Capítulo 19

48 5 0
                                    

Profecía se derrumbó en una bola junto al río de lava con sus alas sobre su cabeza, llorando.

<<Víbora y Calamar eran horribles con ella, por lo que he visto>>, pensó Nocturno. <<Víbora estaba tratando de matarla hace un momento. Y, sin embargo, todavía está devastada por haberlos perdido>>.

<<Porque ella no es un monstruo sin corazón, como algunos dragones>>.

-Levántate-, gruñó Oráculo a Fulgor. -No eres prescindible-.

La única respuesta del dragonet rojo fue un gemido bajo.

Tsunami le hubiera gritado a Oráculo. Sol... Sol probablemente intentaría razonar con él.

Las alas de Nocturno temblaban incontrolablemente, pero se obligó a ponerse delante de Oráculo. <<Finge que eres Tsunami. O Cieno. O Gloria o Sol>>.

-¿Qué estás haciendo?- Nocturno soltó.

Oráculo lo fulminó con la mirada. -Ahora no es un buen momento para molestarme-.

-Estos dragonets no pueden estar en la profecía-, dijo Nocturno. -Ni siquiera tienen el día adecuado para la eclosión. ¿Hay algo en ellos que encaje? ¿Se encontró el huevo de Víbora solo en el desierto, como el de Sol? ¿Era el huevo de Fulgor el más grande del Palacio Celeste? ¿Por qué finges que podrían cumplir la profecía cuando no hay forma de que sean los dragonets adecuados?-

-No sabes de lo que estás hablando-. Oráculo enseñó los dientes.

-Tal vez-, dijo Nocturno, -pero quiero saberlo. Todo lo que leí, todos los pergaminos escritos por los Alas Nocturnas durante generaciones, decía "No te metas con el destino. Las cosas sucederán de la forma en que se predijeron y nadie puede cambiar eso". Las profecías no son como tesoros en los que puedes mezclar y combinar las gemas que te gustan e intercambiar las que no. Apuesto a que estos dragonets se están muriendo porque intentas forzarlos a un destino que no es para ellos. Deberías dejarnos solos y dejar que el destino se desarrolle como se supone que debe hacerlo-. Respiró hondo, asombrado y aterrorizado por su audacia al hablar con Oráculo de esta manera. -Eso es- eso es lo que pienso de todos modos-.

-Eres un dragonet ignorante-, dijo Oráculo, -sin poderes propios, y nadie te escuchará jamás-.

Nocturno se sintió como si un Ala Arenosa lo hubiera apuñalado en el corazón. Miró a Oráculo, incapaz de respirar.

-¿Pensabas que no me daría cuenta?- Oráculo gruñó. -Es obvio lo inútil que eres. Nunca serás un verdadero Ala Nocturna. No perteneces a ningún lado, y menos a este-.

Si hubiera leído la mente de Nocturno, y tal vez lo hubiera hecho, no podría haber encontrado nada que hubiera lastimado más a Nocturno. Todas sus pesadillas se habían centrado en este momento: no eres un Ala Nocturna real, hay algo mal contigo y eres un fracaso en todos los sentidos.

Nocturno dio un tembloroso paso hacia atrás y sintió las alas de Profecía rozar las suyas. No se había dado cuenta de que ella venía detrás de él.

-Déjalo en paz-, le dijo a Oráculo. -Él solo te está diciendo la verdad sobre la profecía. Yo también tengo el día de eclosión equivocado, y lo sabes-.

-Sé mucho más sobre profecías que cualquiera de vosotros-, gruñó Oráculo. Los empujó a un lado y agarró el antebrazo de Fulgor, tirándolo hacia arriba. -No tienes permitido morir. Vamos a los curanderos. El resto de vosotros, manteneos fuera de mi camino u os uniréis a esa Ala Arenosa-. Miró el rostro de Fulgor, que el Ala Celeste aún mantenía oculto. Nocturno pudo ver la sangre goteando entre las garras del dragón rojo. Oráculo negó con la cabeza y murmuró: -Ahora también necesitamos a esa Ala Arenosa atrofiada. Voy a...-

Alas de Fuego: El Secreto OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora