Capítulo 10

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Nocturno tapó con sus garras la boca de Profecía en medio de un chillido.

-Vas a traer la montaña sobre nosotros-, susurró, y ella cerró la boca. Miró hacia abajo a los dos cuerpos de color negro medianoche. -No te preocupes, estos dos han estado muertos por mucho tiempo-, agregó. -Probablemente desde que el volcán entró en erupción-.

Cuando la soltó, ella susurró: -¿Cómo murieron?- Nocturno volvió a levantar la antorcha y miró un poco más de cerca, aunque en realidad no quería hacerlo. Había una lanza al lado de uno de los Alas Nocturnas, pero era una lanza normal, no del tipo espeluznante con ganchos y puntas que todos los guardias llevaban ahora. Ninguno de los dos llevaba armadura tampoco.

-Asfixia, apuesto-, respondió. -O hambre. O calor, aunque los dragones pueden soportar bastante calor. Supongo que estaban custodiando el tesoro cuando ocurrió la erupción y quedaron atrapados aquí. Nadie pudo venir a buscarlos hasta que la lava se enfrió lo suficiente como para hacer que el túnel por el que pasamos gateando, y para entonces ya era demasiado tarde-.

Profecía se sacudió desde los cuernos hasta la cola. -Qué increíblemente horrible-. Nocturno se volvió para mirar alrededor de la habitación, que, como había predicho, estaba vacía. Estantes desnudos se alineaban en todas las paredes, llegando hasta el techo, y grandes urnas estaban en las dos esquinas traseras. Podía imaginar que una vez habían estado llenos hasta el borde de oro y joyas.

Se sorprendió a sí mismo pensando: <<Sería genial tener una urna gigante llena de oro y joyas>>. Lo cual era ridículo, solo su instinto de dragón acechando. ¿Qué haría con tanto oro? A menos que pudiera devolverlo a sus amigos o detener la guerra, sería inútil para él.

Algo hizo ping en el fondo de su mente, pero antes de que pudiera resolverlo, Profecía dijo: -Tal vez deberíamos irnos-.

-Yo también lo creo-, dijo Nocturno. -No sé cuánto aire hay aquí abajo, pero no quiero averiguarlo si se me acaba-.

-¡Ay!-, Dijo ella, con los ojos muy abiertos. -¡Eso es todo lo que tenías que decir!- Se dio la vuelta y salió de la habitación más rápido de lo que él la había visto moverse antes.

Dio un paso para seguirla, y la luz de la antorcha brilló en algo pequeño y brillante en una de las garras del cadáver.

Nocturno vaciló.

<<¿Un trozo de tesoro que quedó atrás? Algo que se perdieron, porque quién querría registrar un cadáver...>>

Bueno, no él, no particularmente. Pero... sintió como si lo estuviera llamando, como si lo hubiera estado esperando durante estos once años, escondiéndose de cualquiera que viniera hasta que llegó el dragón adecuado.

<<Ahora suenas como Sol, con su fe en el destino y la suerte y las señales y la magia>>.

Entonces, si tomar la joya perdida era lo que ella quería que él hiciera... Se preparó, se agachó y la arrancó de las garras del guardia muerto. Escamas muertas ásperas rasparon contra la suya, y se estremeció tanto que casi dejó caer la piedra preciosa, pero en cambio la agarró con más fuerza y saltó hacia atrás, golpeando contra los estantes detrás de él. Las garras se quedaron agarrando el aire, como si aferrarse al recuerdo del tesoro fuera suficiente.

Ahora Nocturno se sentía bastante mal, pero cuando levantó la antorcha y miró hacia abajo, se dio cuenta de que había hecho lo correcto.

El zafiro azul en forma de estrella brillaba en sus garras con una diminuta chispa interior de su propia luz.

Solo había leído sobre estos. Supuestamente había tres de ellos en el mundo, todos perdidos, todos creados hace cientos de años por un dragón animus Ala Arenosa.

Alas de Fuego: El Secreto OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora