Angustia

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En su segundo intento marcando pensó que probablemente Lisa intentaba darle un poco de dramatismo al asunto, tal vez algo sorpresivo que hiciera de la velada, única.

Pero usando la lógica, era la chef de quien hablaba. Tenía una forma exigente y exacta para hacer las cosas, por lo que para la tercera vez llamándole llegó a la conclusión de que probablemente estaba haciendo algo del trabajo.

—Supongo que es inútil seguir intentando —dejo el celular sobre el sofá. Más cómoda en casa, usó el tiempo libre que tenía para revisar las carpetas que su secretaria le dio en la mañana.

La decisión se tornó algo apresurada, incluso la venta del departamento ya la tenía agendada en un par de días a una pareja que conoció semanas atrás, por lo que tomando en cuenta la situación, tenía el tiempo justo para completar todos sus pendientes.

El sonido en la puerta interrumpió la charla interna que tenía, aunque no le importaba tanto sabiendo de la persona que era, o pensaba que sería.

—¿Sana?

—¿Y esa cara? —La doctora ingresó saludando afectuosa, se le notaba que cargaba un buen humor—. Pareciera que esperabas a alguien.

—Ah. Hola —desvió el tema— ¿Qué te trae aquí? Pensé que dijiste que estarías con tus amigas hoy.

La doctora sonrió, cerró la puerta con el pie jalando a Jennie a la sala.

—Así es. Y lo estaba, pero me enteré de algo que quise venir a verte. ¿Es cierto que vendiste tu departamento?

—¡Eh! ¿Quién te lo dijo?

—Entonces es cierto —No pudo evitar sentirse emocionada. Aquello podía ser el paso que buscaba para tener la afirmación a la propuesta que le dio.

—Bueno sí, pero...

—Salgamos ahora —intervino al instante. No estaba dispuesta a escuchar un no por respuesta y ella lo sabía.

Volviendo la vista al teléfono, Jennie supuso que ni de chiste recibiría alguna noticia de Lisa. No pudo, sino sentirse decepcionada por las altas expectativas con las que se había ilusionado.

—Está bien. Vamos —Aceptó sin ganas.

***

—Te encantará este lugar —Tomaron asiento en una de las mesas centrales del restaurante al que Sana por recomendación de su amiga asistieron—. Tengo entendido que el sitio es popular por sus cortes de carne.

—Uhm. Sí. Ya lo había escuchado.

—¿Has venido aquí?

Una vez, con Lisa. Pensó con tristeza para sí. Entre aquellas salidas nocturnas que eran ocupadas cuando la morena convencía a su amiga de ir y venir a cuanto lugar se le ocurría. 

—Hace algún tiempo.

—Entonces, puedes hacerme una recomendación —observó la carta que el mesero le brindó.

—Bueno... —De igual forma, dio un vistazo rápido a todo señalándole lo que ella llegó a consumir en su momento—. Quizá esto sea una buena opción.

En lo que la comida era traída, la morena aprovechó para ir al sanitario. Si era franca, no podía dejar de sentirse lastimada por algo que nunca ocurrió. Ingenuamente, seguía creyendo que Lisa podría ser aquella persona capaz de hacerla feliz, pero a medida que avanzaba el tiempo entendía que el interés solo era unilateral.

—Porque carajos tuve que interesarme en ti —susurró agobiada y dolida.

—¿Oíste lo que pasó en el restaurante al que fuimos la semana pasada? —Un par de mujeres entraron al baño conversando—. Del hombre que apuñaló a uno de los chefs en venganza tras su despido. 

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