Epílogo

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La nieve caía, espesa y rápida, y los copos de nieve giraban sobre el suelo congelado con el viento helado.

Una Ala Arenosa estaba acurrucada junto a las paredes fuera de su fuerte, envuelta en mantas y tratando de soplar fuego en el aire a su alrededor.

-P-p-por favor, ¿no podemos entrar?- le dijo a la alta dragona blanca a su lado.

-No-, dijo la Reina Glaciar. -No se puede confiar en nadie con esta información hasta que tomemos una decisión-. Sus ojos azul ártico miraron a los guardias Alas Heladas que estaban colocados fuera del alcance auditivo, observando los cielos en busca de peligro. La escarcha brillaba a lo largo de sus alas y cuernos. Las púas al final de su cola eran tan afiladas y frías como carámbanos.

Llamas suspiró. -Quieres decir, hasta que tomes una decisión-.

-Tu aportación es siempre bienvenida-, dijo Glaciar con calma. Sabía que no había ninguna posibilidad de que la Ala Arenosa no estuviera de acuerdo con la reina Ala Helada.

-Me duele el cuello.- Llamas golpeó con el pie y le dio un golpe en el cuello al vendaje. -Ay. ¿Crees que va a dejar una cicatriz? Estaré tan enfadada si me deja cicatrices-.

-¿Estás segura de lo que escuchaste?- Glaciar le preguntó. -¿Los Alas Nocturnas han elegido ponerse del lado de Ampolla, y están tratando de obligar a los dragonets a elegirla a ella también?-

-Así es como suena-, dijo Llamas. -¡Pero más importante, ese Ala Nocturna intentó matarme! Vas ha matarlo, ¿verdad?-

-Vamos a matarlos a todos, si es necesario-, dijo Glaciar. -No tengo ninguna objeción a la idea de acabar con los Alas Nocturnas. Pero deberíamos considerar qué hacer con los dragonets de la profecía-.

-Parecían agradables-, dijo Llamas, frotando sus garras para calentarlas. -Algunos de ellos tenían un aspecto un poco gracioso. Y todavía no entiendo qué estaba haciendo esa Ala Lluviosa con ellos. Además, era demasiado bonita. Creo que es mejor ser la cantidad justa de belleza, ¿no crees? Demasiado bonito es molesto-.

-De hecho-, dijo Glaciar, apenas escuchando. -No queremos que le digan a nadie que han elegido a Ampolla. Sería muy desmoralizador para nuestros dragones-.

-¡Pero no pueden elegirla ahora que me conocen!- Llamas gritó. -¡Ahora saben que soy maravillosa y que sería una gran reina! Definitivamente me elegirán-.

-Hmm-, dijo Glaciar sin comprometerse. No tenía la misma fe en las habilidades persuasivas de Llamas o el carisma deslumbrante que decía tener que Llamas. Su propia alianza con Llamas se basaba menos en la potencial reina de los Alas Arenosas y más en ciertas promesas de futuro nuevo territorio para los Alas Heladas.

-Bueno-, dijo Glaciar, -en caso de que se inclinen en otra dirección, creo que deberíamos hacer un esfuerzo para encontrar estos dragonets. Me gustaría charlar con ellos yo misma-.

-Está bien, está bien-, dijo Llamas, temblando violentamente. -Te diré todo lo que sé sobre cómo eran y lo que dijeron. Pero, ¿podemos hacer eso adentro?-

Glaciar asintió pensativamente y Llamas corrió hacia la puerta.

La reina Ala Helada era buena para juntar pistas y resolver cosas. Encontraría esos dragonets. Y ella realmente comenzaría hablando con ellos, solo para ver en qué dirección estaban inclinados.

Pero, por supuesto, si estaban en la dirección equivocada... bueno, algunos dragonets muertos aquí y allá difícilmente se notarían en una guerra como esta.

...

Una figura serpentina se paseaba en la oscuridad, siseando suavemente.

Debajo de la cornisa de la montaña, en un valle escondido, los indicios de la luz del fuego parpadeaban en las ventanas, la mayoría de ellas cubiertas con cortinas negras.

Alas de Fuego: El Secreto OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora