El tiempo se nos ha ido volando, para cuando llegamos al aparcamiento ya son cerca de las ocho de la noche. El trayecto a casa es muy agradable, tarareamos un par de canciones juntos lo que hace más ameno el momento.
Fabrizzio apaga el motor del vehículo cuando llegamos a mi edificio. Aun no termina la canción que llevábamos tarareando.
-Gracias por el paseo- musito, rompiendo el breve silencio que quedó tras terminar de tararear.
-Fue un placer- dice acariciando mi mejilla.
Un rubor esta empezando a colarse por mi rostro, su caricia despliega una corriente que viaja por todo mi cuerpo.
Me acerco a él un poco nerviosa, o mucho en realidad y lo beso. De inmediato me responde el beso, y poco a poco se convierte en un beso apasionado, tan sensual que solo hacen querer más, tanto que no se ni como pero subo mis manos hasta su cabello y perderme en el, nos besamos de esa manera tan carnal, que te enciende cada terminación nerviosa.
Un ruido que viene el exterior del vehículo nos hace volver a la realidad. Nos separamos al instante, y nos giramos hacia la dirección de donde vino el ruido. Es mi vecina de enfrente, se ha caído al intentar abrir la puerta del edificio con el rumo de bolsas de mercado que llevaba encima.
Nos bajamos enseguida del vehículo, para ir a ayudar. Fabrizzio le ayuda a levantarse, mientras yo recojo los víveres que se han esparcido por toda la acera.
-Muchas gracias jovencito- musita la anciana al adonis del que esta abrazada, cuando llegamos hasta su puerta- tienes un marido muy guapo mi niña- dice de esa manera tan tierna, que tiene las mujeres de su edad.
¿Acaba de decir mi marido? Sí hace unos minutos un leve rubor cubría mi rostro, ahora parezco un tomate entero. Miro por el rabillo del ojo y veo a un Fabrizzio muy risueño, tiene su mirada puesta en mí, como esta disfrutando del momento, estoy apunto de corregir a mi vecina pero me veo interrumpida por el risueño de mi marido.
-Fue un placer conocerla- musita besando la mano de la anciana.
La anciana abre la puerta de su departamento y la seguimos en silencio mientras llevamos las bolsas. Quiero aclararle que no es mi marido, pero no se que me impide hacerlo.
Le ayudamos a guardar la cosas en los gabinetes, el departamento es igual en distribución al mío, pero la anciana tiene tantas cosas que en vez de sala parece bodega.
Cuando terminamos de ayudar a la mi vecina, ella dice.
-Mis jóvenes les invitaría un café pero como ven tengo mucho que arreglar- dice toda apenada, señalando dos cajas que están en arrimadas en una esquina de la sala.
-Fue una sutil manera de echarnos- musita Fabrizzio luego de salir del departamento.
-¿Tu crees?- digo con una pizca de sarcasmo.
-Por supuesto... esposa- dice burlón pronunciando esposa muy lento.
Lo miro y se encoge de hombros. Me encanta como se ve, así encogido de hombros y haciendo pucheros.
¿Acaso puede ser más bello?
Llegamos hasta la puerta de mi departamento y le suelto.
-¿Quieres pasar?- digo mientras abro la cerradura.
El asiente y entramos. Todo esta a oscura, tanteo la pared que tengo a mi izquierda hasta encontrar el interruptor y lo enciendo.
-¿Por qué no le explicasteis que no somos esposos?- pido mientras abro el refrigerador en busca de agua.
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Un instante para siempre
RomantikAitana es una joven vivaracha, con una meta traza. No tiene tiempo para el amor, y no cree en el gracias a su ex; su único enfoque es su carrera y su familia o se cree. Un viaje que lo cambia todo, unos ojos azules que hipnotizan. ¿Será que vuelve a...