Capítulo 12

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A medida que se acercaban a la luz del fuego, el temor de Nocturno se hizo cada vez más pesado.

Fuertes voces de dragones salieron de la cueva, junto con una columna de humo que surgió de un agujero en la pared de piedra.

-¿Qué pasa si alguien está de guardia?- Nocturno susurró cuando estaban a poco de distancia.

Todos se congelaron. Nocturno buscó la oscuridad a su alrededor con sus ojos, tratando de moverse lo menos posible.

Un relámpago brilló y el corazón de Nocturno se detuvo. Encaramado en un acantilado encima de ellos había un dragón con enormes alas, mirando hacia el mar.

-Ahí-, susurró. ¿Seguro que él podría verlos? ¿Por qué no había llamado todavía para advertir a los otros soldados?

Nocturno entrecerró los ojos ante la forma, la subida y bajada de sus hombros y la curva de su cuello, y se dio cuenta de que el guardia estaba dormido, a pesar de la lluvia que caía sobre él, a pesar del retumbar del trueno, a pesar de que todo su trabajo era permanecer despierto.

-Estamos bien-, susurró a los demás.

Se arrastraron hacia la cueva, manteniéndose más cerca de las sombras ahora. Una puerta de madera bloqueaba la entrada.

-Esperad,- susurro.

Fulgor hizo una pausa con sus garras delanteras levantadas para golpear. Miró a Nocturno con el ceño fruncido.

-Seamos inteligentes con esto-, dijo Nocturno. -No tenemos que cargar directamente. Escuchemos por un minuto y veamos si escuchamos algo que pueda ser útil-.

-Bien por mí-, dijo Ocre encogiéndose de hombros.

-Pero aquí está mojado-, gruñó Calamar.

Fulgor y Víbora intercambiaron miradas y luego, para sorpresa de Nocturno, ambos asintieron. Quizás el miedo los había hecho más agradables. Los dos pusieron las orejas en la puerta de madera, así que él se arrastró a lo largo de la pared y se agachó debajo del agujero de humo. Trató de arreglar sus alas de una manera que lo protegiera al menos un poco de la lluvia.

Parecía haber varias discusiones en el interior. Nocturno solo pudo atrapar fragmentos de uno que pareciera estar más cerca del fuego.

-Si la reina Rubí dice que podemos regresar al palacio, será mejor que creas que me voy a casa-, gruñó un dragón.

-Estarías obedeciendo las órdenes de una falsa reina-, gruñó otro. -La reina Escarlata todavía está viva, y nos matará a todos si abandonamos nuestros puestos-.

-Entonces, ¿Dónde está?- desafió una tercera voz. -¿Qué clase de reina deja su reino en un caos como este?-

-No es un caos. Ahora tenemos a Rubí-, dijo la primera voz. -Y ella dice que podemos irnos-.

-Pero la Reina Brasas dice que no deberíamos-, dijo otro dragón.

-Ella no es "nuestra" reina-, espetó más de una voz.

-Esto es suficiente. Nadie va a ir a ninguna parte hoy-, exclamó alguien con voz autoritaria. El bullicio de voces se calmó. -No en esta tormenta. Lo discutiremos de nuevo mañana-.

Después de un momento, comenzó un murmullo de quejas y cuchicheos, pero nada que Nocturno pudiera detectar. Se arrastró de regreso a Fulgor y Víbora.

-Inútil- siseo Fulgor.

-Quizás no,- dijo Nocturno. -¿Has escuchado cómo algunos de ellos están insatisfechos con Brasas? Podemos presionar eso, creo. Si está tratando de actuar como si fuera su nueva reina, apuesto a que muchos Alas Celestes estarían dispuestos a reconsiderar su alianza-.

Alas de Fuego: El Secreto OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora