VIII Travesía

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La mañana siguiente amanecía fresca y despejada, alumbrada por un sol radiante que surgía de entre un mar en calma en la lejanía del horizonte. Una fuerte brisa a favor invita a iniciar la travesía y la marea, aún alta, avisa de que pronto comenzará a bajar, dificultando la salida de las naves del puerto que no se den prisa en partir.

Una gran multitud se agolpaba desde hacía horas en los muelles del puerto para poder ver al poderoso demonio que más que un cautivo parece una atracción de feria. Camina orgulloso y convertido ya en un joven de veinte años, fuerte y esbelto; con su larga melena blanca recogida con una cinta, bailando por su cintura, acompasada con su caminar; tan solo lleva puesto unas calzas largas que tapan sus vergüenzas, aunque parece no generarle ningún pudor. Ya no hay ni rastro del paladín que le venció en combate y sin embargo, una delgada silueta se dibuja en el suelo junto a él con los primeros rayos directos del sol.

Los niños se arremolinan sobre el demonio para tirarle piedras y conchas, las señoritas suspiran a su paso, ardientes de deseo y pasión, y él, les devuelve con una mirada cargada de fuego que asusta a los pequeños y derrite a las damas.

Delante de Luz, abriendo la procesión, el complaciente inquisidor que avanza satisfecho mientras lo exhibe como un gran trofeo. El cortejo va seguido de un destacamento con una guardia de caballeros bien armados y una banda de tambores que con redobles acrecientan la emoción. Suben todos a bordo por la pasarela que les lleva a un enorme galeón de tres líneas de cañones gruesos de tiro tenso y obuses de tiro curvo; y tres robustospalos: el trinquete, la mayor y la mesana, y de cuyas vergas se acomodan algunos grifos que acompañarán en la travesía. Algunos pitos y voces del capitán anuncian el inicio de las maniobras de soltar cabos, recoger el ancla e izar las velas, y con maniobras lentas, el galeón comienza a alejarse del muelle dirección a la bocana del puerto.

Fuera de la dársena se suman al convoy un par de grandes galeones más, posicionándose uno a popa y otro a popa y dos fragatas ligeras a estribor y babor. Poco a poco se va haciendo pequeño el puerto y las voces de aquellos que se congregaron para despedirlos, se difumina entre el rumor de las olas que golpean sobre los cascos de las barcos y el graznido de algunas gaviotas que revolotean enfadadas entre una docena de grifos dorados que custodian desde el aire a las embarcaciones.

Pasan los días y el viaje se hace monótono. La marinería permanece día y noche sumida en las labores de la navegación y los pasajeros si no están durmiendo, están la mayor parte del tiempo en rezos y misas que los numerosos sacerdotes que hay en todas las naves ofician sin parar, imbuyendo a la flota de un halo de sacra protección y relativa seguridad.

La tensión y la expectación es máxima, parece como si un gran temor a alguien o algo les sumiera a todos por igual, mas no parece ser que sea por presencia de Luz, al que todos miran de reojo con precaución pero sin desconfianza, más bien con curiosidad, aunque todos prefieren mantener las distanciascon él. Los vigías permanecen siempre atentos a la hipotética llegada de algún enemigo y los paladines en sus grifos se turnan sobrevolando el convoy en avanzadilla para prevenir cualquier sorpresa.

A Luz le aburren los constantes oficios religiosos que se suceden sin parar y prefiere dedicar gran parte del día y la noche a ejercitarse físicamente en un juego de pilla pilla con Sombra, que los lleva en increíbles acrobacias entre los palos y las vergas o agarrados de los cabos, saltando de una a otra de las naves. Aunque en otras ocasiones, prefiere nadar durante horas siguiendo a la estela que dejan los barcos, jugando y saltando con grupos de delfines o sacando del mar a algunos de los tiburones que acompañan de cerca la travesía con la intención de devorar los desperdicios que lanzan por la borda desde los barcos.

—¡Hijo mío! —parece escuchar en un lamento de entre un grupo de presidiarios encadenados, que han sacado de la bodega del galeón que abre la comitiva y que pasean por un rato sobre la cubierta.

Luz-Bel IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora