Cαpı́tulo 30

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Quackity escribía dos veces a la semana sin falta. Vegetta nunca contestó a las cartas, pero no era lo bastante fuerte para resistir a leerlas.

El menor le contaba sobre donde vivía, un piso para presos en libertad condicional que no estaba en la parte más agradable de la ciudad. Tenía un trabajo en una tienda de libros de la cual disfrutaba y le explicaba que su jefe, Ghostbur, era un tipo agradable y flexible con sus horas. Le habló a Vegetta sobre su vida anterior por primera vez. Había sido camarero en un casino antes de pasarse a la mala vida y había perdido su casa cuando entró en prisión. Su madre lo había abandonado de pequeño y su padre falleció por leucemia durante su adolescencia y que no tenía nadie a donde volver cuando salió, aparte de su íntimo amigo, Foolish, que había conocido en la escuela.

Vegetta estaba irracionalmente celoso tanto de Ghostbur como de Foolish. Sabía que era ridículo, pero también sabía que Quackity estaba vulnerable y solo.

Quackity habló con frecuencia y con esperanza sobre las posibilidades de que él consiguiera la libertad condicional en el próximo año y habló extensamente de fantasías de los dos yéndose a vivir juntos con sumo detalle, describiéndole específicamente la casa que le gustaría, desde el color de las cortinas al color del gato que tendrían sentados al lado del fuego.

Vegetta alejó muchas cartas con repugnancia y se dijo a si mismo que había tomado la decisión correcta dejando que sus sueños se evaporaran. Quackity nunca equivaldría a nada, pensaba con escarnio, era un ex convicto que vivía en un mundo de fantasía y todavía estaría en su pequeño y patético piso y en su patético trabajo cuando Vegetta estuviera en la calle. Él incluso llegó a escribir esos pensamientos en una carta, pero cuando la leyó de nuevo, se avergonzó de su propia crueldad. Quackity se sentiría mucho peor si la enviara. Nunca se recuperaría probablemente. Terminaría de nuevo en la prisión o en el fondo de un río. Vegetta sabía que podría garantizarse que el chico nunca se pondría en contacto con él otra vez escribiendo esta terrible carta, pero no lo podía hacer.

Su salvajismo estaba por encima de él.

La rompió en pedazos y luego se tendió en su litera y lloró por el hombre en que se había convertido.

(...)

Quackity todavía le seguía escribiendo cuando llegó el mes de enero, que era cuando Vegetta finalmente recibió el aviso que su audiencia de libertad condicional sería en febrero.

Las cartas del menor eran cada vez más desesperadas y hablaba vagamente de algunos pequeños problemas que había tenido con algunos residentes del piso. Vegetta se preocupó de qué clase de problema podría tener y se preocupaba que el chico estuviera de vuelta directamente a la cárcel como había predicho.

La audiencia de la libertad condicional surgió sobre él como una sombra oscura. Alegrándolo tanto como aterrorizándole. No sabía lo que querían que dijera y sintió que las sinceras disculpas y las expresiones de pena por su delito caerían como falsas. No sentía el haber golpeado a esa escoria que había violado a la mujer en el callejón y sabía que lo haría otra vez. Solo sentía que había llegado demasiado lejos como para matarlo y acabar en la cárcel. Esa parte había sido un error. Pero no podía decir esto en su audiencia, tampoco podría pensar en cualquier mamarrachada para describir sus proyectos de vida una vez que estuviera fuera y cómo beneficiaría a la comunidad estando en libertad.

No tenía proyectos más allá de estas paredes, porque nunca creyó que su liberación vendría. No tenía proyectos más allá de su siguiente comida.

El día de su audiencia, se vistió con el traje con el que había sido procesado y condenado que era el que Rubius le había llevado, mofándose y empujándole, diciéndole que nunca iba a salir para estar con su compañero de cama. Vegetta se mantuvo callado.

Sus palmas empezaron a sudarle cuando se sentó delante del tribunal franqueado por dos hombres y una mujer y alisó su pelo hacia atrás nerviosamente. Lo había dejado que siguiera creciendo, porque creía que le hacía parecer menos agresivo y lo había alisado atrás con fijador. Podría haber llevado un esmoquin, también, y haber ido con grilletes, pensaba burlonamente cuando miró al tribunal y se preguntó cómo le veían. Preguntándose si verían a un hombre que había matado a otro por casualidad en la calle y luego había matado a dos sujetos dentro a propósito, a sangre fría, para salvar al hombre que amaba. Preguntándose si verían a un hombre que había pagado su deuda y era adecuado para ser libre. Vegetta no estaba seguro de que lo pusieran en libertad.

No estaba seguro que pudiera ser un miembro valioso de la sociedad.

Estuvo de vuelta en su celda después de treinta minutos, se quitó el traje y se tendió en su cama en camiseta y boxer. El consejo de libertad condicional lo sabía todo, como si hubieran estado al corriente de todo lo sucedido. Sugirieron un problema con su cólera y citaron todas las ocasiones que había estado en el agujero durante sus seis años de encarcelamiento. Mencionaron el cargo de asesinato, por el que se le había acusado y encarcelado, y hasta mencionaron a Quackity. Vegetta estuvo cortés y serio, mirando a cada miembro del consejo de administración con cuidado a los ojos cuando habló, expresándose a los mamarrachos de una manera tan sincera que hasta se sorprendió él mismo.

Esperó dos días por el veredicto y le contestaron que había sido rechazado y lo reconsideraría en los próximos seis meses. Quackity había estado pendiente de él.

En su siguiente carta le dijo que había estado escribiendo al tribunal y sabía todo sobre su audiencia por la libertad condicional fracasada. Expresó su pena y desilusión, pero le dijo que seis meses no era mucho tiempo y todavía le esperaría. Vegetta rompió esta carta en resentimiento e informó a Alexby que no le pasara más cartas del exterior.

Alexby se encogió de hombros.

— No haría mi trabajo si no te entregara las cartas. —Dijo. — Es tu elección si las lees o no. Pero podría decir que, aunque no entiendo como tu chico todavía se molesta con un gilipollas como tú, después de todo este tiempo, todavía me preocupa.

Vegetta se quedó boquiabierto. Había dado por supuesto la amabilidad de Alexby y la generosidad durante años ahora y oír que el guardia le hablaba tan sinceramente le impresionó.

— ¡Vete a la mierda! —Vociferó. — ¿Qué coño sabrás sobre esto?

Los ojos de Alexby se estrecharon. Se introdujo en la celda.

— ¿Qué sé? Conozco toda esta mierda. Te conozco y él tuvo alguna jodida suerte de empezar un pequeño romance que activamente animé contra mi mejor juicio y luego tan pronto como salió, cuando más te necesitó, lo abandonaste, porque eres un celoso y resentido hijo de puta, que sólo mirabas por ti mismo. Hizo bien en apartarse de ti.

Vegetta no podía con lo que oía. Golpeó a Alexby en la cara, pero el guardia dio tanto como recibió, sacando su porra al instante, cerrándola de golpe en la cabeza de Vegetta y noqueándole contra la pared donde su visión se emborronó con la sangre. Alexby tuvo un respaldo de seguridad inmediatamente y tres pares de manos arrastraron al pelinegro lejos de la celda gritando sobre el abuso, siendo coreado con insultos por los presidiarios de los demás pasillos.

— Te has cargado tu segunda audiencia de libertad condicional, Vegetta. —Vociferó Alexby mientras lo lanzaban desnudo en el agujero. — ¿Crees que Quackity todavía te esperará ahora?

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora