CAPÍTULO XXIV: Él Ángel de la oscuridad

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Rosie

Me sentí desconcertada por sus palabras anteriores y, con una leve sensación de aturdimiento, le pregunté:

—¿A qué te refieres con la protección? ¿Por qué Kareff tomaría esa medida? No logro comprenderlo.

Mis palabras se llenaron de una mezcla de confusión y curiosidad, mientras trataba de desentrañar el significado detrás de las acciones de Kareff y el motivo detrás de su decisión.

—Eso mismo quisiera preguntarle ¿no? —dijo Lexi.

—Este edificio está protegido contra demonios desde que se creó, pero, aunque tú no puedas verlo, los símbolos que no dejaban entrar a demonios están sellados, y se crearon símbolos que evitan la entrada a los ángeles.

Permanecí sumida en mis pensamientos durante un rato, tratando de ensamblar las piezas como si fueran un rompecabezas. Ahora, todo encajaba. Los demonios que habían irrumpido amenazando a Kareff, quizás habían encontrado una entrada por esa misma razón. En ese momento, mi miedo era tan abrumador que ni siquiera pude considerarlo.

— ¿Será por eso que mi ángel tampoco puede hallarme? —me pregunté, con la mirada perdida en el vacío, mientras recordaba cada momento en que Kareff se enfadaba conmigo por el simple deseo de encontrar a mi ángel guardián. Él no estaba enfadado porque él me haya abandonado, sino porque odia a los ángeles. «¿Y cuál era la razón exactamente?».

—Los ángeles no son tontos, siempre encuentran la forman, pero sí, seguramente quiso ubicarte, pero no pudo si este lugar está bloqueado por símbolos como ese.

—Tengo que hablar con Kareff —dije, agitada, avanzaba al edificio con determinación. Entré rápido al edificio y subí las escaleras. Sin embargo, algo me inquietó: el piso estaba desolado y sumido en la oscuridad. Las luces, apagadas, no emitían ni un destello de vida. ¿Qué había ocurrido? Mi mente se llenó de preguntas, pero el miedo seguía siendo mi compañero fiel, impidiéndome pensar con claridad.

Por alguna razón, Lexi y Russel se habían quedado atrás, así que cuando volteé, no estaban. «¿Por qué se tardan tanto en subir?», me pregunté mientras me dirigía hacia las escaleras. Al mirar hacia adelante, noté la presencia de Kareff, pero su rostro estaba destruido, transformado en la faz de un demonio.

Grité del susto y me tapé la cara. Él se acercó a mí y me tocó los hombros.

— ¿Rosie? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —me preguntó él mirándome con extrañeza.

—No me toques, ¡no me toques, Kareff! —Le grité desesperadamente mientras me soltaba de sus manos, y terminaba de subir las escaleras—. ¿Por qué diablos todo está oscuro?

—Todo está bien —dijo él al levantar las manos e ir hacia el interruptor. Encendió la luz y su rostro estaba normal—. Lo mismo me pregunté cuando llegué.

Miré nerviosa hacia las escaleras, pero aún Lexi y Russel no subían. Él volteó hacia las escaleras y me miró, extrañado.

— ¿Todo bien? ¿Esperas a alguien?

—No —respondí secamente.

— ¿Por qué estás tan nerviosa? ¡Dios! ¿Sigues sin confiar en mí? —expresó él, mirándome con decepción.

Tragué saliva y no dije ni una sola palabra. Kareff me sonrió mientras giraba la cabeza lentamente, su sonrisa adquiriendo un matiz macabro que heló mis huesos.

— ¿Sabes? Ya estoy cansado de que desconfíen de mí. Lexi lo hizo, todos lo hicieron, pero la que más me importaba eras... ¡Tú!, Rosie, y también desconfías de mí, y eso me hace odiarte. ¿Por qué no solo te creías el cuento y ya? Tuviste que investigar más de la cuenta.

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