Nocturno yacía acurrucado sobre la manta, tratando de calmar su corazón palpitante.
<<He hecho lo que tenía que hacer. Le he advertido a Gloria. Ahora solo tengo que esperar hasta que me rescaten... sobrevivir hasta que lleguen aquí. Seguro que puedo hacer eso>>.
-Arriba-, gruñó Oráculo desde la puerta.
Todos los dragonets del dormitorio se pusieron de pie con las púas del cuello erizadas. Pero la mirada de Oráculo estaba fija en los dragonets de la profecía, que se adelantaron para pararse frente a él. Nocturno notó que Fulgor mantenía la cabeza gacha para no tener que mirar a los ojos al Ala Nocturna.
-Ayer fue tremendamente poco impresionante-, gruñó Oráculo. Nocturno miró por encima del hombro y vio a Fauces mirándolos con una expresión alerta.
-La próxima vez que estéis en ese tipo de situación-, continuó el Ala Nocturna, -quiero estar seguro de que podéis luchar para salir de ella, incluso sin respaldo. Entonces. Hoy, entrenamiento de batalla-.
Las alas de Nocturno cayeron. El entrenamiento de batalla era siempre lo que menos le gustaba.
-¿La próxima vez?- Víbora espetó. -No soy tan estúpida como para volver ha pasar por eso-.
Oráculo le siseó. -Si también quieres regresar a los Garras de la Paz, ahí está la puerta-. Movió su ala hacia el exterior.
Víbora vaciló, frunció el ceño, luego agachó la cabeza y dejó de discutir.
-Me duele la garganta-, le dijo Fulgor a Oráculo sin mirarlo.
-Hay agua en el abrevadero allá abajo-. Oráculo saludó al otro extremo del dormitorio. -Poneos al día con nosotros lo más rápido que podáis-.
Los demás siguieron a Oráculo a través del arco; Unos momentos después, Fulgor lo alcanzó, tosiendo y rascándose la garganta. Oráculo los condujo al lado de las cuevas de la prisión de la montaña, donde algunos ríos de lava fluían tan rápidamente como si acabaran de estallar ayer. El más grande fue el que corría frente a las cuevas de la prisión Ala Lluviosa. Aterrizaron a unos cuantos tramos de distancia, y Nocturno vio guardias en la boca de cada cueva, erizados de armaduras, lanzas y gongs de alarma.
<<Debería recordar decirle eso a Gloria esta noche>>, señaló. <<Parecen dos guardias por cada prisionero Ala Lluviosa>>.
Vio que Oráculo notaba la dirección de su mirada y se apresuró a llenar su mente con otros pensamientos. -¿No estamos un poco cerca de la lava?- Nocturno preguntó, asintiendo con la cabeza hacia el fuego líquido naranja dorado que fluía desde la cima de la montaña.
-En todas partes de esta isla hay lava-, gruñó Oráculo. -Empecemos por vosotros dos-. Movió la cola hacia Ocre y Fulgor, para alivio de Nocturno. -Tratad de mataros el uno al otro y entraré cuando lo crea necesario-.
Ocre miró a Fulgor dubitativo. -¿Tratar de matarse el uno al otro?- él dijo. -¿Sin desayuno?-
Fulgor flexionó sus garras. -Bien por mi. ¿Alguna regla?-
-No hay reglas en el campo de batalla-, señaló Oráculo.
Fulgor saltó inmediatamente hacia Ocre. Sus garras cortaron la nariz del Ala Lodosa, dejando un corte sangrante, y luego giró y pateó al Ala Lodosa en el pecho.
-¡AY!- Rugió Ocre, arremetiendo contra el Ala Celeste.
Lucharon contra el suelo oscuro y rocoso, con escamas rojas y marrones destellando y pronto manchadas de sangre. Con el río de lava tan cerca, no había mucho espacio para maniobrar o apartarse del camino. En un momento, una ráfaga de fuego de Fulgor casi chamuscó el ala de Nocturno, y Ocre pisó el pie de Víbora, ganando un feroz silbido.
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Alas de Fuego: El Secreto Oscuro
AventuraLa exitosa saga ALAS DE FUEGO del New York Times vuela a la misteriosa tierra de los Alas Nocturnas, donde Nocturno debe enfrentarse a una terrible elección: ¿Su tribu o sus amigos? En las sombras, se están elaborando problemas... Los misteriosos Al...