• Día 3 - Satō •

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Para cuando Sakura y la chica invisible se reunieron con los demás, que esperaban preocupados en el cruce de los dos caminos a la cueva ante la ausencia de ambas, el cielo se había oscurecido con nubes mucho más espesas que antes.

—Será mejor que nos apresuremos, no sería bueno que nos alcanzara la lluvia estando en el bosque.

Emprendieron el camino ante la sugerencia de la miko, quien lideró la marcha una vez más junto a Tōru. Hagakure no quiso alejarse de la compañía de la chica, por lo que permaneció a su lado, tomando su mano; Sakura no parecía molestarse por ello y solo le daba sonrisas reconfortantes de tanto en tanto, mientras ella mantenía una conversación con Momo.

Sakura descubrió que le agradaba estar cerca de la joven y hablar sobre cualquier cosa, Yaoyorozu siempre conseguía mantenerla interesada y entretenida con los temas que proponía.

Para deshacer el aura inquietante y silenciosa que los rodeaba por el ambiente del bosque, los demás también comenzaron a charlar entre sí de cosas triviales para distraerse. Otros solo aprovechaban la situación para hacer algunas jugarretas, como en el caso de Kaminari que había recogido una ramita del suelo y con cautela tocaba el cuello de Sero que caminaba frente a él. 

El pelinegro sintió un escalofrío al sentir un suave toque en su nuca y giró para ver de qué se trataba, solo encontrándose a su compañero de peculiaridad eléctrica escuchando la conversación de Tokoyami y Shōji con sospechoso interés. Así ocurrió un par de veces más hasta que atrapó al chico con las manos en la masa; Denki se rio de las expresiones que hacía y eso comenzó una pequeña discusión entre ellos, interrumpida y controlada por Iida.

Satō se mantenía prestando atención a lo que le decía Ojiro, ignorando el escándalo a sus espaldas, hasta que se frenó de golpe al sentir un peso en su espalda que logró desequilibrarlo.

—¡Mineta! Camina por tu cuenta. —Se quejó, intentando quitarse a su compañero que se había colgado de su espalda.

—¡Oye, no sé de qué estás hablando! —respondió ofendido porque le culparan de algo que desconocía.

El muchacho se giró para ver al más bajo caminar junto a Kaminari, alejado de él.

—¿Sucede algo? —cuestionó Ojiro al ver la expresión de confusión en su compañero.

—N-No... es sólo que... me pareció...

—¿Si?

—Olvídalo. Solo creo que estoy cansado. —Se excusó. Frotó uno de sus hombros y cuadró su espalda; de repente se sentía más pesado allí. No tuvo de otra más que restarle importancia al no tener respuestas claras sobre la extraña sensación de antes.

Continuaron su regreso a la posada sin ningún otro contratiempo. Les tomó media hora llegar al paso que iban, el tiempo suficiente para que la luz los acompañara y terminara de anochecer al poner un pie en los jardines.

—Debido al clima, no podrán hacer uso del onsen —informó Sakura con pesar—. Siéntanse libres de usar los baños de aquí en su lugar. Haré que les den lo necesario en sus habitaciones.

Con eso dicho, la anfitriona se marchó hacia el lugar del personal para dar su orden, dejando a los chicos ir a sus habitaciones para que se pusieran cómodos después de la caminata del día.

—Oye, viejo, ¿qué es esa expresión? ¿Te sientes mal? —preguntó Sero a su compañero de cuarto.

—El paseo me dejó agotado —respondió Satō, caminando con pasos pesados y frotando su hombro con insistencia mientras encorva levemente su espalda.

[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora