Magia

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Las estrellas seguían cubriendo el cielo y por lo que indicaba el reloj, aún faltaban un par de horas para que saliera el sol.

—¿Cuál es el propósito de levantarme tan temprano? La mañana es... mala.

Los quejidos de su compañera no parecían ser de total importancia para Lisa, quien se le veía concentrada en el celular cuadrando sus actividades del día.

Ambas se encontraban en el estacionamiento esperando a que llegaran las personas que las iban a auxiliar con el auto varado.

Con rapidez, la chef redactó las últimas indicaciones a la persona que mantenía ayudándole con la administración de la escuela. Cuando revisó que todo estuviera en orden, volvió nuevamente al presente en que se hallaban.

—Por si ya lo olvidaste; aún debemos regresar a la ciudad, tienes que ir con un médico para que te revisen el tobillo y, por si fuera poco, hay que ir a trabajar —respondió con autoridad y un poco estresada, volvió la vista al reloj solo para cerciorarse de que las personas que iban a su auxilio esa madrugada estaban con bastante retraso.

—De acuerdo, sí. Pero...

—Pero nada. Ya te dije que esta fue una mala idea desde el inicio. Mira que venir aquí a principios de semana —Su mirada era tan letal que a Jennie no le quedaba más que quedarse callada para no hacer más grande su enfado. Aunque si de algo estaba segura, es que Lisa necesitaba darse cuenta de algunas cosas propias.

—Está bien, lo reconozco. No fueron de mis mejores ideas, pero es que, si te proponía salir, quizá me pondrías en lista de espera. Y tal parece que la diversión no está en tu itinerario —Muy bien, lo había dicho. Pensó envalentonada.

—Jen, hay tiempo para todo —volvió la vista a su amiga—. Y también suelo divertirme.

—¿Ah, sí? Uhm... Dime, ¿Cuál fue la última cosa alocada que hiciste esta semana? Aparte de este viaje, por supuesto.

—¿Qué?

—Cuéntame —la observó gesticulando una sonrisa cómplice ante la posibilidad de escuchar alguna aventura sucedida.

Pero lo único que observó fue como la chef intentaba completar una oración de algo que sonaba tan ridículo para que fuera tomado como divertido.

—En serio. ¿Lavandería? —levantó la ceja confundida—. ¿Qué clase de diversión es esa?

—Bueno, no fue precisamente algo alocado, pero la cosa es que como el lugar al que asisto estaba cerrado tuve que deambular un par de cuadras hasta dar con otro establecimiento y...

—Para por favor —no pudo aguantar más la risa y sin pena alguna se burló de la banal experiencia de su chef para ir a lavar su ropa. Su caso sí era grave, meditó—. Sí que eres bastante letal.

—Oye, no te burles de mí —sus mejillas se colorearon a más no poder.

—Está bien —intentó con todas las fuerzas del mundo recomponer su postura, pero tan solo volver a recordarlo le hizo soltar a carcajadas—. No, ya, ya. Espera —carraspeó para serenarse—. Bien, continuemos —Otra risita amenazaba con escapársele, pero lo contuvo.

—No, ya no te diré nada —cruzó los brazos, apenas tomó asiento a un costado de ella, tal cual niña haciendo un berrinche. La morena lo visualizó pareciéndole encantador la forma de querer ocultar su vergüenza.

—Discúlpame —suspiró hondo al fin, hallando la serenidad que necesitaba—. Pero es que... ese era mi punto —como pudo intentó acercarse a su amiga para hacerle bajar los brazos y con una mirada amable suplicarle que la mirara a los ojos—. Me gustaría que tomarás en cuenta mi consejo. No sé por qué intentas hacer de tu trabajo tu propósito de existencia, pero... en el mundo hay más que eso.

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