Cap 2- Una extraña presencia.

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Era una mañana cálida de primavera, el aeropuerto de San Petersburgo estaba inusualmente tranquilo ese día pese al buen clima que hace subir considerablemente el flujo de turistas hacia aquella señorial ciudad. Aun así en una de las cafeterías un japonés de 24 años tomaba su café viendo hacia un amplio pasillo como los pasajeros salían a toda prisa del lugar, él también dio un último y rápido trago a su bebida para enseguida levantarse y tomar su voluminosa maleta. Unos minutos después estaba en la salida justo en el punto en el que los taxis se agolpaban buscando acaparar a los fatigados pasajeros, ahí le hizo la señal a uno de ellos.

--Al edificio Vysokaya en la avenida Lygovsky por favor.-- pidió en cuanto subió al vehículo conducido por un hombre de alrededor de 60 años que lo veía con curiosidad.

El hombre de inmediato emprendió la marcha hasta el domicilio indicado el cual de ubicaba en una de las avenidas principales de San Petersburgo, ahí el japonés bajó del auto para rápidamente abrir la cajuela y sacar la grande y pesada maleta.--- Permítame ayudarle.-- se ofreció el taxista.

--Muchas gracias, es usted muy amable pero la verdad pesa demasiado.-- contestó el japonés.

--Por favor permitame.-- el hombre sin mas tomó la maleta y comenzó a seguir a su pasajero hasta la puerta principal del edificio.-- Bueno, ha sido un honor conocerlo, sabe que mi nieto es un gran admirador suyo.-- añadió con una gran sonrisa.

Yuuri Katsuki que era el nombre del chico enrojeció intensamente, en realidad agradecía el cumplido pero no lo creía adecuado, al menos no a esas alturas de su vida.

--Pues es usted muy amable pero creo que...--

--¡Ah por cierto!, ¿podría autografiarme este libro? mi nieto se pondría muy feliz.-- lo interrumpió el hombre con entusiasmo.

Yuuri suspiró, era claro que tendría que complacer a tan ferviente admirador.-- ¿Y cómo se llama su nieto?.-- preguntó finalmente.

--Yuratchka Plisetsky, pero puede poner sólo Yuri.--

--Bien.-- Yuuri enseguida puso su firma sobre un libro de estampas.

--Muchas gracias, mi nietecito se pondrá feliz cuando vea el libro de estampas que tanto quiere y además autografiado por su idolo.--

--Tome.-- el japonés le regresó el libro junto con una generosa propina aparte del costo del servicio.

--Gracias, es usted muy generoso.--

Cuando el hombre se marchó tomó su maleta la cual subió no sin algo de dificultad por la estrecha escalera que lo llevó al segundo piso de un moderno edificio de departamentos, ahí al final de un angosto pasillo se encontraba una puerta marcada con el número 7- b, cuando Yuuri Katsuki vio la placa no pudo evitar reír ante el recuerdo de un amigo que solía decirle que el siete es un número de buena suerte, quizás para algunos si lo era pero en su caso eso era mas que cuestionable.

Al entrar dejó su maleta en medio de una minúscula pero elegante sala, se sentó sobre un sofá de brillante color rojo que contrastaba con la blancura de las paredes y recorrió con la vista el lugar el cual estaba perfectamente amueblado ya que un mes antes él mismo había elegido ese departamento durante su visita a la ciudad, en realidad tanto le había gustado el país que pensó que ahí podría tener un nuevo comienzo y precisamente por ello decidió mudarse desde su natal Japón.

¿Pero quien era Yuuri Katsuki? ¿qué era lo que lo había llevado a esa parte del mundo? pues bien, Yuuri Katsuki era el patinador artístico mas famoso que había salido del país del sol naciente. Debutó en la categoría senior llevándose el oro y a partir de ahí los trofeos y medallas se agolparon en su vitrina, asi mismo los principales periódicos y revistas practicamente peleaban entre si por obtener una entrevista sin contar con que las mas importantes casas de artículos deportivos le ofrecían jugosos contratos para promocionar su mercancía. Por desgracia nada es para siempre, así una noche en plena exhibición Yuuri que por primera vez hacía una rutina en pareja, al aterrizar un salto sintió como la cuchilla del patín de su compañera penetraba en su pierna derecha haciendo que cayera de rodillas mientras un charco de sangre se arremolinaba a su alrededo. Dos cirugías y numerosas terapias lo hicieron recuperar su movilidad, desafortunadamente ya su carrera se había arruinado, cayó hasta el final en las siguientes competencias y en las nacionales de Japón donde apenas si pudo calificar quedó en último lugar después de una rutina llena de traspiés y errores. Así a los 23 años su carrera colmada de victorias se truncó a causa de un inesperado accidente. Después de eso decidió dedicarse a entrenar a otros futuros patinadores no obstante pasar tanto tiempo en su antiguo reino terminó por empeorar más aún su depresión asi que abandonó por completo todo lo relacionado con el patinaje y prefirió comenzar a trabajar como técnico laboratorista en un hospital de Tokio para asi ejercer su profesión a la que le había dedicado tanto tiempo de estudio durante su estadia en Detroit. Por desgracia poco a poco su vida se sumió en la desesperanza, pasaba largas horas en su trabajo como si esto fuese su única motivación, no socializaba con nadie y los fines de semana no hacía más que ver televisión y comer pizza. Su familia insistía en que pasara mas tiempo con ellos pero era inútil, aquel chico había perdido toda alegría por vivir y en su lugar más parecía un robot programado sólo para trabajar. Fue cuando al ceder a los ruegos de su madre tomó unas cortas vacaciones en Rusia resultando que en ese viaje decidiera mudarse a San Petersburgo, esto lo hizo más que todo para al fin librarse de la presión que su familia ejercía sobre él en su afán por sacarlo de su monótona vida, no obstante esto era un caso perdido, Yuuri Katsuki ya había perdido toda alegría por vivir.

Send me an angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora