XXX Placer

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Sin el apoyo de los Revolucionarios, el fuego de los disturbios y revueltas iniciadas por los humanos en las principales ciudades del Infierno van perdiendo fuerza. Los cuerpos de seguridad del Averno, mostrándose inmisericordes mientras se emplean con fuerza desmedida, van recuperando los principales bastiones que controlaban los sublevados, grandes fábricas y astilleros principalmente.

Los rebeldes humanos, incapaces de hacer frente a la superioridad de los demonios, perseguidos, atrapados y devorados a miles, tratan, en un desesperado intento por salvar sus vidas, escapar hacia ninguna parte.

«Seguro que te estarás divirtiendo en estos momentos, padre. Pensarás que todo os está saliendo a pedir de boca, que en poco tiempo habréis sofocado las revueltas y ocupado la península coreana, clavando en el otro lado del océano una punta de lanza desde donde continuar vuestra expansión por aquel continente... Sí, disfruta mientras puedas, pronto se te atragantará tu complacencia...», se dice a sí mismo Luz mientras puede imaginar lo que se le viene encima a su progenitor y la cara que pondrá cuando se le tuerzan sus planes.

—¡Luz! —grita la mujer, recuperando al estratega de su ensimismamiento—. ¡Luz! —insiste cada vez más alterada.

—Dime... —responde completamente satisfecho por el devenir de los acontecimientos.

—¡Los fanáticos!

—Por todos los diablos del Infierno, ¿qué es eso...? —Cambia el tono y el semblante del estratega al contemplar las imágenes en las que va enfocando la mujer.

—¡Son millones! Es un inmenso tsunami que se expande desbocado por toda Asia Central y por el sur del continente, arrasando cuanto se le pone por delante —confirma contrariada la mujer—. ¿Qué hacemos?

—Nada, no podemos hacer nada contra eso en estos momentos —confirma Luz mientras se va recuperando de la impresión—. ¡Que cada perro se lama su cipote! —rompe en una estrepitosa carcajada mientras se dirige hacia la mujer, sus ojos chisporrotean de deseo y lujuria, como no lo había hecho antes.

Luzilda reconoce al momento esa sensación que ha despertado de súbito en el varón, y se estremece en la explosión de un cálido y placentero calambre que recorre todo su cuerpo. Hasta ese momento sus contactos físicos habían sido flirteos espontáneos, inconscientes y rechazados de golpe por él, que parecía más concentrado e interesado en sus planes y estrategias de guerra que en ella. Y ahora, mientras el mundo arde por los cuatro costados, ha cambiado de súbito el objetivo de su atención, enfocándola únicamente hacia ella. Su inexperiencia en este tipo de situaciones, sus contradicciones por el ser que es, las dudas que afloran de no saber si está preparada para ese momento, de estar a la altura de las circunstancias, de hacerle disfrutar como hayan podido hacerlo otras en otras ocasiones, de darle el placer necesario... y cómo no, de sus propias sensaciones y expectativas. Demasiados pensamientos recorrer su mente artificial, y quizás no sea el momento, quizás lo mejor sea simplemente darlo todo de sí y dejarse llevar sin más.

Luz llega a su lado hasta estar frente a frente, tan cerca que solo les separa un suspiro de distancia. Ella, etérea, se eleva flotando sobre el suelo hasta estar a su altura. Sus miradas se clavan fijamente saltando fuego y chispas entre ellas. Él la agarra por la cintura y aprieta sus pechos de silicona contra su torso desnudo, de sus cuerpos entrelazados saltan rayos que golpean la esfera de luz que les rodea saltando destellos de colores.

Sin apartar su mirada de sus ojos, el varón busca con sus labios los de la mujer e introduce en su boca, su lengua húmeda buscando instintivamente la de ella, para unirse ambas entrelazándose con ansia en una. Una nueva explosión de sensaciones nace en la punta de su lengua y se esparce por todo su cuerpo, compartiéndose con todas aquellas que ya tenía y que aún retumban por todo él.

Luz-Bel IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora