• Día 3 - Prueba de valor •

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Habían pasado la mayor parte de la mañana caminando por el bosque de la montaña, explorando los rincones donde la mano del hombre moderno no había hecho de la suyas. Entre juegos, bromas, anécdotas del mundo del heroísmo y las historias de la miko, todos disfrutaron el momento a pesar del largo camino.

El mediodía había llegado cuando finalmente arribaron al lugar de destino. Sakura les dio la bienvenida con una encantadora sonrisa y los invitó a adentrarse a ese paraíso escondido.

—Aquí estamos —dijo la peli-rosa, admirando las expresiones de asombro de los jóvenes huéspedes—. Esta es la cascada Sakuradaki.

—¿Lleva tu nombre? —preguntó Jirō con inocencia, ensimismada con su alrededor. Sakura rio con tranquilidad por su tierna expresión.

—No. Fue nombrada mucho antes de mi nacimiento. Síganme. —Ella los llevó hasta el puente que estaba frente a la cascada, regalándoles una vista esplendida—. ¿Ven aquella gran roca que está en medio? —comenzó, señalando con su dedo la roca que sobresalía interrumpiendo la caída del agua. Continuó cuando todos asintieron, expectantes a lo que les contaría debido al misterioso tono que utilizó—. Cuando el agua de la cascada cae y la golpea, el rocío que produce es como si fuera una lluvia de flores de cerezo. Es por eso que recibe su nombre.

Todos se mostraron asombrados al encontrar un poco de sentido ­—belleza poética— a la historia, mostrándose maravillados.

—Ahora, si giran hacia el otro lado —continuó—, encontrarán otro espectáculo de la naturaleza.

—¡Es hermoso! —exclamó Uraraka, siendo secundada por sus compañeros.

Frente a ellos, a ambos lados del pequeño arroyo que cruzaba por debajo del puente, se encontraba un paisaje compuesto por el rojo de las hojas de los árboles de arce, resaltando su belleza con el verde que los rodeaba.

—Sabía que les gustaría —comentó Sakura—. Sigamos. Una vez que nos acomodemos, podrán tomar fotos y recorrer el lugar como gusten.

Después de las palabras de la miko, cruzaron el puente y dejaron sus cosas sobre unos troncos que estaban dispuestos en lo que parecía ser un mirador, donde podían admirar tanto la cascada como el resto del paisaje. Almorzaron en ese lugar, con los bentō que la peli-rosa les había entregado antes de salir.

Sin lugar a dudas, era una experiencia que no olvidarían jamás. El sonido de la cascada, el contraste de colores otoñales, el viento soplando de forma agradable, creaban una atmósfera que les hacía olvidar un momento el ajetreo de sus vidas como estudiantes de último año y próximos héroes profesionales.

—La próxima vez traigamos a Midoriya-kun y los demás para que puedan apreciar lo mágico de éste lugar —habló Iida mientras tomaba fotos para llevarle a su hermano mayor—. Es un buen sitio para el momijigari.

—Quizás así Kacchan se relaje de una vez por todas. —Se burló Kaminari, con su cámara en mano.

—Sí sabes que estás grabando, ¿verdad? —dijo Sero.

—¡Diablos! —exclamó el muchacho. Si su compañero explosivo miraba la grabación, sería hombre muerto.

La clase completa se rio por su torpeza. Así continuaron su día, disfrutando y aprovechando su tiempo ahí al máximo.

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—Será mejor que nos pongamos en marcha. —Sakura aplaudió, un par de horas después, parándose a la vista de todos para llamar su atención—. El atardecer llegará pronto y el retorno es un largo camino.

Una vez que todos estuvieron listos y se aseguraron de dejar todo tal y como estaba antes de su llegada, emprendieron el camino de regreso al ryokan. Veinte minutos después, un tema en particular salió a flote.

—Sakura-san, pareces conocer todos los rincones de este bosque —comentó Satō, llamando la atención de los demás—. ¿No tienes miedo al ir sola de un sitio a otro?

—Para nada. Si lo tuviera, no podría cumplir con mis responsabilidades —respondió relajada, para luego agregar con un tono y sonrisa misteriosa—. Además, tengo la protección de Kami-sama.

—Tienes mucha confianza en tus creencias... —Mineta dio un chillido cuando Asui lo golpeó con su lengua al decir algo así de descarado. Sakura solo rio.

—Fui criada en un santuario sintoísta, después de todo. La relación con la naturaleza y lo espiritual es lo normal para mí. —Fue lo único que alegó.

Continuaron caminando un rato más hasta que alguien volvió a tocar el tema del miedo.

—No quiero sonar ofensivo, Sakura-chan —Se excusó Kaminari—, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad. —Sus compañeros dejaron de hablar entre sí para volver a prestar atención, intrigados—. ¿Conoces algún lugar... aterrador en el que podamos hacer una prueba de valor?

Sakura le restó importancia al asunto cuando los jóvenes se lanzaron a regañar al rubio eléctrico, sabiendo que podía ser un tema sensible para ella. Se calmaron cuando la peli-rosa no se vio afectada por ello.

—¿Un lugar aterrador? —murmuró para sí misma, con pose pensativa—. Podría ser ese lugar...

—¡¿Sí hay?! —exclamó Hagakure, emocionada.

—Hay un viejo camino que lleva a una cueva. Según escuché, hace mucho tiempo hacían sacrificios en esa cueva para aplacar la ira de los dioses o como ofrendas de agradecimiento. Utilizaban ese camino en particular para llegar hasta allí.

—¡¿Sacrificios?! —gritaron alterados al imaginarse tal atrocidad—. ¿Aún los hacen?

—Por supuesto que no. —Rio Sakura ante la inocente pregunta—. Era algo que hacía la gente del pueblo en la montaña, pero este se extinguió hace cientos de años. —Al verlos más calmados, decidió continuar—. Entonces, ¿creen que sea un lugar adecuado para sus planes?

Después de la afirmación enérgica de unos y la vacilación de otros, Sakura los condujo hacia cierta parte de la montaña.

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Sakuradaki: Es una cascada real de Japón, ubicada en la ciudad de Hita en la prefectura de Ōita.

Momiji: Es el acto de contemplar el cambio de color de las hojas del arce japonés, que cambia de un verde muy llamativo a un rojo intenso en otoño.

Momijigari: Es el nombre que reciben los paseos y excursiones que se hacen con el objetivo de disfrutar de los colores de los árboles en otoño.

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[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora