Apariciones

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—Hiciste lo correcto.

—¿Tú crees? —Jennie volteó de reojo a la cocina dónde su amigo Len preparaba algo de tomar.

—Por supuesto—regresó a la sala con dos vasos servidos—. Ya era hora de poner un límite. Fuiste clara con ella. Tuvieron tiempo suficiente de pensar y llegar a una decisión. Bueno, su respuesta fue más que obvia y ante eso, nadie puede hacer nada. Diste lo que tenías que dar.

La morena se quedó pensativa.

—Sí. Supongo que es cierto.

—Quédate tranquila. Las cosas mejorarán —la reconfortó. Luego, desvío la vista alrededor del lugar—. Tienes un departamento lindo.

—¿Te gusta? Si quieres te lo traspasó.

—Jajaja. No, no, no. No me sentiría a gusto viviendo aquí. Es demasiado tranquilo. Mi estilo de vida daría problemas a los inquilinos del edificio —expresó bromista. Conocía como vivía el castaño. Por su trabajo en el bar, la fiesta era casi una actividad de todos los días. Sabía manejarse entre las personas y a menudo las invitaciones o salidas provenían de los mismos clientes que atendía.

—Sí. Me sorprende que después de que la policía apareciera en tu última fiesta, los dueños no te hayan echado del departamento.

—Son las ventajas de vivir en un sitio repleto de universitarios —Se excusó—. Y... hablando de fiesta, tenemos una hoy ¿Lo recuerdas?

—Con Martha —soltó con desaire.

—Pero ¡Qué ánimos! —se levantó del sofá, extendiendo la mano a la morena—. Andando. Hoy saldremos y te divertirás.

Se la pensó un poco. No tenía tanta ganas de salir. De pronto, se había convertido en la amargada del grupo, causándole cierta incomodidad. Entonces, atendiendo a ese sentir, aceptó con la promesa de que sería una buena noche para divertirse

***

Ya iba con la cuarta copa y Jennie parecía más que dispuesta a dejarse llevar. Al menos esa noche no quería pensar en nadie más que ella misma. No tenía la necesidad de darle explicaciones a ninguna persona, lo que le daba la libertad de disfrutar sin culpas.

La fiesta se desarrollaba bastante bien, el lugar era inmenso y aun así, parecía no ser suficiente para la cantidad de gente que albergaba.

Para suerte de la morena y gracias a la influencia de Len, fueron ubicados en un área más reservada donde solo los más allegados de la anfitriona tenían el privilegio de estar. Lo cual fue cómico para la morena porque apenas tuvo contacto con Martha.

Pese al poco tiempo de conocer a las personas que tenía enfrente, se sintió encantada por la facilidad con la que los aceptaron, apenas oír que Len y la morena eran conocidos de la anfitriona.

—Algunas conocemos a Martha desde que iba a la universidad —señaló una del grupo mientras se presentaba.

—Yo la conocí en el trabajo. Aunque directamente fue mi superior, en poco tiempo nos llevamos de maravilla —habló otra mujer levemente más joven que la anterior.

Jennie sonrió con interés. A lo lejos divisó a Martha quien después de darles la bienvenida y llevarlos con sus amigas siguió en su trabajo atendiendo a los demás invitados.

—Me parece lindo que a pesar de que sean muchas y llevan vidas distintas, se tomen el tiempo para convivir —confesó Jennie claramente admirada.

—No siempre estamos todas reunidas. La mayoría de nosotras viajamos constantemente y otras radican en distintos países. Pero hoy es un día especial porque este año conseguimos que una de nuestras amigas aceptara pasar unos días en Tailandia. Y como se trata del cumpleaños número treinta de Martha, pues qué mejor sorpresa al tener a todas reunidas.

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