III

43 5 0
                                    


–Sí, madre. Nos veremos pronto. Te prometo que viajaré en cuanto pueda cogerme unos días libres –no me puedo creer que mi madre sabiendo el trabajo que tengo me esté contando sus últimos problemas con su pareja. Que normalmente suelo ayudarla pero esta vez no puedo perder demasiado tiempo–. Tengo un paciente en unos minutos y no puedo seguir hablando contigo pero prometo llamarte pronto. Te quiero y lo sabes aunque no hablemos mucho.

Cuelgo el teléfono y suspiro para pasar mi mano por mi frente y notar como el dolor se concentra en esa zona a causa de la jaqueca que tengo. Entre el alcohol de anoche y que he vuelto a dormir menos horas de lo normal, estoy pagando las consecuencias de no ser lo responsable que debería.

Desde que me vine a Estados Unidos he estado algo alejada de mi casa pero es cierto que debo de regresar y pasar más tiempo en mi viejo hogar. Al fin y al cabo extraño bastante Suecia, en esta ciudad no existe la vegetación que adorna cada paisaje en mi tierra.

–"Doctora Persson, los señores Nelson están en su puerta, ¿les doy el permiso de pasar?"

Afirmo ante la petición de Violet y busco mi libreta para abrirla por la parte destinada a esta pareja para hacer lo mismo con el ordenador y poder tener todo en orden para mi sesión con ellos.

Llevamos dos meses de terapia y siguen sin poder entenderse y eso que hemos probado ya tres métodos diferentes para poder mejorar la comunicación en esta relación pero no es fácil si los integrantes de un dúo no ponen de su parte para llegar a una meta común.

–Buenos días, doctora Persson. Espero que esté llevando un feliz martes –sonrío ante el saludo del hombre que aparece tras la puerta acompañado de su mujer.

Federick y Caroline Nelson, un matrimonio sin hijos que llevan compartiendo vida desde hace más de veinte años. Está claro que el tiempo no les ha hecho bien pues desde hace cinco años han dejado de entenderse y llegaron a contactar conmigo para poder buscar una solución a su matrimonio. Un hombre familiar y una mujer bastante independiente que por capricho de ella, nunca llegaron a aumentar la familia o al menos eso es lo que él le recrimina a ella en cada una de las sesiones que tenemos.

–Buenos días, señor Nelson. ¿Cómo han pasado esta semana? Creo que me dijeron que iban a hacer un viaje a la casa que tienen en San Diego, ¿me equivoco? –cojo mi pluma y empiezo a colocar la fecha de hoy para ir organizando los apuntes de la sesión.

–No ha estado mal, necesitaba un momento de playa y tranquilidad para relajarme y despejar mi mente –la mujer es la que se sienta primero justo de frente a mi silla y el hombre imita su gesto una vez coloca ambos abrigos en el perchero de la sala.

–¿Pero les ha servido para estar en conjunto? Me refiero como pareja y no como compañeros de viaje. Eso es lo que teníamos que trabajar –cruzo mis piernas observando como ella se mueve de su asiento para poner una mayor distancia con su esposo.

–Pero si ella no quiere. Parece que le produzco alergia porque es intentar acercarme y sale corriendo. Siempre hay una excusa para no estar conmigo o tiene algo que hacer. Lo peor es que todo lo que hace lo pago yo.

–¡Cómo te atreves a decir eso, Federick! Sabes que estoy cansada y que no quiero que me agobies, ni me obligues a estar contigo. Llevamos tantos años casados que siempre es lo mismo y quiero hacer cosas nuevas –frunzo el ceño ante el tono de voz que empieza a usar la mujer y muevo mi mano para indicarle que lo bajara de inmediato–. Además sabes que yo siempre he trabajado y me he pagado todas mis cosas pero si lo hago ahora, nadie se hace cargo de la casa y tú no eres capaz de mover un solo dedo. Así que ni te atrevas a recriminarme que gasto tu estúpido dinero porque cojo mi maleta y me voy.

Adentrándome en tu vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora