Mickael
La noche estaba fría.
— ¿Es aquí donde la viste? —expresó Jael al bajar el acantilado.
—Sí, ella estaba montada ahí, y fue cuando atravesé la puerta y la toqué.
El río donde había caído no estaba crecido en ese momento, por lo que al acercarnos, el agua apenas nos llegaba a los tobillos. Con paso cauteloso, avanzamos en busca de cualquier indicio de su presencia. Fue entonces cuando Jael descubrió algo entre las piedras: una cadena con una mariposa rosa. Aunque diminuta, este hallazgo parecía gritar en silencio, un eco de la tragedia que había ocurrido en esas aguas tranquilas.
Él extendió la mano y me la dio.
— ¿Viste algo más? —le pregunté. Él negó con la cabeza y siguió buscando, mientras caminábamos, Jael levantó la mirada y notó que más allá el río estaba profundo, así que me miró y yo le di la señal, para que nos sumergiéramos dentro de ella.
Ambos nos lanzamos y nadamos hasta lo más profundo. Al principio no vimos nada, pero mientras estaba nadando, me tropecé con algo incómodo. Cuando me volteé a ver lo que era, noté que era una mano, me tensé y mi corazón comenzó a palpitar con fuerza.
Me acerqué a lo que parecía un cuerpo, y le hice señas a Jael para que viniera ayudarme. Él estaba alarmado en cuanto vio la mano; así que ambos comenzamos a cavar con fuerza, nuestras manos estaban lo bastante preparadas como para no lastimarse, así que sería sencillo.
Sacamos el cuerpo de agua y lo dejamos en la orilla. Estaba descompuesto, pero Jael podía tocarlo y percibir lo que había memorizado en él. Así que al tocarlo recibió todo de ese cuerpo, y una vez terminó me volteó a ver y se sentó a mi lado sin decir nada.
— ¿Es ella verdad? —pregunté con miedo a saber la respuesta.
Jael bajó la mirada.
—Dime de una vez, Jael. Por favor.
—Sí —respondió secamente—. Ella, es su cuerpo.
Me quedé en silencio un rato, reflexionando acerca de lo que antes había ocurrido, me sentía desagradado, y confundido, no entendía cómo podía hacer para ayudarla a volver, ella no tenía que morir.
—Lo lamento —me dijo Jael.
— ¿Cómo es que ella sigue por ahí? ¿Haciendo qué? ¿Crees que se haya dado cuenta de que está muerta? —le pregunté afligido.
—No estoy seguro, debemos encontrarla, siento que está en peligro —confesó Jael.
—Es por eso la llave sigue intacta, rota, pero intacta, generalmente cuando un humano muere, la llave del guardián se vuelve ceniza. En este caso, se agrieta, pero no se destruye —dije, analizando lo que estaba ocurriendo. Tenía muchas preguntas, me sentía perdido, no estaba seguro de nada, pero lo sabía todo, «¿por qué de ella no podía saberlo todo?, ¿Quién es realmente?».
—Mickael...
De repente volteé a verlo, y él se veía asustado. Fruncí el ceño sin entender su expresión. Jael se desapareció de mi vista, y lo seguí. Terminamos en un bar, donde literalmente estaba repleto de demonios. Al entrar, muchos demonios nos reconocieron y lo único que hacían era apartarse, fuimos arriba y notamos que había cuerpos por doquier.
Jael y yo intercambiamos miradas.
— ¿Quién hizo esto? —me pregunté, preocupado—. ¿Crees que haya sido ella?
—No estoy seguro, intento tocar los lugares y a los demonios, pero no hay nada. Déjame seguir indagando.
Miré a todos lados buscando respuestas, o algo que pudiera decirme lo que había ocurrido. Caminé entre los cuerpos, y había uno que me llamó la atención, sentía que lo había visto en algún lado. Me acerqué a él, y de pronto recordé que: en una las visiones de Rosie, estaba su rostro.
— ¡Jael! —llamé. Él vino rápido hasta a mí—. Tócalo a él.
Jael me miró extrañado.
— ¿Estás seguro?
—Sí, hazlo —le insistí.
Jael se acercó al cuerpo y le tocó la frente, cerró los ojos por unos segundos. Entonces, en el momento en que los abrió de nuevo, se puso de pie.
—No fue ella, pero sí estuvo aquí. Lo abordó con preguntas sobre las muertes de sus padres, pero el demonio no le supo decir quién los había matado.
— ¿No fueron los demonios?
—Al parecer no, fue un cazador según lo que vi.
Bajé la mirada, pensativo, nada de lo que recordaba en la mente de ella me daba una claridad absoluta. Era muy frustrante. Por un rato me quedé analizando la situación, pero era muy difícil con tan poca información, y más si no tenía conexión con Rosie.
Miré a los lados de nuevo, y noté que la policía estaba mirando hacia abajo desde unos de los divisores que estaban rotos. Me acerqué ahí, y al igual que ellos, eché la vista abajo, pero solo había una larga tira de metal combinado con otro material que desconocía, pero al tocarlo me quemó.
—Ah —me quejé. Al voltear el rostro, noté que había una cuchilla enterrada en una columna, había de estar bien afilada como para encajarse y no soltarse mientras que Rosie bajaba por ahí.
Jael la sostuvo entre sus manos, pero no pudo ver nada, solo me la dio y no dijo ni una sola palabra en cuanto a eso. Me levanté, y me situé a un lado de Jael.
— ¿Dónde está Menahem? ¿Por qué simplemente se desapareció?
—Menahem no vendrá hasta que arregles lo que para ella es un desastre. Recuerda que incumpliste las normas.
— ¿Me está castigando?
—No, solo te está dando una lección, una vez lo hizo conmigo.
— ¿Saltaste una norma? —le dije sonriendo—. ¿De verdad lo hiciste?
Él me miró con seriedad.
—Solo fue un error, no lo hice a propósito, tuve que arreglarlo.
— ¿Y lo hiciste?
Él se quedó en silencio.
—Puedes decirme Jael, no se supone que nos ocultamos cosas, ¿no? —le dije inspirándole confianza.
Él asintió.
—Lo sé, es que... Bueno... ¿Podemos conversar eso en otro momento? No creo que sea el ideal.
—Tienes razón, deberíamos irnos.
Nos apartamos de todos los policías, podíamos solo desaparecer de la escena del crimen, pero no teníamos ese poder, así que tuvimos que bajar las escaleras, y mientras lo hacíamos, nos topamos con un brujo que al tropezar sentí una energía incómoda. No me limité acercarme a él y mirarlo de arriba abajo.
—Así que tú eres el Ángel Guardián —expresó el brujo al verme impresionado, pero a la vez con una sonrisa pícara marcada en su rostro. Lo vi fijamente, confundido.
— ¿Me conoces?
—Esa niña estuvo por aquí buscando la manera de encontrarte.
— ¿Qué niña? —preguntó Jael intrigado.
Él nos miró negando con la cabeza.
—Ya entiendo por qué está perdida, ni ustedes mismos saben quién es.
—Deja de decir estupideces, si lo sabemos, es solo que, si es información proveniente de un brujo patético como tú, ¿qué esperas que te creamos? No es tan sencillo, ahora bien, ¡dime el nombre!
El brujo nos miró de manera detestable, pero al final no le quedó de otra que acceder.
—Rosie Winslow, la cazadora de demonios.
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CAUTIVANTE
FantasyMickael, un ángel protector de almas, le asignaron a una chica llamada Sarah. Sarah Winslow era una joven que, tras pasar por un grave sufrimiento y varios episodios traumáticos en su vida, se vio obligada a tomar acciones perjudiciales y suicidas p...