11. Conversaciones

70 7 0
                                    

Me despierto a oscuras. Lo último que recuerdo es haberle dejado claro a Fabrizzio como pinta esta relación, sin pila en su celular y con su carro dañado, le ofrecí dormir en el sillón. 

Cojo mi celular para revisar la hora, aun demasiado temprano.

Salgo del dormitorio para ir por un vaso de leche y galletas oreo. Pienso en lo sucedido hace unas cuantas horas atrás, la cena, las canciones, y sonrío para mis adentros.

De regreso a mi habitación paso por el sofá donde se encuentra Fabrizzio durmiendo, me es inevitable acercarme a él, tiene el ceño fruncido y la boca entreabierta. Su rostro perfecto y esos labios que me saben a gloria, me muerdo el labio inferior para evitar un arranque de locura y terminar besándolo. Me atrevo a sostener su mano que esta guindada a un lado, y besarla antes de ponerla sobre su regazo. Se remueve un poco, antes de que lo despierte prefiero irme a mi habitación.

Me dejo sobre la cama mirando al techo, y repitiéndome una y otra vez el por qué nuestra relación no puede ser. Siento pasos viniendo hacia mi dormitorio, me acuesto de lado dando la espalda a la puerta con la vista a la terraza, a esta hora la Torre Eiffel se ve espectacular.

Los pasos se detienen cuando llega a mi habitación, escucho como giran el pomo de la puerta, lo siento aproximándose. Su cuerpo cae sin más, en mi cama. Cierro los ojos fingiendo que duermo, sus manos tan a medida de mi cintura me abrazan, y me invade un ola de paz que me lleva sin mucho esfuerzo a dormir.

Para cuando me despierto sintiéndome más descansada, más relajada, pero él ya no esta a mi lado. Las cortinas están cerradas, no recuerdo haberlo hecho. Me incorporo y veo una notita que esta en mi mesita de noche.

"Gracias por permitir quedarme a dormir, no quería despertarte te veías tan hermosa, tan relajada. Te recomiendo que vayas a la terraza.

Un beso,
Fabrizzio."

Me pongo el albornoz y me dirijo a la terraza.

¡Dios que es hermoso este hombre! Esta parado allí con una enorme sonrisa capaz de derretir a quien sea, me hace seña para que tome asiento, junto a él.

-Espero no te moleste, que haya tomado algunas cosas- dice señalando el desayuno.

¡Cómo molestarme! Pienso para mis adentros, si este hombre, del que sé casi nada, en un instante, desde ese instante que lo vi por primera vez se ha ganado mi corazón para siempre, aunque él nunca lo sabrá.

-Por supuesto que no- digo con una gran sonrisa. Tomo asiento enfrente de él. Ha preparado pancake, jugo de naranja, café, una ensalada de frutas.

Desayunamos entre risas, me cuenta algunos chistes. Este hombre cada vez lo encuentro más maravilloso.

Me pregunto si es normal conversar así con tu jefe, llevando solo un albornoz y más aún dormir con él. ¡Pero claro que no!, nadie con ética profesional lo haría, sé que esta felicidad no durará mucho. En cuanto salga de mi departamento, todo volverá a la normalidad, no volveré a probar sus labios. Solo pensar en ello, hace que sienta como se desgarra algo dentro de mí.

Terminamos de desayunar, y me ayuda a llevar los trastos al fregadero. El insiste en lavarlos, pero no se lo permito.

-Eres mi invitado, así que no- digo intentando sonar seria- yo los lavo, pero gracias- digo sonriendo.

-Al menos permite que los guarde- pide con pucheros. Con esos gestos, imposible decirle no, solo asiento.

Le entrego el último trasto para que lo guarde, lo hace y cuando termina vuelve hacia mi, estamos demasiado cerca pero no decimos nada, no hacemos nada, en su mirada veo sentimientos mezclados, deseo, lujuria, ternura, confusión.

Un instante para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora