(Frank)
—Frank, despierta. Vámonos. – Exclama Reig. Me paro de inmediato del sillón.
Para ahorrar tiempo, me quedé en casa de Reig y Susan para partir juntos. Nos despertamos a las cuatro de la mañana; desayunamos, aunque sea algunas frutas, tomamos nuestras cosas y emprendemos camino. Un taxi se ofrece a llevarnos a la estación de autobuses; afortunadamente logramos irnos en el mismo vehículo, pero aún no sé si será lo mismo con los aviones.
Llegando a la estación, esperamos en unos asientos a que sea nuestro turno de subir. No sé cómo funcione el sistema de transporte, pero no creo que sea tan saturado como lo está hoy; el lugar está lleno de muchos humanos que tienen la misma idea que nosotros: evacuar. Algunos vienen solos, otros en pareja y muchos, pero muchos, vienen en familias. Conforme el tiempo pasa, la gente se va, pero nadie parece regresar aparte de los autobuses.
Susan me dijo que me pusiera un suéter con gorra, un cubre bocas y lentes de sol para no incomodar a la gente o al menos para no llamar tanto la atención, . También llevo guantes para ocultar el color de mi piel; ya fui introducido a la sociedad como tal, pero creo que si yo estuviera en mi planeta y viera a un humano deambular por las calles como si nada, no se me haría normal tampoco, así que comprendo.
—Traym… - Maldigo en mi idioma natal. - ¿Tienen algo para mantenerme despierto? En cualquier momento voy a caerme.
- ¿Quieres café? Te puedo conseguir uno. – Sugiere Reig. – Deja veo si venden uno cerca…
- Tráeme uno a mí también, por favor. – Susan tirita.
Reig se aleja un momento, parece ubicar un lugar donde venden eso y se dirige allí. Susan parece estar muriéndose de frío.
- Creí que habías dicho que esa chamarra sería suficiente. – Comento.
- Si, yo también lo creí. – Susan frota sus manos con energía, pero continúa temblando, su nariz está roja. – Generalmente las mañanas aquí son muy frías en invierno, pero me confié.
- ¿Quieres la mía? Tengo más ropa abajo que me mantiene estable. – Sugiero.Susan me observa un momento y luego asiente con prisa. Me quito la chamarra y se la pongo encima. Susan se la coloca con rapidez y se envuelve en ella. Parece sorprenderse en cuanto se la coloca encima.
- Estabas muy cálido, ¿no te hará daño si te destapas?
- Estaré bien. La temperatura era peor cuando estaba atrapado. – Respondo, mirando mí alrededor. - Yo tengo un suéter de manga larga puesto, además del térmico y la ropa que tengo abajo. No hay problema.
Reig regresa con nosotros con dos vasos hechos de un material blanco, llenos de café; su aroma llega a mí de inmediato. Está caliente, así que espero un poco a que se enfríe y a que nadie me vea quitarme el cubre bocas para beberlo.
En seguida, se escucha una voz de los altavoces. El audio está un poco distorsionado, pero puedo entender que se trata del autobús que vamos a tomar.
Nos ponemos de pie y nos dirigimos al autobús; solo basta con que verifiquen nuestros boletos y nos permitan subir. A mí me piden que me descubra la cara por un momento por motivos de seguridad, pero con mostrar una tarjeta de identificación y quitarme los lentes por un momento, quien verifica mi boleto me deja pasar sin problema.
El viaje es un poco ruidoso por el motor del autobús, y un poco turbulento por el asfalto, pero apenas llegamos a la carretera, se suaviza.
Los paisajes entre la zona urbana y la rural tienen demasiado contraste para mí. De repente hay demasiados objetos hechos de concreto y después árboles, muchos árboles. El sol me ayuda a mantenerme despierto aparte del café. La manera en que la luz choca con las hojas, incluso si vamos rápido, me recuerda a los traslados que solía hacer en mi planeta, cuando también íbamos por carreteras.
El viaje dura más o menos una hora. La estación no está tan saturada como en la capital, pero tampoco creo que se mantenga así en las siguientes horas.
Apenas llegamos a la estación, un auto parece ya esperarnos. Reig les hace una señal de que hemos llegado y luego nos subimos con ellos. Es un auto enviado por Javier para recogernos y llevarnos al aeropuerto.
Javier nos recibe en una de las entradas, un poco apartados para evitar a las personas lo mejor que podamos.
—Entonces ¿todo salió bien? – Pregunto.
—Intenté conseguirles boletos juntos, pero los asientos se ocuparon con rapidez. – Comenta Javier, guiándonos al interior.
—Vaya, incluso en emergencia los boletos cuestan. – Exclama Susan.
—No, los lugares son gratis y los obtienes conforme vas llegando, en el caso de las aerolíneas que están ayudando. Por eso digo que se están “ocupando”. – Aclara Javier, luego murmura para sí mismo. – Quien sabe que habrá negociado Meme para poder lograr eso, pero que bueno que lo hizo, o el tráfico ya sería peor de lo que ya está.
—Así que… ¿cómo nos iremos? – Pregunta Reig.
—A ti y a Susan les toca dentro de una hora. En tu caso, Frank, tu vuelo es a las 9 de la mañana, así que ve buscando la puerta por la que vas a ingresar al avión y espera. Por cierto, retírate eso de la cabeza, si supieras como son de paranoicos los de seguridad. – Javier saca tres boletos blancos; los lee y nos da a cada uno su respectivo papel.
Nos guía hacia la zona de registro y después a través de los detectores de metal. Javier se presenta como nuestro tutor para que podamos pasar. Conmigo tardan un poco más por que detectaron metales en mí, a pesar de que retiré todo. Resulta que tenía en mi pantorrilla un pedazo de aluminio atorado a mi pantalón. Luego de eso me dejaron pasar.
—Bien, sus boletos están a sus nombres. Aquí debo dejarlos. – Anuncia Javier, apenas llegamos a la zona de abordaje.
—¿Tú irás en otro? – Pregunta Susan.
—Si, de hecho, mañana, pero quería asegurarme de que llegaran bien… en fin. – Javier parece dudar un poco, pero luego nos abraza por un momento. —Cuídense, reúnanse tan pronto como puedan.
Javier se retira y nosotros nos despedimos a distancia mientras vamos en direcciones contrarias. Ahora me toca llegar a la puerta por mi cuenta.
Hay demasiadas sillas y muchos letreros con letras en español y en inglés. Algunas de esas palabras nunca las había visto porque en mi planeta usábamos otras para sustituirlas. Solo sé que tengo que seguir los números de mi boleto, pero el camino es muy extenso y no conozco el lugar.
Mientras busco la puerta que me toca, observo diferentes miradas hacia mí. Estoy llamando la atención y eso no me gusta mucho, pero de todos modos necesito ayuda para saber si voy en la dirección correcta. El problema es que, por las miradas, no creo que alguien quiera hacerlo.
—Oye ¿necesitas ayuda? – Exclama una voz de un muchacho a mi derecha, pareció notar que tengo dudas.
—Eh… sí. Necesito llegar a esta puerta. ¿Sabes dónde está? – Le muestro mi boleto y dejo que lo lea.
—Oh, yo voy a la misma. ¿Quieres ir conmigo?
—Por favor, pensé que estaba perdido.
—Vamos por aquí.
El chico me guía por el largo pasillo, pasando por varias puertas. Qué conveniente haberme encontrado a alguien que va al mismo lugar.
—¿Vienes solo? – Pregunto mientras intento seguirle el paso.
—Venía con mi familia, pero tuvimos que separarnos porque ya no alcancé lugar en el avión.
- Oh… ya somos dos. Mis amigos ya debieron de haberse ido. – Miro los aviones que están partiendo. – Y… ¿Cuál es tu nombre?…
—Soy Christopher Jafet, dime solo Jafet si quieres. – Jafet extiende su mano para que yo la estreche. —Y… no me digas, tu nombre es Frank, ¿cierto?
—Correcto. – Agito su mano levemente. —¿Ya habías escuchado de mí?
—Cuando saliste en las noticias hace un mes, sí. Y cuando vi que estabas acompañado de Meme, fue una sorpresa.
—¿Por qué? ¿La conoces?
—Era mi compañera en la secundaria, tenía mucho tiempo que no la veía… Es aquí. – Jafet me hace una señal de que hemos llegado y luego nos sentamos. – han pasado más o menos dos o tres años desde la última vez.
—Wow. Qué casualidad encontrarte entonces. ¿Por qué dejaron de verse?
—La última vez que la vi fue el día del terremoto del 2019. No supe de ella hasta que salió en las noticias por lo del ejército. – Jafet se estira hacia enfrente para relajarse.
—Si quieres, cuando todo esto termine, puedo hacer algo para que se vean de nuevo.
—Sería genial, pero va a estar ocupada, ¿no?
—Por ahora… - Pienso por un momento y luego se me ocurre una idea. – Ya sé.
Saco mi teléfono y marco a Meme.
—Oye, ¿estará bien? Puede que esté haciendo algo justo ahora. – Exclama Jafet.
—Nah. Creo que hoy está libre. Al menos siempre está libre cuando le marco yo.
Pongo el altavoz y espero un momento hasta que responda el teléfono.
—¿Todo bien? – Pregunta Meme por el teléfono, en un tono bastante serio.
—Si, todo en orden. Solo quería llamar porque tal vez esto te anime un poco. – Hablo con un volumen más alto de lo normal por el ruido. – Me encontré con alguien que te conoce desde la secundaria.
—¿seguro? Una parte de mis amigos de esa época murieron en el terremoto. Pero no sé quiénes, ¿de quién se trata? Sebz, Jan, Nath, Santi… - Meme enlista algunos nombres de quienes cree que son.
—No, se llama Jafet. No sé si lo ubiques. – Replico, pasándole el teléfono a Jafet.
—¡Hola! – Saluda con entusiasmo, Meme no responde. —Si me recuerdas, ¿verdad?
—Tu… - Meme murmura. —¡No estás muerto!
—Igual pensé lo mismo, hasta que te vi en la tele. Así que te metiste al ejército. ¿Y cómo fue que obtuviste esos poderes? – Jafet continúa la conversación.
—Eso… bueno, la verdad quien sabe. Pero sí, decidí ayudar en esto de la guerra…
—Meme, el presidente quiere vernos. – Se escucha la voz de Silk al fondo.
—¿Estás trabajando? – Pregunto
—Si. Perdón que la llamada sea un poco corta, pero tenemos cosas que hacer. – Meme se disculpa. —Cuídense, haremos lo posible por que todo salga bien.
—Ok. Suerte. – Se despide Jafet.
—La necesitaremos.
Meme cuelga y Jafet me devuelve el teléfono, el cual guardo de inmediato.
—No se escuchaba… bien. – Murmura Jafet.
—Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo y luego esto… Ha de estar estresada, pero tiene que hacer las cosas.
—¿Así que se va a encargar de todo junto con Silk?
—Al menos de lo más peligroso… pero van a lograrlo. Los conozco a ambos, ellos dos pueden evitar el misil. – Intento animar a Jafet, viendo que se ve un poco preocupado.
—Esperemos que sí… Confiaré en ellos, igual estoy seguro de que lo lograrán. – Jafet parece pensar un momento. —Pero por alguna razón, algo me dice que las cosas no saldrán tan bien como esperamos.
ESTÁS LEYENDO
Error de Código: Autónomos
Teen FictionTres años después de un terremoto que azotó México y otros países en 2019, Meme, de 17 años, manifiesta un conjunto de poderes paranormales que la convierten en una persona poderosa y que llamó divergencia. Durante mucho tiempo vive creyendo que es...