𝐑𝐀𝐍𝐃𝐎𝐌

Daemon Targaryen

Se acercó a una voz que cantaba una canción que no conocía. Sin embargo, el lenguaje de la canción era bastante familiar. Con un gemido abrió los ojos para cerrarlos de inmediato debido a la luz brillante. El canto se transformó en un zumbido y se alejó de él. Lo intentó de nuevo esta vez con éxito. Sus ojos estaban filtrando la habitación hacia tu figura de pie sobre una mesa moliendo algunas hierbas por lo que parece.

—¿Cómo sabes Alto Valyrio? —Su voz era un poco más inestable y áspera de lo que le hubiera gustado, pero hizo su trabajo.

—Rey de los Peldaños de Piedra, estás despierto —Te habías dado la vuelta de tu ocupación anterior y le regalaste una suave sonrisa.

Estaba cautivado por tu belleza, pero también sentía curiosidad por ti de todos modos. Estaba claro que te habías ocupado de sus heridas ya que estaban vendadas y olía como un campo de hierbas.

Lo ayudaste a sentarse derecho y con un paño húmedo se secó el sudor de la frente. Frunció el ceño ante el gesto de casi a punto de agarrar la tela ya que no era un bebé, pero también renunció a las suaves caricias de tus manos, las ligeras caricias como plumas y la suave sonrisa que había perdurado en tus labios.

—Aquí, mi señor —Le diste una taza de una mezcla que huele a tonto y lo animaste a beberla.

—Dios mujer, ¿estás tratando de envenenarme?

Una suave risita salió de tus labios y embelesado te miró. —No, mi señor, por supuesto que no, es una mezcla de hierbas y agua, no es la más rica, pero te ayudará a recuperar fuerzas de la fiebre.

¿Fiebre? —¿Cuánto tiempo estuve fuera? —preguntó antes de tragar la bebida como si fuera el vino de los pubs con fondo de pulgas.

—No más de dos días, mi señor, Lord Corlys Velaryon me ha enviado a buscar de inmediato.

A pesar de que no sabía para qué era exactamente la poción, comenzó a adivinar cuando sus ojos comenzaron a cerrarse. No queriendo volver aún a un estado inconsciente, concentró toda su atención en ti. Tratando de calmar su curiosidad tanto como antes de que tuviera que ceder.

—Entonces, pequeña paloma, no respondiste mi pregunta, ¿cómo es que sabes Alto Valyrio?

Por un momento pareció que ibas a ignorar su pregunta. La suave sonrisa que había adornado tus labios todo el tiempo desapareció por un momento antes de regresar solo para no alcanzar tus ojos esta vez.

—Lo aprendí de mi padre.

Ah, entonces su pajarito estaba bien educado. Como algunos nobles, sus hijos aprendieron varios grados de Alto Valyrio aunque ninguno de ellos alcanzó nunca la habilidad que tú tenías.

—Si a mi señor no le importa, ¿puedo revisar su herida en la espalda? Realmente no he tenido el cambio para revisarlo, ya que no pude hacer que se moviera por mi cuenta —Preguntó cortésmente desviando sus ojos de los de él sin preocuparse por dar más detalles sobre cómo sabía el idioma que solo unos pocos conocían.

Resopló divertido. —¿Me estás llamando gordo? —Ignoró el dolor en su hombro y presionó sus dedos debajo de tu barbilla obligándote a mirarlo. Tus mejillas ardían bajo su roce, algo que él encontraba irresistible y alimentaba su creciente obsesión contigo.

—Por supuesto que no, mi señor, solo quise no causarle ninguna molestia.

Bromeó aún más, encontrando que era casi difícil no hacerlo. —Así que ignoraste mis heridas a favor de mi comodidad.

Ahora habías captado en sus bromas un brillo juguetón perceptible en tus ojos.

—Usted es el príncipe después de todo.