Rosie
Me senté en medio del pasillo, sin saber qué hacer ni a quién elegir. Era una decisión demasiado complicada, y no me sentía capacitada para tomarla, lo cual me frustraba profundamente. «¿Quién era yo para decidir quién moría y quién no? ¿Por qué serían tan crueles como para hacerme elegir?» No quería hacerlo, no quería elegir, y eso me desesperaba. Me dejé caer al suelo, mirando al techo, y de repente sentí una lágrima rodar lentamente por mi cara. Estaba llorando; nadie podía imaginar la desesperación que sentía en mi interior.
Sentí unos pasos acercarse, lo que me dio escalofríos, pero no quería levantarme. Estar ahí me hacía sentir alejada de los problemas que enfrentaba en ese momento. No sabía cuánto tiempo me quedaba, pero eso no me importaba; solo quería reflexionar y tomar la mejor decisión posible. No quería cometer otro error, no después de tantos ya cometidos. Sin embargo, en algún momento tendría que tomar la decisión. La presencia aún seguía cerca de mí; incluso vi su sombra reflejada en la pared.
—¿Vienes a presionarme? —le pregunté—. ¿Es que tampoco puedo tomar una decisión tranquila?
La «presencia» que me acompañaba en ese momento no me respondió. Decidí no seguir conversando con ella para no perder tiempo discutiendo; necesitaba tranquilidad. Yo era demasiado obstinada para soportar la presión que a menudo sentía de parte de ellos.
—Puedes quedarte y pensar todo lo que quieras —respondió aquella persona. Me alarmé, porque la voz me parecía conocida y temía que solo fuese una ilusión. Me levanté y fijé la vista en ella. Era mi madre.
—Hola, Rosie.
Sentí un susto en el estómago. Me paré frente a ella; mi madre, Elisa, me miraba con una sonrisa.
—¿No vas a abrazarme? —me preguntó ella.
—¿Realmente eres tú? —inquirí, dudosa.
—Claro que soy yo —dijo ella echándose a reír. Me acarició la cara y pude sentir su mano rozar con mi piel, entonces comencé a llorar, y la abracé con fuerza.
—Te extrañé mucha mamá —le dije entre sollozos. Ella me estaba acariciando en la cabeza con suavidad.
—Yo también mi niña, verte sufrir me ha partido el corazón, pero siempre desde el otro lado, te he deseado lo mejor, quiero que salgas de esa situación en la que estás, de verdad quiero que termine.
» Creí que entregar a Menahem, sería una opción buena, y por un tiempo lo fue, pero al final no funcionó del todo, terminaste despertando y volviendo a luchar con esos ángeles de la oscuridad. Al principio tuve miedo de dejarte sola, pero cuando vi quien te estaba cuidado, ese grandioso y poderoso ángel, me quedé tranquila, él es la clave.
—¿La clave?
—Él es tu defensor más importante, es el único que te puede ayudar con esos ángeles mientras consigues la llave.
—Mamá, estoy cansada de esa llave. Todos me dicen que la encuentre, que la materialice, que la use para mí, pero lo único que logro es hundirme en un mar de confusión. No sé qué hacer para sacar esa llave que supuestamente está dentro de mí. Ya no soporto más esta situación.
» Me dijeron que tengo que morir, porque yo soy la llave, mi muerte lo es.
—Y ya moriste, ¿no? —dijo ella mirándome fijamente—. ¿Aún no lo ves?
—Dicen que estando muerta ellos pueden acceder más rápido a la puerta, pero mi padre me dijo que la puerta está en el mundo de los vivos.
—Sí, pero no porque la puerta está en el punto medio, la que está en el punto medio eres tú. Ellos quieren que mueras por completo, porque obtienen la llave más rápido, pero tú al estar cerca de la puerta, estando también una parte de ti viva, puede atravesarla, pero debes buscar la llave antes de que revivas.
ESTÁS LEYENDO
CAUTIVANTE
FantasyMickael, un ángel protector de almas, le asignaron a una chica llamada Sarah. Sarah Winslow era una joven que, tras pasar por un grave sufrimiento y varios episodios traumáticos en su vida, se vio obligada a tomar acciones perjudiciales y suicidas p...