XXVII

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Varios son los besos que me lleva dando desde que ha aparecido en mi casa por sorpresa. Sin darme cuenta, nos encontramos en mí comedor apoyadas en uno de los sillones que tengo mientras sus manos tratan torpemente de quitar la toalla que llevo puesta. Su respiración se entrecorta en mi garganta y de golpe atrapa mi labio inferior para morderlo con fuerza separándose de mí para terminar mirándome sin comprender qué es lo que está pasando.

Hago un gesto tratando de preguntar qué es lo que quiere pero se vuelve a acercar a mi boca para empezar un beso más apasionado que antes. Con sus labios entreabiertos, introduce la lengua dentro de mi cavidad bucal para chocarla con la mía mientras emite leves gemidos que provocan escalofríos en mi piel. Quisiera entender qué hace en mi casa a estas horas y porqué está actuando así pero mis labios extrañaban tanto los suyos que no puedo evitar que siga llevando el control de la situación.

Sujeto su cintura con más fuerza para poder desplazarla y hacer que se incorpore y se quede sentada sobre mi cuerpo; sus mejillas coloradas, los jadeos que emite y el brillo en sus ojos generan una imagen tan sexy que jamás pensé verla de ella.

–Arianna... ¿Qué estás haciendo? Querías tu tiempo hace unos días y ahora estás aquí de esta forma, no sé si entiendes que no es lógico...

Niega sin decir nada y mueve sus manos por mi pecho justo en la parte expuesta de mi piel. Siento como me tenso y cierto calor empieza a nacer en mi rostro a causa del juego que han empezado a realizar sus dedos.

–No preguntes tanto... –se inclina de nuevo y busca mi labio inferior de nuevo para mordisquearlo varios segundos y apretarlo con fuerza de tal forma que un pequeño hilo de sangre se desprende inundando mis papilas gustativas de su sabor ferroso.

Emito un gruñido por el gesto y aprieto con fuerza su cintura para desplazar mis dedos por la superficie de su espalda descubriendo que va sin sostén.

–Me es complicado no hacerlo... –pronuncio sobre sus labios y vuelve a besarme de una forma más dulce que corta de forma rápida para mirarme a los ojos–. Ari... –me quedo en shock al ver como un par de lágrimas se escapan de sus ojos y recorren su rostro de manera piadosa. Están enrojecidos y su cuerpo comienza a temblar de una forma descarada provocando en mí una sensación de tristeza.

–No... –niega varias veces y se agacha para esconder su rostro en mi cuello y dejar varios besos sobre mi piel. Me estremezco ante ese gesto y coloco una de las manos en su cabeza para empezar a acariciarle el cabello y trasmitirle tranquilidad.

–¿Qué es lo que pasa, Arinna?

Se queda en silencio de nuevo y recorro su espalda con cariño causando presión sobre la tela de su blusa. Parece que sigue temblando y de vez en cuando escucho como su nariz suena a causa de las lágrimas que está soltando.

–Nada...

–No consigues engañarme, Arianna. Estás aquí, llorando y sentada sobre mí. Creo que algo ha pasado en tu cabecita... No es normal este comportamiento en ti.

–No me psicoanalices... Por favor... Me da vergüenza...

Sonrío y cierro los ojos causando presión en su cabeza para que pueda sentirse libre y que llore todo lo que necesita. No es la primera vez que lo hago pero creo que esta vez es diferente, al menos ahora lo ha hecho después de besarme.

Me acomodo mejor para apoyarme en el respaldo del sofá y noto como se remueve para mirarme y negar varias veces. Coloca sus manos en mi toalla y trata de seguir abriendo la tela consiguiendo desatarla y dejando mi cuerpo expuesto para ella. Me mira con miedo y desliza sus manos por mi pecho para ir recorriendo con las yemas de sus dedos mis senos.

Adentrándome en tu vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora