Aemond Targaryen

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-Una dama siempre debe expresar su opinión alto y claro para que no se produzcan malentendidos.

Bostezaste en voz alta mientras Septa continuaba divagando sobre la importancia de ser una buena esposa. Ser una de las damas de compañía de las princesas en momentos como estos parecía que podía aburrirte hasta la muerte.

-¡Arya! -Septa gruñó en tu dirección mientras te sentabas quieta en tu silla-. ¿Qué te he dicho sobre la etiqueta y los buenos modales?

-Una dama siempre debe dar a conocer su opinión, en voz alta y clara -respondiste rápidamente.

-Esa es una de las reglas del comportamiento femenino. Sin embargo, ¿qué piensas de bostezar abiertamente y atreverte a interrumpir mi discurso? -Ella casi gruñó.

-Pero eso es lo que nos dijiste que hiciéramos, septa. Expresa tu opinión alto y claro. Así que digo que esta lección nos llevará a todas a la tumba y seguiremos siendo solteronas sin recordar ninguna de tus reglas -dijiste con naturalidad antes de que Helaena y otras chicas estallaran en carcajadas atronadoras.

-Cuida tu lengua, niña. Ningún hombre seguirá el ritmo de una mujer tan ruidosa y de lengua afilada.

-Entonces, ¿por qué los hombres prefieren mujeres con lenguas activas solo para mantenerlas ruidosas toda la noche? -Gritó una de las chicas, Madelyn, lo que hizo que todos se rieran aún más fuerte y Septa casi explota de ira.

-¡Advertiré a sus familias de las pícaras irrespetuosas que se están criando en la corte! -Mientras ella se alejaba y las chicas se dispersaban para atender sus necesidades, Helaena y tú decidisteis dar un paseo.

-Arya, ¿qué quiso decir Madelyn sobre los hombres con... lenguas ruidosas y amorosas? -Ella te miró. Levantó las cejas ante la pregunta, pero su rostro mostró una total ignorancia.

-Bueno... uh... -no pudiste encontrar las palabras adecuadas para decirle. Suspiraste y comprobando si había alguien cerca, susurraste.

-Ghm... hay cosas que pasan entre la mujer y el hombre -afirmaste, esperando que fuera suficiente para aplastar su sed de conocimiento.

-¿Cómo qué?

-Cuando se quedan solos, les gusta... abrazar... cariñosamente -hiciste una mueca ante tu explicación, pero ¿cómo podrías explicarle algo tan vergonzoso a tu ingenua amiga?

-¡Ay, como cuando te abrazo! -Exclamó sonriendo más ampliamente-. Pero no nos hace ruidosas -frunció el ceño.

-No, no como nosotras -sacudiste la cabeza-. ¿Recuerdas lo que nos dijo Septas acerca de poder traer satisfacción al esposo? El uso de la lengua es una de las formas de... lograrlo.

Se quedó pensativa durante unos segundos antes de sacudir la cabeza. -No entiendo cómo se supone que funciona esto, pero... ¿qué pasa con el ruido? ¿Por qué una lengua debería hacer ruidoso a alguien? -preguntó ella.

-Bueno... cuando el hombre y la mujer se quedan solos, en realidad... gritan -susurraste.

-¡¿Gritan?! -Helaena parecía atónita.

-¡¡Shhh!! ¡Tranquila! -Inclinaste tu cabeza más cerca de ella-. Son... gritos de felicidad.

-¿De felicidad? ¿Cómo se puede gritar y ser feliz? ¿Y la lengua?

-En realidad, sabes qué. Eso no es tan importante. Nada de lo que debas saber -giraste los talones tratando de irte, pero Helaena te agarró del brazo.

-¡Espera! Muy bien, no voy a preguntar más sobre... cosas de gritos felices con lengua. Pero, ¿cómo lo sabes?

-Madelyn nos contó cuando estabas en Casterly Rock con tu familia -respondí. Seguimos avanzando por el pasillo, pero durante el resto del día, Helaena todavía parecía completamente confundida.

𝐑𝐀𝐍𝐃𝐎𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora