Cap 11- Entre la espada y la pared.

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Han pasado casi seis meses desde la llegada de Viktor, son principios de septiembre y aunque el buen clima aún está presente las mañanas han comenzado a ser frias como anunciando el ya cercano otoño.

Yuuri ha cumplido dos meses de relación formal con Chris, cosa que sin duda le ha alegrado pero no ha terminado de alejar su arraigada depresión ni su obstinado afán de mantenerse estancado en el pasado. En lo que respecta a su nueva pasión como eran las carreras de autos le había ido bien, la reciente competición en Finlandia los dejó en tercer lugar un sitio por demás ventajoso, no obstante Chris debido a sus clases de actualización en el hospital se vio obligado a darse de baja en un par de próximos eventos lo que claramente interferiría en su puntaje final, sin embargo el suizo tenía las cosas muy claras asi que siempre anteponía su trabajo sobre sus hobbies. Eso dejó a Yuuri un poco decepcionando además de solitario puesto que su ahora novio tenía que viajar a Moscú durante tres semanas para recibir sus clases, por lo demás trató de hacer sus actividades de la forma mas normal posible, iba al gimnasio los fines de semana pero seguía saliendo a correr todas las mañanas con el caniche y con su invisible guardián. Con el chico Plisetsky se había topado en un par de ocasiones pero este que se enteró del tenso encuentro entre el japonés y su entrenador prefirió no tocar el tema del patinaje, en su lugar conversaron sobre otros temas y aunque el rubio no era precisamente la persona mas alegre al charlar si era lo suficientemente interesante como para que Yuuri poco a poco se comenzara a aficionar a su compañía tanto asi que ese fin de semana tomó la iniciativa de invitarlo a su departamento a cenar, por ello esa tarde se afanaba en preparar un katsudon suficientemente decente al menos para no quedar como un pésimo cocinero.

--¿Prepararás cerdo?.-- preguntó el ángel viendo un paquete de carne.

--De hecho es el principal ingrediente.--

--¿Pero entonces que comeré yo?. sabes que soy vegetariano.--

--No te preocupes, ya tengo algo para ti.-- respondió el japonés destapando una olla donde bullia una apetitosa sopa de verduras.

--¡Gracias Yuuri, se ve deliciosa!.--

Yuuri sonrió al ver la genuina felicidad de su amigo.-- Dime, ¿en el cielo nunca has cocinado?.-- preguntó con curiosidad.

--¿Eh? déjame recordar...-- el adolescente apoyó su mentón sobre su mano en actitud pensativa.

--¡No me digas que no lo recuerdas!.--

--Bueno si lo recuerdo pero...--

--¿Pero?.-- insistió el pelinegro.

--La verdad sólo lo hice una vez pero a la media hora la jefa de cocina me echó.--

--¿Y eso?.--

---Sólo te diré que le pidió al jefe Celestino que me ordenara mantener una distancia de al menos diez metros de su cocina.--

Yuuri rió sonoramente seguido del ángel, lo cierto era que esos momentos habían comenzado a suceder con relativa frecuencia demostrando que el hielo en el corazón del japonés poco a poco se derretía.

--Necesito unos condimentos, iré al supermercado que está a la vuelta.-- Yuuri dejó a un lado su delantal y apagó el fuego.

--No es necesario que lo apagues yo puedo terminar de freír ese arroz.-- se ofreció el peliplata.

--¿Después de lo que me acabas de contar? olvidado, apenas acabo de cambiar el papel tapiz junto a la ventana.--

--Lo siento, no quise prenderles fuego a las cortinas que te regaló tu madre.-- se disculpó el adolescente al recordar lo ocurrido una semana antes cuando por poco provocó un incendio en la cocina ya que metió al microondas un trozo de pizza envuelto en papel aluminio que al instante lanzó chispas y el ángel en su desesperación quiso tirarlo por la ventana teniendo la mala fortuna de que se enredara en la cortina la cual empezó a arder.

Send me an angelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora