Lejanía

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Irene terminó de vendar la mano de la chef una vez haber aplicado el ungüento. Ese día, por órdenes del doctor y solo porque su amiga la obligó, Lisa tuvo que quedarse en su departamento como parte de su recuperación.

Era un poco más de medio día, ambas habían terminado de comer y luego de haber ayudado a su casi hermana con su aseo personal, al fin podían conversar en la comodidad de la sala. Principalmente, porque moría de curiosidad en saber qué había ocurrido luego de su fuga con Jennie, tras haber dejado a una Doctora molesta y a ella (claramente divertida con lo que hizo su amiga) en el hospital.

—Entonces ¿se lo dijiste? —se sintió emocionada ante la noticia.

La chef no pudo hacer otra cosa más que observar la taza de té semivacía que envolvían sus manos. Intentaba —a toda costa— mantener la calma para no ser tan obvia su emoción, pero a medida que narraba los hechos del día anterior, no podía evidenciar la dicha que experimentaba al por fin sacar a relucir los sentimientos por Jennie.

—Lo dije y después de hacerlo la besé —rio cuando escuchó él gritó de emoción de la otra—. Irene, de verdad. Yo creí que nunca sería capaz de sentir de nuevo tanto o más, como lo que estoy sintiendo por ella.

—Mira quién te viera, suspirando por nuestra amiga.

—Es que ella es tan risueña, me hace feliz con sus travesuras, es decidida cuando se lo propone, directa, hermosa... —se quedó sin palabras—. Dios, lo tiene todo. No sé cómo no pude darme cuenta antes.

—Sí. Sinceramente, estabas un poco ciega. A la pobre la tuviste en la friendzone por mucho tiempo, pero no te culpo, tenías que quitarte el fantasma de Rosé para avanzar.

—Es verdad. Honestamente, no sé si su llegada al país fue casualidad o destino, pero que me dijera lo que siente de frente y que pese a toda adversidad decidiera seguir adelante, habla de la determinación que tiene el ser humano para alcanzar sus objetivos.

—Exacto. Hay que aprenderle mucho a nuestra Jennie. Yo ya te hubiera mandado a volar hace rato.

—¡Oye! Más respeto.

—La verdad —se burló—. Bueno, pero a todo esto... ¿Qué sigue? Ajá, se lo dijiste ¿Y? ¿Qué te dijo? ¿Cómo quedaron? Cuéntame ¿Qué pasó después?

—Pasó que tú ya te tienes que ir —se levantó para llevar el par de tazas a la cocina y despedirse de su amiga.

—¡Qué! ¿Me vas a dejar con la duda?

—Sip. De mi boca no saldrá nada. Por ahora. Así que, me dio gusto verte hoy —la encaminó a la salida—. Gracias por ayudarme, Irene. Nos estamos viendo.

—Está bien —la detuvo—. No preguntaré, aunque esa sonrisita tuya te delata.

—¿Cuál? —fingió demencia.

—Qué pésima actriz eres.

—Por eso soy chef —le beso la mejilla—. Cuídate.

Se quedó unos segundos en el marco de la entrada, despidiendo a su amiga. Cuando al fin las puertas del elevador cerraron, volvió adentro para sentarse a trabajar.

...

Que se pasara hablando de Jennie por un buen rato, provocó que su mente la mantuviera en sus pensamientos todo lo que iba de la tarde. Entre constantes interrupciones consiguió terminar el trabajo que destino para casa y aunque tenía que revisar algunos documentos más, prefirió hacerlo al día siguiente, solo porque el reloj marcaba pasadas las diez de la noche.

Estaba demasiado cansada para continuar y sobre todo, para preparar algo de cenar.

—Supongo que siempre hay una primera vez para todo —expresó para sí, al ver lo que sería su cena. Colocó la tapa de pan previamente cubierta con mermelada—. Si mi madre me viera —negó divertida al darle una mordida y volver a la mesa.

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