel. Con eso en mente, se dio valor a sí mismo para ir al baño a refrescarse un poco y cambiar su ropa sudada por ropa limpia.

El joven salió de la habitación, siendo cuidadoso al no hacer más ruido del necesario y se encaminó por los largos y oscuros pasillos, iluminados escasamente gracias a la luz de la luna que se reflejaba en las puertas shoji por alguna ventana de tanto en tanto. El sonido de sus pies chocando con el suelo de madera es lo único que escuchaba a su alrededor al caminar. Bajó por las escaleras que rechinaron bajo su peso y giró hacia su izquierda; unos cuantos pasos más y estuvo frente a la puerta de los baños comunes.

Aoyama aprovechó para hacer sus necesidades, luego se refrescó el rostro y el cuello con el agua del lavamanos. Todavía se sentía perturbado por la pesadilla por lo que observó con cautela a su alrededor mientras estaba ahí. Respiró profundo un par de veces y nuevamente se mojó el rostro; al abrir los ojos y mirarse en el espejo, se dio cuenta de que la luz del baño estaba apagada. Se tensó rápidamente ante esto e intentó encender la luz otra vez. No funcionó.

Otra vez la sensación de ser observado lo invadió completamente, agitándolo. Quiso salir de ahí cuanto antes y regresar junto a sus compañeros de habitación; con desespero giró el pomo de la puerta, pero ésta no se abrió. Se dio la vuelta y posó su mirada en el tragaluz en la pared frente a él, paranoico. Un intenso escalofrío recorrió su columna y su piel se erizó de un momento al otro al sentir la temperatura descender en el cuarto. Nuevamente intentó abrir la puerta con insistencia, pero el pomo no cedió y la puerta permaneció como si estuviera trabada.

El rubio se paralizó cuando, detrás de sí, escuchó que tocaban tres veces en el vidrio del tragaluz, pero nuevamente no encontró nada al girarse. El miedo provocó que sus piernas le fallaran y cayera sentado al suelo. Se arrastró hasta alejarse de la puerta cuando escuchó pasos venir desde el pasillo; su mente ya no podía pensar claramente. Cubrió su boca con sus temblorosas manos al ver que en el reflejo en el piso de la luz de la luna que entraba a través de la pequeña ventana, podía verse la silueta de algo observando al interior, de cabeza. No se atrevió a mirar hacia la ventana directamente por miedo a lo que pudiera encontrarse; fuera lo que fuera eso, estaba en el techo.

Ahogó otro grito de terror al escuchar golpes en la puerta. Su corazón se aceleró más, si es que eso era posible, al presenciar como esa entidad se alejaba rápidamente de la ventana.

No grites, se dijo a sí mismo. No hagas que Sakura-san se ponga triste, se recordó. Sé un héroe, sé un héroe, repitió como un mantra en su mente, mientras observaba con ojos bien abiertos cómo la puerta se abría lentamente.

—¿Hay alguien aquí? —musitó una voz suave—. Voy a pasar.

Aoyama sintió como su alma regresaba a su cuerpo al reconocer la silueta de la dueña del ryokan aparecer.

Los ojos de Sakura dieron con la temblorosa figura del rubio agazapado en un costado y se aproximó a él con preocupación. Se arrodilló a su lado después de dejar la vela que traía en el suelo y tomó su rostro con delicadeza.

—¿Te sientes bien? ¿Estás enfermo? —cuestionó, inspeccionándolo minuciosamente. Ella se quedó sin palabras cuando él la abrazó con fuerza, en busca de consuelo.

No la preocupes, Yuuga, no la preocupes, se recordó, armándose de valor. Se alejó apenado por su arrebato, aceptando la mano de ella para ponerse de pie.

—N-No es nada, Sakura-san. S-Solo el dolor habitual de mi estómago —respondió con voz temblorosa—. ¿Tú qué estás haciendo, mi lady? —Observó con curiosidad al notar la vela en su mano.

—Me informaron que hubo un apagón y decidí ir a chequear que estuvieran bien. La electricidad regresará pronto. —Justo al terminar de dar su explicación, la luz del baño se encendió—. Ara~. Solucionado —dijo con una sonrisa antes de apagar la vela de un soplido—. ¿Quieres que te deje solo...? —habló con vacilación, refiriéndose al dolor de estómago del chico y al hecho de que estaban en el baño.

—¡No! —Aoyama se reprendió mentalmente por sonar tan alterado—. En realidad, ya estoy mejor. Aunque me gustaría obtener un yukata limpio, si es posible.

—De acuerdo. No te sientas apenado por pedirme lo que necesites. Mi trabajo es hacer de su estadía la mejor experiencia de sus vidas —dijo con jovialidad, tomándolo de la mano—. Vamos, te haré un té también.

El joven no pudo negarse ante las insistencias de la miko, por lo que la siguió sin rechistar. Además, se dio cuenta de que su cuerpo se había relajado de una manera realmente rápida solamente con su tacto; no quería que lo dejara solo de nuevo si eso evitaba que el miedo regresara a él.

Sakura abrió la puerta del baño y le dio lugar al rubio para que pasara primero. Cuando fue su turno, antes de salir del cuarto giró el rostro para mirar a su espalda, más específicamente al tragaluz, con cierto recelo en su expresión. Apagó la luz y salió al pasillo, se enganchó al brazo de Aoyama y, con una encantadora sonrisa, guio el camino.

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[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora