XXIII

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No sé ni cómo sentirme en este preciso momento; hay un cadáver y la policía me quiere interrogar sobre lo que ha pasado hace un momento. Se supone que todo debería haberse solucionado con la palabra y no haber llegado hasta este punto pero se ha descontrolado y no he sido capaz de hacer nada para solucionar el problema.

–Señorita, insisto en hablar con usted en primer lugar porque lo haríamos con la esposa del fallecido pero está en un estado de nervios que tan sólo conseguiría agravarlo si se somete a un interrogatorio cómo éste.

–No... Hablaré yo con ustedes, no es problema. Ella es mi paciente y conozco su estado emocional y ahora mismo no es la mejor persona para tratar este tema –miro hacia los agentes que están rodeando el cuerpo tapado recientemente con una especie de sábana. Un grupo de dos señores tienen rodeada a Arianna y la han sentado en la que antes había sido la silla dónde Eric la había tenido cautiva.

–¿Entonces vamos a hablar a algún lugar más tranquilo?

Afirmo ante la petición de la inspectora y salimos de la cocina para ir hacia el comedor de la casa de la castaña. Ahora mismo este lugar está siendo asediado por policías y están entrando médicos para corroborar que ese hombre está muerto.

–Lo primero de todo, ¿cómo se llama? –noto la mirada de la policía clavarse en mi nuca y me siento en el sillón más cercano para poder relajarme.

–Soy Helena Alice Persson, psicóloga especializada en terapia de parejas... –inspiro con fuerza para poder soltar el aire despacio tratando de relajar mis nervios–... Y soy la psicoanalista de la pareja Collins.

–¿Usted es la terapeuta del señor Collins? Entonces sabrá cómo ha podido acabar en este estado. Eric Liam Collins, varón de veintinueve años. Nacido en Michigan, Estados Unidos y hallado muerto por herida de bala de una semiautomática que aún se encuentra en el lugar del crimen –observo a la policía y noto como mi estómago se encoge al recordar el momento exacto en el que el chico ha apretado el gatillo–. ¿Sabe cómo ha llegado a suceder algo así?

Cierro los ojos para colocar mis manos en la frente y apretar con fuerza sobre mi sien. Es un momento duro y aunque tenga que ayudar a la policía lo último que quiero es que Arianna se meta en más problemas por todo esto.

–Él mismo apretó el gatillo... Se disparó a sí mismo...

–Eso lo tenemos que determinar nosotros pero es bueno que nos ayudes. Ya hemos recogido el arma y analizaremos las huellas que se encuentran en ella para tener todos los datos. Podemos estar ante un suicidio o ante un homicidio y eso no podemos dejarlo pasar por alto.

Afirmo despacio y paso mis manos por el cabello para tratar de relajarme un poco. En el arma sólo están sus huellas por lo tanto no tendrán nada contra nosotras porque hemos sido las víctimas aunque el que haya acabado así.

–Le voy a contar lo que ha pasado, agente. No escondo nada y esas mujeres de ahí dentro tampoco... Le digo la verdad... Ese hombre ha cometido una locura porque no estaba en su mejor momento mentalmente... –observo como la mujer apunta varias cosas en una libreta y me fijo en su forma de actuar. No debe de ser mucho más mayor que yo y parece tener todo controlado pero noto un ligero nerviosismo en sus acciones.

–Entonces ha sido un suicidio. Por lo que observo hay marcas enrojecidas en sus brazos, señorita Persson y en las de sus compañeras. ¿Las ha agredido de alguna forma antes de disparar el arma? Si necesitan ayuda médica o psicológica, nosotros lo pondremos a su disposición.

Observo mis brazos y es cierto que las cuerdas me han dejado marcas en la piel. Suspiro con cansancio y me abrazo queriendo ocultarlas pero no es algo fácil cuando la mirada de un oficial se está penetrando en tu cabeza.

Adentrándome en tu vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora