XXVII Regreso

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Poco a poco, Luz-Bel va recuperando el conocimiento, permanece allí tirado en el suelo de la pirámide bajo un montón de piedras y escombros. Trata a duras penas de buscar un hueco por donde escapar mientras va apartando todos los cascotes que le aprisionan. Por fin, después de un buen rato y al límite de sus fuerzas, consigue salir y extendiendo sus alas doloridas se eleva para buscar el portal que todavía está abierto, esperándole. Antes de marchar, echa una mirada a la pirámide en ruinas y recuerda aquella conversación con el dios de los Fanáticos, sin saber, si fue real o solo una alucinación producto del golpe.

—¡Luzilda! —reclama contrariado Luz, tras regresar por el portal a la base de los Technologicals, todavía un poco desconcertado por el golpe y lo ocurrido.

—¡Luz! Me alegro que hayas regresado con nosotros. Nos tenías preocupados, no hemos sabido nada de ti en tres días —recupera su atención la mujer al escuchar la voz del demonio—. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde has estado?

—Bueno..., está todo bien. No te preocupes —confirma él—. Ahora, antes de seguir, será mejor que me informes de lo que ha ocurrido en mi ausencia. Tenemos una guerra por ganar y no nos queda mucho tiempo.

—La verdad, es que desde que cayó la pirámide, las cosas han estado tranquilas por ahí afuera. Los revolucionarios han ocupado toda Europa Occidental, aunque con muchas bajas; y tus aliados, los teocráticos, han tomado ya prácticamente todas las islas y la península itálica, abriendo un paso marítimo con el Paraíso. Los barcos circulan con facilidad llevando pasajeros y mercancías de un lado al otro —confirma la mujer—. Por el contrario, los Fanáticos parecen haberse retirado de la faz de la tierra, no sabemos donde se esconden sus hordas de muertos.

—Está bien, pero como me imaginaba... —Apunta Luz con la cámara a otro lugar del mapa—, aquí, las cosas no están tan tranquilas.

—¿Cómo? —grita Luzilda, al ver las imágenes en las que ha enfocado Luz.

El Infierno arde por los cuatro costados, el levantamiento de los humanos es generalizado por las principales ciudades desde la Costa Este hasta la Oeste, desde el norte hasta el sur. El fuego de la revolución se expande sin control, sumiendo al Infierno en un caos difícilmente controlable, o al menos eso parece. Los amotinados se han hecho fuertes en las fábricas y astilleros, controlando las principales centrales hidroeléctricas y generadoras de energía, paralizando por completo toda la actividad productiva en aquel vasto territorio.

Pero la falta de apoyo de sus aliados del exterior, deja aislados a los amotinados que poco a poco van perdiendo fuerza ante el empuje de los cuerpos de seguridad del Infierno. Como ya sabía Luz, los revolucionarios no tenían intención de acudir en ayuda de los rebeldes, todo lo contrario, animarlos a las revueltas tan solo había sido una táctica de distracción para mantener entretenidos a los demonios mientras ellos desplazaban la mayor parte de su ejército hacia el oeste.

Pero Satanás conocía las intenciones de los sublevados, tenía previsto todos los movimientos de los revolucionarios, y con astucia, había dejado encender la mecha de la revolución, permitiendo a los sublevados campar a sus anchas a lo largo y ancho del Infierno, haciéndoles creer que no esperaba algo así y que pillados desprevenidos no habían sido capaces de organizar con celeridad una respuesta suficientemente contundente que detuviera a los sublevados.

—¡Ah viejo zorro!, a mí no me engañas, te conozco como si fueras mi padre —confirma Luz mientras observa con detenimiento las ciudades sublevadas—. Lo sabías desde el principio y dejaste hacer para preparar tu propia contra ofensiva. No ibas a dejar pasar esta oportunidad, y ahora estarás...

El estratega desliza los objetivos de los satélites hacia la costa este del territorio de los revolucionarios, buscando el lugar exacto donde desplegará a las legiones de demonios, el mismo lugar que elegiría él, sin duda...

Luz-Bel IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora