XXXI Infierno

42 12 32
                                    

«La Torre de Babel es un edificio imponente, está recubierto de invocaciones y sellos demoniacos que le hacen casi inaccesible, aún así, le hemos encontrado su talón de Aquiles; podemos abrir un portal sobre el espejo de cristal del ascensor principal, lo que te permitirá acceder a cualquier planta del edificio, a partir de ahí, te las tenderás que arreglar tú solo.

»No sabemos lo que te encontrarás cuando llegues, por eso te aconsejo que en cuanto accedas al lugar en el que se encuentra tu padre, vayas directo hacia él y consumas su asesinato, no pienses, no te distraigas con nada, no hables con nadie, solo te haría perder tiempo y pondría en peligro el éxito de tu objetivo, dándoles a ellos la oportunidad de reaccionar y detenerte... No hace falta que te diga lo que podría pasar en ese caso...

»Solo ve a ejecutar lo que has ido a hacer y una vez que lo hayas conseguido o en el caso de que no lo consigas y veas imposible llevar a cabo tu misión, regresa lo más rápido posible. Ya buscaremos otra forma de llegar a él. En todo caso, a los cinco minutos de acceder a la torre, cerraremos el portal, no podemos permitir que alguno de aquellos demonios puedan usarlo para entrar a este lugar, eso pondría ponernos en un grave peligro y traer consecuencias desastrosas para nosotros.

»Ahora solo ve y haz lo que has ido a hacer. Mucha suerte mi querido Luz-Bel, que el Programador te acompañe».

—Para ser una memoria artificial que no puede procesar tácticas de combate, has planificado una buena estrategia para mí... —sonríe Luz mientras le agradece con un guiño a la entrada del portal.

—Es pura lógica, además, he tenido el mejor maestro que existe en este mundo, habría sido imposible no aprender de él —se despide con trémula voz y patente ansiedad, al ser consciente de que aquel ser al que admira y ama se marcha para quizás no volver más.

—Gracias Luzilda por todo lo que me has ayudado. Ha sido un placer y un honor contar contigo. Lo conseguiré no te quepa duda, porque yo, no la tengo —se despide con un guiño, aprieta con fuerza la empuñadura de su espada absorbiendo todo su poder y cruza el portal en busca de su destino.

El ascensor asciende hasta la última planta de la gran Torre de Babel, anuncia su llega con el tintineo de una campana, comienzan a abrirse las puertas. En el interior de la gran sala, media docena de demonios de alto rango se afanan en recopilar y transmitir la información que van trayendo pequeños diablillos alados que acceden a través de la cristalera abierta.

Sorprendidos por el anuncio de la campana, los presentes en el despacho se giran buscando con sus miradas al inesperado recién llegado. La tenue luz del ascensor deja ver al ocupante que sale del interior al abrirse completamente las puertas.

—¡Luz-Bel, hijo mío, has regresado! —grita desde el otro lado de la gran mesa Satanás—. Has venido en el momento justo, te necesitamos. Tu raza te necesita.

—No he venido a ayudarte, padre... —rechina entre dientes el recién llegado, su rostro deslumbra de furor, sus ojos desprenden fuego de ira.

¿Y entonces? —recrimina el padre—. Está bien, dejemos aparcadas por el momento nuestras diferencias, no es el momento, ya lo discutiremos más adelante. La situación es muy complicada, Satanachia se debate en una guerra descarnada al otro lado del océano y nuestros enemigos han ocupado las tierras del sur —informa a Luz, de lo que él bien sabe—. Lilith está preparando un ejército para hacerles frente y detener la sangría de deserciones que estamos sufriendo. ¿Puedes creerlo? Hasta nuestros propios iguales están abandonándonos y marchándose con el enemigo. Dicen que los dirige un joven demonio... ¡Sandeces! Eso es imposible.

Luz hace una pequeña mueca a modo de sonrisa mientras aprieta con ansia la empuñadura de su espada; mira a su alrededor para hacerse una composición del lugar, presiente con fuerza la presencia de la mujer que un día trajo y que tanto ha añorado, pero aunque la sienta cerca no puede encontrarla.

Luz-Bel IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora