Una pizca de... Celos

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El interminable mar de los negocios suele ser una lucha constante de poder y dinero. Navegar entre sus turbulentas aguas a menudo atraen la mirada de peces que aspiran desestabilizar la armonía de su tripulación. Lisa lo tenía tan claro y aun así, no podía dejar de sorprenderse de la facilidad con la que aquella morena que veía al frente del podium conseguía desenvolverse con tanta facilidad y calma ante la multitud de invitados que compartían el recinto de eventos en Industrias Kim.

—Oye, parece que Jennie tiene facilidad en esto. Me cuesta trabajo verla en modo serio —susurró Irene, quien compartía mesa con la chef.

—Sí, luce... distinta —respondió sin despegar ni un segundo los ojos de la morena, quien estaba terminando de agradecer la asistencia a la reunión.

Cuando terminó, de inmediato fue interceptada por algunos ejecutivos que aprovechaban la oportunidad de discutir temas de interés.

Era obvio que aquella velada ella estaría ocupada atendiendo asuntos de la empresa, por lo que la interacción con la chef sería limitada. Aun así, Lisa parecía contenta de estar ahí y tampoco es que estuviera sola porque su mejor amiga la acompañaba.

—¿Cuál de estos te gusta más?

—Tú no pierdes el tiempo.

—No. Responde.

—Estamos en un evento privado y ¿se te ocurre mostrarme vestidos de novia, Irene?

—¿Qué tiene? Tengo que aprovechar cualquier oportunidad libre para encontrar el vestido ideal.

—Te vas a casar en un año. Hay tiempo de sobra.

—Puff. Amiga, cuando estés en ello me entenderás.

—Eso tendrá que esperar. Además... —expresó dudosa—, Jennie y yo aún no formalizamos lo nuestro.

—¡¿Qué?!

—¡Puedes bajar la voz!

—Repite eso.

—Bueno, es que hemos estado un poco ocupadas con el trabajo y digamos que esta es la primera salida juntas en días.

Irene la observó con incredulidad.

—Pues date prisa Lili porque quién sabe y a lo mejor ya te están comiendo el mandado —señaló con la mirada al fondo de su costado a Jennie quien parecía entretenida conversando con algunas personas, en su mayoría adultos mayores. Aunque dentro de aquel grupo fácilmente sobresalía una joven mujer que parecía no tener la intención de apartarse de la morena en lo que iba de la reunión.

Habían pasado diez minutos y Jennie ya se encontraba discutiendo con otro grupo de personas, pero para su sorpresa, la misma mujer seguía acaparando su compañía.

La chef evitó a toda costa prestar interés a ese detalle, no tenía la intención de parecer atenta a lo que su "querida amiga" mencionó y tampoco adoptaría una postura que la colocara en una situación de sospecha porque conocía los sentimientos de su morena.

—Lis, tu celular está vibrando.

—¿Eh? —despegó la vista del pequeño centro de mesa. Se encontraba pensativa—. Ah, cierto.

Observó que se trataba de un mensaje de nada más y nada menos que Jennie.

Jennie: ¿Te gustan los tacos?

—¡Eh! —levantó la ceja ante su pregunta tan fuera de lugar.

—¿Sucede algo? —se acercó Irene para leer lo que veía Lisa—. Ustedes sí que son muy románticas.

Ignorando el comentario de su amiga, volvió la vista al frente donde la morena se encontraba hablando directamente con uno de los del grupo.

Lisa: ¿Qué se supone que significa eso?

Nuevamente, desvió la vista a la morena notando que interrumpió su discusión para responder al instante el mensaje.

Jennie: Te digo un secreto. Es la fiesta más aburrida que he organizado este año y aún me queda una más por realizar.

Aquello no hizo otra cosa que desprender una pequeña risita a la chef. Sí, la morena podría aparentar ser la más serena en todo el recinto, pero su verdadero ser quedaba al descubierto en situaciones como esas.

Lisa: Estoy segura de que tus empleados piensan distinto.

Lisa: A propósito. Me gustó tu discurso, señorita presidenta.

Jennie: ¿Es tu forma de decir que te gusta como me veo?

A lo lejos notó que la morena la estaba viendo guiñándole un ojo antes de regresar la vista a la persona que ahora se incorporaba a la conversación.

Lisa: No necesito escribirlo, si puedo decírtelo de frente.

Lisa: Lástima que estés muuuy ocupada.

La chef dejó el celular sobre la mesa y se concentró en ayudar a Irene a decidir qué tipo de tocado sería el adecuado para el vestido que estaban analizando.

—Espero que el pequeño grupo musical haya sido de su agrado—mencionó Jennie quien sorpresivamente había llegado a la mesa.

—No estuvo mal —respondió Irene, sonriendo cómplice ante la llegada abrupta de ella.

—Lo elegí contemplando sus gustos y... ¿Esos son vestidos de novia? —se interesó en las imágenes que veían del celular—. ¡Cielos, sí que están muy aburridas!

—No le prestes importancia —intervino Lisa—. ¿Qué haces aquí? Pensé que demorarías un poco más. No te preocupes por nosotras, estamos bien.

—Bueno. A decir verdad, yo si estoy aburrida y ya cumplí con todo lo que tenía que decir y hacer aquí, lo demás queda a cargo de mi organizador. ¿Les parece si nos vamos?

***

Avanzaron por el corredor central a uno de los accesos. Antes de llegar a recepción, Jennie tuvo que detenerse a despedirse de algunos invitados, entre ellos de la mujer que estuvo con ella la gran parte del evento.

—Es una pena que tenga que retirarse. Quería seguir discutiendo el tema que dejamos inconcluso —expresó la mujer con cierto grado de encanto, captando la atención de Lisa—. Estoy segura de que a su acompañante no le molestará que insista.

—En lo absoluto —se limitó a decir Lisa. Brindando la más falsa sonrisa que pudo mostrar.

Si la morena no conociera el temperamento de su chef, sabría que debía evitar a toda costa darle importancia a situaciones que la colocaran en callejones sin salida. Debía de actuar rápido.

—Me temo que será en otra ocasión. Sí me disculpa. Debemos volver a casa. Dejamos a los niños con la niñera quien ya debe estar al borde de la locura.

Tanto la mujer como la chef se sorprendieron girando a verla de golpe.

—¿U-ustedes son pareja? —preguntó la mujer inquieta por dicha confesión.

—Por supuesto. Tenemos diez años de matrimonio. Lo que me recuerda —volteó a ver a la chef—. Mi amor, mañana cumplimos un año más de casadas. Espero que tengas listo mi regalo, si no tendré que castigarte. No te preocupes por los niños; Elio y Amara se irán con sus abuelos todo el fin de semana.

—Ah... —la chef intentó articular palabras.

—Este... —interrumpió la mujer—. Yo debo volver a mi hotel, señorita, es decir, señora Kim. Mi asistente le hará llegar el convenio para la siguiente reunión. Sí me disculpan.

—Pierda cuidado —sonrió amable Jennie ante la prisa de la mujer por irse de ahí. Cuando al fin perdió de vista a la mujer pudo atender a su chef—. Entonces, ¿vamos por unos tacos?



© Todos los créditos a la autora original, @Kitio-lane.

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