Cαpı́tulo 27

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Pasó otro mes antes de que Alexby entrara en el módulo de recreo y vociferara—: De Luque, a mi oficina ahora.

Vegetta cerró su libro enfadado y siguió a Alexby, preguntándose qué era lo que estaba mal ahora. Alexby lo condujo por el pasillo hacia su despacho. Frunciendo el ceño, Vegetta no dijo nada hasta que llegó a las desiertas cocinas. Receló de algo y de todo –tenía que hacerlo cuando estaba en esta prisión– y ahora su mente se alarmó. Alexby iba a hacer que lo mataran. La mermada cuadrilla de Perxitaa le iba a hacer justicia.

Se detuvo junto al marco de la puerta.

— ¿Dónde mierda vas joderme? —Exigió beligerante, echando un vistazo alrededor, no vio a nadie esperando en las sombras.

Alexby se volvió atrás para mirarlo.

— Tienes que confiar en mí con esto, Vege. Ahora, gírate y déjame esposarte.

— ¿Qué? —Exigió bruscamente. — ¿Vas a matarme, Alex?

Alexby levantó una ceja sarcásticamente.

— ¿Matarte? Has estado viendo muy seguido la serie carcelaria Oz, hombre. Eres un sarcástico hijo de puta, Vegetta, pero nunca tendría el impulso de matarte. Ahora, haz como te digo. Vamos fuera y si te escapas, me meterás en problemas.

Vegetta le contempló. ¿Qué mierda estaba pasando? Se giró y le ofreció las manos a Alexby, permitiendo esposarlo y luego anduvo delante del guardia mientras lo empujaba.

Alexby abrió la puerta trasera de golpe. Ahora Vegetta se perturbó cuando afrontó el mundo exterior, el aparcamiento con los camiones, y ambulancias. Había ido en una de ellas de camino al hospital. Y se fijó en los módulos para visitas conyugales, había oído historias sobre lo que ocurría allí. No era algo que él experimentara alguna vez y siempre había estado celoso de los hombres que volvían con sonrisas enormes en sus caras de saberse queridos y sexualmente satisfechos.

Salió de la prisión tras el empuje de Alexby. El aire de diciembre era frío y caía una nieve ligera.

Vegetta elevó la cara y dejó que los copos acariciaran su rostro y le cayeran en la boca. Durante un momento, fue feliz y olvidó. Alexby le hizo gestos para que avanzara y cruzaron el aparcamiento. La aprehensión devoraba el estómago de Vegetta y sus palmas sudaban.

¿Iba a asesinarle entre uno de esos camiones?

Alexby lo dirigió alrededor de una edificación, lo empujó contra unos escalones y hacia una puerta y subió detrás de él. Tomó la llave de su cinturón y abrió las esposas de Vegetta. Cuando se las quitó, sostuvo las muñecas de este en un apretón fuerte antes de que se pudiera volver, hablando entre susurros.

— Escúchame. Tienes una hora. Esto es algo extraordinario, así que saca el mayor partido posible de él. No pasará otra vez y si tratas de escaparte, vas a estar solo el resto de tu vida.

Vegetta abrió su boca para hablar, pero no pudo. Alexby se acercó y tiró del pomo, empujándolo. Detrás de él, oyó como sonaba la llave de la puerta de nuevo.

Permaneció de pie en una pequeña cocina mirando alrededor. Delante de él había otra puerta y despacio, empujó para abrirla. Sentado en un sofá de lo que parecía una sala de estar estaba Quackity. Parecía muy impresionado de ver a Vegetta.

Sin decir nada, saltó el respaldo del sillón y anduvo a zancadas hasta llegar a él, abrazándolo intensamente.

— Por Dios... —Gimió Vegetta incrédulo antes de que Quackity retrocediera y aplastara su boca apasionadamente con la suya.

Los dos se tambalearon hacia el sofá y cayeron sobre él, quitándose la ropa y Quackity se rió jadeando mientras rasgaba los botones de su camisa. Apretó a Vegetta y devoró su torso desnudo con besos, mientras hacía su camino hacia abajo, desatando su cinturón con dedos ágiles.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora