V Mon

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—Mi nombre es Mon Lafuerte, soy abogada laboralista, enlace sindical, ecologista, vegana, feminista y cantante amateur. —Se adelanta en la presentación la mujer mientras saca de su gabardina una cartera y de ella unas tarjetas, hace un amago de repartirlas pero tras mirar de reojo a los presentes se decide por dejarlas encima de la mesa—. Es para mí un gran honor representar a la comunidad humana que habita en el Infierno y ser su voz en este momento histórico, en el que se avecinan grandes cambios para las dos grandes comunidades que cohabitamos en este gran país. Estoy convencida de que si todos ponemos de nuestra parte podremos alcanzar grandes metas juntos y construir un Estado más libre, más fraterno y más justo, donde podamos vivir demonios y humanos en paz y concordia.

Algunas incipientes risas entre los asistentes detiene la disertación de la mujer unos segundos, que ante el desprecio generalizado ante sus justas reclamaciones, lejos de achantarla, se sobrepone , enardece su tono, mostrándose más altiva y decidida en los ideales que la inspiran.

—Exigimos...

Luz carraspea mientras las risas aumentan de tono.

—Reclamamos... —Hace una pausa para buscar una mejor palabra—. ¿Pedimos, suplicamos, rogamos, imploramos...? ¿Qué? ¿Cómo quieren que les diga? —grita con todas sus fuerzas acallando las risas.

—Demandamos estaría bien —susurra entre dientes Luz—. ¡Ah! Y procura mantener la compostura, no estás en una posición ventajosa en estos momentos.

Mon asiente, da una bocanada de aire y continúa con sus demandas:

«En todo caso, aprovecho para transmitirles, ilustres miembros del Gobierno, el malestar e indignación de nuestra comunidad que malvive al límite de sus posibilidades. Somos discriminados, acosados y despreciados, carecemos de las condiciones mínimas para el desarrollo de una vida digna. 

»Demandamos que se abra una mesa de diálogo con representantes de ambas partes, donde se negocien y se reconozcan la paridades de derechos, obligaciones e igualdades para todos, donde se recojan derechos laborales justos, como la jornada laboral de ocho horas, salarios dignos, y una Sanidad global que de cobertura sanitaria a todos por igual, ¡ah! Y vacaciones de un mes al año remuneradas y dos pagas al año extras. 

»Además, y esto es muy importante, solicitamos que se garantice la seguridad e integridad de nuestros niños en los colegios y el acceso, ahora vetado, a nuestros jóvenes a todas las universidades del país, sin distinción alguna e incluyendo las academias militares y de cuerpos de seguridad del Estado, 

»para que los humanos podamos, de esta manera, alcanzar puestos de responsabilidad en cualquier administración pública del Estado, teniendo siempre en cuenta los méritos y la capacitación para el desarrollo del puesto sin distinción de raza. Reclamamos el derecho al sufragio activo y pasivo que nos permita elegir y ser elegibles en todas las convocatorias electores en igualdad de condiciones que lo hacen los representantes de los demonios. ¡Ah  y por supuesto! Que se reconzcan los mismos derechos electorales, tanto a las mujeres demonios como a las humanas, porque es un derecho que se nos es negado a todas...».

La mujer, enardecida, motiva y lanzada  como una moto, se arranca a hacer todo tipo de reclamaciones, como siempre gusta de hacer en los juzgados y cortes de justicia que hay en el infierno, aprovechando cada segundo que les arrasca para echarles en cara su falsedad e hipocresía, sabe que en cualquier momento las bofetadas serán tan duras que terminarán por acallarla. Ya ha porfiado con esa clase de tipos muchas otras veces y los conoce bien, y esos no eran demonios, aunque los parecieran al lado de estos...

—¡Vale! Ya está. Calla niña que me has dado dolor de cabeza con tanta tontería que has soltado por tu boca en un par de minuto —recrimina entre molesto y sarcástico Satanás, arrancando una sonora carcajada de todos los presentes.

Luz-Bel IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora