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–No vuelvo a salir con Riley hasta las tantas de la noche. Juro que es la última vez que me convence de ir a su local un domingo –suspiro con cansancio mientras el sonido del ascensor me va indicando que estamos subiendo piso a piso hasta el noveno; planta en la cual se encuentra la consulta en la que trabajo desde hace más de año y medio.

Con paso acelerado, voy cruzándome con compañeros del edificio a los cuales saludo sin ganas pero con cortesía porque precisamente estaba llegando tarde a mi propia oficina. Por suerte, mi fiel y amable secretaria siempre está a su hora sentada detrás de ese pequeño y acogedor escritorio con una sonrisa que podría iluminar cualquier penumbra. Violet Campbell, una joven de veintisiete años que con sus estudios de secretaría internacional había aceptado formar parte de mi consulta y llevar mi complicada pero extensa agenda a cambio de un buen salario al mes.

–Campbell, disculpa la tardanza pero se me ha hecho un poco tarde esta mañana y no he podido acudir antes. Espero que ningún paciente me haya tenido que cancelar la cita o esté esperando por mí porque ahora mismo no recuerdo ni que itinerario tenía para hoy –me quito la bufanda y el abrigo que traía puesto para colocarlo sobre el perchero que había junto a la puerta que daba paso a mi despacho personal. Estamos a finales de Enero y los días cada vez son más y más fríos desde que empezó el año.

–Tranquila, doctora Persson. Sus pacientes aún no han llegado y la cita que tiene acordada con ellos es dentro de veinte minutos así que le da tiempo a mirar el caso. Tiene sobre su escritorio toda la información que cogí cuando vinieron a solicitar una consulta con usted –sonrío ante la información proporcionada por la castaña de baja estatura y tez blanquecina que me miraba con su típica sonrisa mañanera y acabo agradeciendo devolviendo ese pequeño gesto para abrir el picaporte de mi despacho personal.

La habitación es bastante amplia, con sillones de piel y un diván para que mis pacientes puedan estar cómodos y seguros junto a mí compañía. Yo misma diseñé el interior junto con un interiorista dejando el espacio lo más moderno y acogedor posible.

Helena Alice Persson, psicóloga; es lo que pone en la placa que adorna la puerta principal. Acabé licenciándome en la universidad de Stanford con unas calificaciones de matrícula tras cinco años de carrera. No es que esté muy orgullosa pero tan sólo entrar en esa facultad ya es un logro del que sentirme vanidosa porque aunque mi madre quisiera que acabara en su antiguo campus, yo decidí ser parte del elenco exclusivo que sale graduado de California.

Me especialicé en terapia de parejas para poder ayudar a todas aquellas que tienen problemas por no saber cómo comunicarse y desde que terminé la universidad, estuve soñando con montar mi propio negocio hasta que por fin gané suficiente dinero para hacerlo.

–Cómo me duele la cabeza... Maldita seas, Riley... –termino de quitarme la chaqueta que llevaba puesta a juego con la falta para colocarla detrás de mí silla y sentarme frente a la pila de papeles que había de manera ordenada sobre la mesa de mi escritorio. ¿En qué momento había acumulado tanto trabajo? Es cierto que me había cogido libre el viernes anterior y que ni sábado, ni domingo había estado pendiente del trabajo pero llegar un lunes por la mañana y encontrarme con tal cantidad de trabajo es más bien una tortura comparable con lo que se hacía en el periodo de la Inquisición.

–Señor y señora Collins –pronuncio con voz tenue enfocando mi mirada a través de los cristales de las gafas que normalmente suelo llevar cuando no me pongo las lentillas, para empezar a leer por encima los apuntes que Violet me había preparado.

Es cierto que desde que la contraté me ha quitado mucho trabajo y ahora el orden ha vuelto a mi oficina pero me cuesta tanto enterarme de lo que la castaña escribe en los informes porque por más que le he pedido que me resuma la información y coja lo importante, mi secretaria sigue haciendo las cosas a su propia manera.

Adentrándome en tu vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora