Convivencia

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Leer por las mañanas es un hábito saludable que Jennie ejerce desde hace ya varios años. No le molestaba que fuera. Aunque últimamente se centraba en el periódico nacional como una forma de adaptación para conocer más acerca del país.

Eso, y una buena taza de café, es todo lo que generalmente necesita antes de ir al trabajo.

Pero hoy no era un día de esos.

Se supone que los fines de semana se queda en casa a completar papeleo de la empresa hasta el mediodía, luego como parte de sus obligaciones realiza una reunión virtual con Jisoo, reportando las actividades concluidas de la semana. Y tras un breve descanso, sale a divertirse a algún club nocturno para quitarse el estrés acumulado.

Hoy, era distinto porque no haría ningún trabajo en casa, ni tampoco hablaría con su prima por videollamada. Ya había planes para la tarde y sobre todo para su tranquila mañana. Los cuales iniciaron hacía un par de horas y eso la ponía intranquila porque tal como lo acordó la noche anterior, tendría un desayuno con Lisa en casa. Y estaba bien porque a Jennie le encantaba todo lo que cocinaba su chef y más si implicaba invadir su departamento desde muy temprano.

El problema fue que debía esperar un tiempo a qué aquello que la chef colocó en el horno estuviera listo. Al menos hasta que llegara Lisa del parque.

A Jennie no le gustaba salir a correr o hacer algún tipo de ejercicio que la sacara muy temprano de casa, para eso estaban sus escapes nocturnos dónde salía a bailar.

Por eso tuvo que quedarse en el departamento de la chef y cuidar a qué el horno no se apagara antes de tiempo.

—¿Será que ya está? —observó su reloj, notando que faltaban aún veinte minutos.

Impaciente, siguió leyendo la última nota de finanzas, pero no pudo captar toda su atención. No cuando sus sentidos se alertaron de un peculiar aroma que empezaba a invadir cada rincón de la sala. Eso la hizo reaccionar para escabullirse de una vez por todas a la cocina y ver si podía probar, aunque fuera un poco de lo que parecía estar ya listo.

—¿Qué crees que haces? —la voz detrás de ella la alertó. Se levantó casi al instante, ocultando los guantes de trapo detrás de su espalda.

—Ah... solo venía a ver qué no se quemará nada.

—Uhm. Claro —la chef prefirió no decir nada. En su lugar, caminó hasta el horno notando que faltaban tres minutos más—. Dame.

—¿Qué? —Lisa señaló lo que la otra escondía en su espalda—. Ah. Toma.

Se colocó los guantes y con cuidado retiró un extremo de la cubierta de aluminio para cerciorarse que estuviera cocido.

Desde una distancia considerada, Jennie la observó analítica. En realidad la escaneaba cautelosamente. Cuando la chef le pidió que subiera a su departamento a cuidar el horno, notó que usaba otro estilo de ropa, diferente a como lo que estaba acostumbrada a ver. Ahora que regresaba de su ejercicio matutino, traía envuelta la sudadera a la cintura, lo que dejaba a la vista sus delgados brazos y la bella porción de busto oculto bajo una ligera blusa. Su cabello sujeto en una coleta alta permitía observar su perfil lateral, dónde pudo apreciar el enrojecimiento en su piel y leves marcas de sudor que se dispersaron traicioneros por su cuello.

¡Dios bendito! Aun sin arreglarse es muy hermosa. Pensó para sí, recorriendo en ella un agradable cosquilleo en el vientre.

Probablemente, era el hambre que ya iba en aumento.

—Uff. ¡Qué bien huele! —dispersó su mente y se acercó a la chef para tomar un trocito de carne también—. Podría necesitar también un poco de... ¡Auch! ¿Por qué me das un manotazo?

Segundas oportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora