Respiro

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Había dejado de manifestar en que una salida poco planeada solo conduciría al desastre. Ahora, aceptando a final de cuentas su destino, se dedicó en silencio a observar el panorama desde el cristal. La puesta del Sol caía en el horizonte e incluso notaba algunas parvadas de aves sobrevolando entre las montañas que empezaban a ser notorias a medida que avanzaban en su recorrido.

¿A dónde de lejos pensaban llegar? Era su primera duda. Una qué incontable vez cuestionó a su compañera, a lo que solo le respondía con un simple "pronto lo sabrás". 

Por su parte, la morena se mantuvo en un silencio imperturbable (no le quedaba de otra, ya había molestado a la chef más de la cuenta que si seguía probablemente acabaría por enfadarla de verdad.

Pese a ello, aunque lo trató de evitar, se le veía emocionada. Hasta hace una hora creyó que su idea no había sido la mejor para su "rapto", debido a que no estaba segura de que todas las modificaciones que solicitó con anterioridad ya estuvieran concluidas. Pero al menos esperaba que el lugar al que iban fuera del total agrado para la chef.

—Ya estamos demasiado lejos de la ciudad... —susurró nerviosa de la lejanía al notar el libramiento en dónde se incorporó Jennie.

—No desesperes. Faltan cinco minutos.

—Eso dijiste hace quince minutos.

—Quince, cinco... ¿Cuál es la diferencia?

—Jennie —la fulminó con la mirada.

—Está bien. No digo nada —más le valía no volver a bromear, al menos hasta llegar—. Pero sí, ya casi llegamos.

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Como lo mencionó solo faltaron unos cuantos minutos. Al cabo del tiempo, llegaron a las orillas de una población bastante rústica que poco a poco iba cubriéndose por el brillo naciente de la noche.

—Desde aquí, seguiremos a pie —expresó luego de apagar el motor y desabrocharse el cinturón de seguridad. Aunque la comunidad estaba frente a ellas, aún debían continuar caminando.

—Jen, se ve bonito el lugar, pero ya es demasiado tarde como para salir. ¿Por qué no venimos algún otro día que tengamos tiempo?

—No, no, no. Ya estamos aquí, ¿para qué postergarlo? Ven, vamos —la animó a seguirla.

Sabiendo que su amiga no daría su brazo a torcer, no tuvo más remedio que ir.

—Está bien —hizo lo mismo que su compañera y descendió del auto.

Una vez que la morena accionó los seguros, emprendieron su recorrido cuesta arriba, adentrándose en las callejuelas del pequeño pueblo al que llegaron.

Observando los alrededores del acceso pareció serle conocido a la chef.

—¿Estamos en...? —No recordaba el nombre exacto, pero creía saber del lugar. Pocas veces había tenido la oportunidad de salir de su ajetreada rutina y aunque llevaba mucho tiempo viviendo en Bangkok, no tenía tanto conocimiento de los sitios turísticos de los alrededores.

—¿Lo conoces? —se emocionó—. Eso es genial.

—No realmente. Solo que aquí hay un restaurante muy popular y en alguna ocasión vine por cuestiones laborales.

—Entonces, hoy será el día en que lo conozcas a su máximo esplendor.

Por extraño que sonara, a la chef le dio miedo su comentario.

Se internaron en el pueblo ascendiendo en línea recta por el estrecho camino empedrado que conducía (según la pequeña y única tabla de información que alcanzó a revisar la chef en la entrada) a la parte alta donde había un mirador.

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