Atrevimiento

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El fin de semana llegó, el último grupo que faltaba por integrarse al curso estaba presente. Una decena de personas de distintas edades que deseaban adquirir los suficientes conocimientos para conducirse en el arte de la cocina —a pesar de su nula experiencia— se veían animados a la espera de conocer al chef encargado de dar la cátedra.

Y quien sería la poseedora de dicho privilegio, fue nada más y nada menos que la chef Manobal.

Tomó la decisión de impartirlo después de que el chef a cargo tuviera que abandonar el proyecto por trabajo en el extranjero.

Lisa odiaba que las personas no tuvieran compromiso. Así que luego de una plática acalorada, no le quedó más remedio que tomar el mando ahí.

Ya tenía la mañana predispuesta para algunos módulos del grupo principal, que no encontraba problema para hacerse cargo de un curso de cocina básica por la tarde.

Ahora bien, el problema —si se podría catalogar así— no fue presentarse con ellos, mucho menos que las clases serían tres veces por semana. La razón por la que ahora ponía en tela de juicio su decisión de apoyar en el curso fue encontrar a una mujer bastante conocida entre el grupo.

—E...esto debe ser una broma —aunque lo tratará de negar, la realidad era más que obvia.

De pie, al frente de una estación rodeada de sus demás compañeros y con una pequeña sonrisa tratando de ocultar, estaba la entusiasmada Jennie que al igual que los otros mostraba interés por iniciar.

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—Es todo por hoy. Recuerden repasar los tecnicismos que aprendieron porque les será de mucha ayuda en las siguientes clases —regresó a su mesa de trabajo para alistar sus cosas antes de retirarse.

Se tomó su tiempo acomodando los papeles sobrantes entre las carpetas y luego de revisar que ya nada quedaba suelto volvió la vista al frente para cerciorarse de que todos se habían retirado.

Y lo hicieron, a excepción de una.

Jennie tomó su bolso luego de notar que Lisa la estaba observando. Sonriente, se levantó del incómodo asiento dispuesta a saludar a la encantadora maestra.

—Hola Chef. ¡Qué casualidad encontrarte!

—¿Qué se supone que haces aquí? —expresó con seriedad. No parecía molesta, pero sí que le cayó de sorpresa que la morena se inscribiera en el curso que fue abierto para el público en general.

—No es obvio. Vine a aprender a cocinar.

—Ajá...

—¡De verdad! Ya que no quisiste ser mi chef particular, no me quedó más remedio que aprender —moduló su voz al ver regresar a un compañero que pareció haberse olvidado del suéter.

—¿Y la empresa?

—Descuida, Industrias Kim sigue funcionando tan bien como siempre.

—Uhm... —se quedó pensando—. No sé si creerte.

—No tengo por qué mentirte. Pero si lo dudas podrías tal vez un día ir conmigo a la empresa, verás que todo marcha bien.

—No me refería a eso.

Jennie sonrió. No obstante, sintiéndose más en confianza al notar por fin el aula completamente vacía. Buscó un pequeño espacio en la esquina del escritorio para poder recargarse.

—Ya lo sé —susurró juguetona—. Supongo que captaste mi confesión en nuestra última reunión.

—Uhm. Hablas de...

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