CAPÍTULO V: La trompeta de la muerte

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Mickael

El molesto pitido del monitor, mostrando los signos vitales de Rosie, solo me hacían sentir más nervioso, y no tenía idea de cómo controlarlo. Mientras estaba afuera, entré unos instantes a la habitación de Rosie, la miré por un rato, como no veía su respiración, volteé el rostro, dejando que mi habilidad para escuchar a largas distancias, pudiesen captar el «curioso» sonido del corazón de Rosie.

Al principio no pude lograrlo, pero al prestarle más atención, ignorando por completo todo lo que me pudiera distraer; logré escuchar los latidos del corazón de Rosie. Era tan inquietante como su cuerpo internamente estaba cambiado; por eso no envejecía, Rosie no producía la célula de envejecimiento, «menuda habilidad».

— ¿No está herida? —le preguntó un doctor que entró a la habitación de repente, a la enfermera que estaba cuidando a Rosie en ese momento.

—No, doctor, está, es inconsciente por deshidratación, y trauma, pero es leve. Nada que se tenga que tratar con un psiquiatra, pero sí con un psicólogo.

—Eso parece un milagro.

Miré a Rosie y sonreí. «Lo fue». La enfermera y el doctor estuvieron revisando a Rosie por unos minutos, hasta que estaban a punto de darle de alta, y se quedaron viendo su expediente médico por otro rato más. Al finalizar, desconectaron de ella los suplementos que la ayudaban a respirar, además del suero, pero al ver que estaba bien, decidieron removerlo.

Me alegré por unos instantes, hasta que dijeron —que tenían que esperar a que despertarse para enviarla a un psicólogo, para descartar cualquier trauma—. Tenían buenas razones para hacerlo, pero me preguntaba si realmente iba a encontrar algo, Rosie estaba pasando por muchos problemas a nivel mental, y tenían que ser corregido, pero ningún ser normal podía solucionar lo que estaba ocurriendo con Rosie.

«Solo yo podía hacerlo», aún tenía que buscar la forma para evitar que esa idea de «acabar con su vida» siguiera emergiendo en su mente de forma constante. Un humano, no debería de llegar a ese punto, «¿qué tantas situaciones terribles tendría que estar pasando como para llegar a ese nivel?». Aunque no era mi culpa, porque era la primera vez que me la asignaban, sí era mi responsabilidad salvarle la vida, ahora que estaba en mi poder, por decirlo de alguna manera.

Dejé que Rosie durmiera y salí de la habitación, me quedé detrás de la puerta, cuidando de que nadie «extraño» se atreviera a pasar. Aún no había ningún demonio rondando por los alrededores, pero no me sentía tan seguro, así que intentaba siempre estar pendiente de cada persona que entraba a la habitación de Rosie.

— ¿Cómo está ella? —me preguntó Jael, al llegar de repente. Al verlo, me pregunté el cómo había logrado que le dieran un recipiente asiático, venía desde Corea. Nosotros no poseíamos cuerpos, los creaban para nosotros, pero de cierta forma, «solo en ocasiones especiales», podía elegir el tipo de cuerpo, daba igual la apariencia, lo que verdaderamente interesaba, era que se tratara de un humano al que pudiéramos replicar.

En tal caos de ligarnos entre humanos, no seríamos «extraños», ya que estaríamos representando a un humano real, pero solo mientras la persona a la que le pertenecía el cuerpo, no nos viera. Por eso, era necesario «no ser vistos siendo ángeles, pero con el cuerpo de un humano», era una regla importante, podría provocar cierto trauma y descontrol espiritual.

La ley de no ser vistos por nuestra protegida, se generó cuando años atrás, un Ángel Guardián, al ser visto por su protegida, le provocó problemas de visión, la dejó ciega por no cuidar su verdadera identidad. En otra circunstancia, una humana vio a su Ángel Guardián y eso le provocó un desequilibrio mental a tal nivel de tener alucinaciones.

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