XXII

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¿Cómo es posible que la situación de la vuelta de esta manera y no haya sido capaz de adelantarme a los hechos? No es estar siendo amenazada por un hombre y haciendo que camine hacia lo que parece ser la cocina de una casa que no es ni suya, sino el hecho de que he caído en una trampa muy vieja en la cual soy cómo un ratón entrando en una jaula a por el queso.

Miro de un lado a otro sabiendo que el hombre me está apuntando y observo a la que parece ser la amiga de Arianna y a la rubia, cada una atada a dos sillas repartidas por la habitación.

Volteo la cabeza para mirar al hombre cuando se refiere a su mujer hablando de esa forma y pienso por un instante en replicar pero me quedo callada al observar en los ojos de la rubia el miedo que debe de estar sintiendo. Nunca la he visto así y es lícito, ya que seguramente ha sido amenazada varias veces por este psicópata que ahora mismo me está intentando atrapar de la misma manera.

–Siéntate en esta silla y estate muy quieta, psicóloga. Creo que tenemos una conversación pendiente.

Coloca la pistola en mi frente y me aparto para colocarme en la silla sin decir nada pero mirando a sus ojos. Tengo miedo, no lo voy a negar y no entiendo nada de lo que está pasando pero desde luego el mensaje no lo ha mandado la rubia y yo como una novata he acudido a la boca del lobo.

–Señor Collins, no sé qué es lo que ha podido pasar en esta cocina pero este no es el mejor camino que puede llevar. ¿Por qué no hablamos las cosas sin armas y sin amenazas? –muevo mis manos despacio para que no lo sienta como una amenaza sino como una petición cordial por mi parte.

–No te he dicho que hables ahora, te he pedido que te sientes y te estés muy quieta porque te meto un tiro entre ceja y ceja. ¿Te parece bien mi cordialidad?

Me siento muy recta y observo como se acerca a mí para pasar la pistola por mi mandíbula contoneando toda mi barbilla para levantarla y agacharse quedándose a mi altura.

–Te voy a hacer una sola pregunta y quiero que sea sincera, doctora Persson –noto como aprieta mi mentón con la punta del arma y me mira directamente a los ojos–. ¿Eres el amante de mi mujer?

Me quedo en silencio mirando al hombre y noto como todo a mí alrededor se congela. Cierro los ojos y cojo aire despacio para volver a mirar al hombre con valentía. Puedo deducir que la rubia le ha dicho lo del divorcio y ha reaccionado de esta forma. Necesito conseguir que baje el arma y podamos hablar como adultos coherentes.

–Eric Collins, esta no es la manera. Si deseas matarme, hazlo pero no vas a conseguir nada con ello. ¿Crees que la cárcel es mejor destino que aceptar la realidad de tu vida? No importa lo que haya pasado, sólo importa el porqué ha llegado a pasar.

–No trate de jugar conmigo, doctora. No me voy a dejar llevar por juegos psicológicos de esos que usas con la gente porque yo no soy un imbécil que se cree tus trucos –me habla prácticamente pegado a mi rostro y no puedo evitar girarlo ya que su aliento me provoca nauseas de repente.

–No es un truco, Eric. Deja el arma, desata a estas mujeres y hablaremos tranquilamente porque no es una situación fácil para ninguno de nosotros y puedo entender que tampoco lo es para ti.

Me mira en silencio con el ceño fruncido y observo que tiene un golpe en la sien. ¿Se lo ha hecho Arianna? No sé qué es lo que ha pasado pero no tiene muy buena pinta la situación.

–¿Y dejar que mi esposa salga corriendo a tramitar los papeles del divorcio mientras me vende a la policía diciendo que soy un maniaco que la ha amenazado a ella y a su amiguita? Creo que su plan no me interesa, doctora. Usted es inteligente y sabe manipular a las personas. No crea que voy a dejarme engañar con sus palabras.

Adentrándome en tu vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora