CAPÍTULO XVII: Poderosa visión

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Mickael

—Cierra los ojos —ordenó ella, tomándome de la mano para conducirme suavemente hasta el suelo, donde me senté. Pude percibir su presencia frente a mí, mientras sus manos se desplazaban delicadamente por mi rostro, acompañadas de sus susurros cautivadores.

De repente, me sumí en un trance y al recobrar la conciencia, me encontré en una dimensión ajena a la que conocía. Al mirar a mi alrededor, me di cuenta de que estaba en lo que parecía ser un auditorio peculiar.

— ¿Qué ves? —escuché a lo lejos. Supuse que era Armenia, «El ángel de la Pureza»—. Dime, ¿qué es lo que ves?

—¿Estoy en una... universidad?; este lugar se siente extraño, no es normal. A lo largo de la pared, destaca un símbolo singular que parece ser una representación u homenaje al sitio. Es un escudo en el que se encuentra plasmada una bestia.

—Es la escuela de cazadores —confesó Armenia—. Sigue caminando, ¿hay alguien dentro del salón?

Exploré con la mirada todo a mi alrededor y, al dirigirla hacia el escritorio, divisé a una joven que permanecía de espaldas. Me acerqué a paso firme, y al situarme frente a ella, reconocí a Rosie. Experimenté un instante de alarma, pero al mismo tiempo, un sentimiento de alivio me invadió al saber que ella estaba bien.

— ¿Dónde es este lugar? —pregunté.

—Al norte, no está lejos —dijo ella, al mismo tiempo que chasqueó los dedos, y yo pude despertar.

Me levanté apresurado, listo para marcharme. Jael me miró con sorpresa, al igual que Armenia. Los observé a ambos con asombro. «¿Todo bien? —fue lo único que dije.»

—Ni siquiera sabes cómo llegar —dijo Jael.

—Claro que sí, puedo hacerlo con mis poderes —le indico con tranquilidad.

Él me miró serio, casi pensé que iba a regañarme.

—Son cazadores de demonios, ellos también saben de ángeles, no puedes llegar, así como así —manifestó Jael, con un aire de incomodidad.

Me sumí en mis pensamientos; tenían razón. La forma en que planeaba irme no era la más apropiada, pero tampoco era incorrecta. La urgencia de poner fin a todo esto nublaba mi juicio, y la preocupación por el bienestar de Rosie me angustiaba. No podía permitir que le sucediera algo malo.

—Vamos —me instó Jael, inclinándose ante Armenia, gesto que imité de inmediato. Jael me tocó el brazo y llegamos al lugar donde estaba Rosie. Me sorprendió la rapidez con la que llegamos, aunque debíamos recordar que, a pesar de nuestras habilidades, debíamos ser humanos para pasar desapercibidos en esa escuela.

Jael de nuevo usó su llave para pasar a través de una puerta que daba hacia la «escuela de cazadores», y una vez adentro, ya éramos de nuevo humanos. Caminamos hacia el auditorio, y cuando entramos no había nadie. Me enfadé por no haber llegado antes, pero mantuve la calma.

—¿Hola? ¿Son ustedes alumnos? —preguntó una mujer detrás de nosotros. Ambos nos giramos, sintiéndonos en un estado de incertidumbre. La pregunta inesperada nos puso nerviosos, pero al final, ambos volteamos para responder.

—Sí —repliqué sin parpadear.

—No. —Jael me miró y me fulminó con la mirada.

— ¿Sí o no?

—Yo soy su hermano, realmente no estudio aquí, quiero inscribirlo.

—Pero, ¿estás autorizado? —preguntó ella mirándonos con extrañeza. Jael la miró serio y se acercó a ella, de nuevo iba a usar su poder mental.

Con una mano, le acarició la cabeza mientras colocaba toda la información necesaria para hacerle «creer» que éramos inofensivos, aunque, en realidad, sí lo éramos. Le transmitió la idea de que solo era un joven que venía a inscribir a su hermano en la escuela de cazadores.

Todo el día fueron trámites.

—No sé cómo hacer esto —le dije a Jael mirándolo con fastidio—. ¿Ya ves en lo que me metiste?

—Basta, soy tu hermano mayor, tienes que hacer lo que te diga —dijo él, serio. Lo miré extrañado.

— ¿Hermano? —expresé con el ceño fruncido. Él volteó a verme como si quisiera matarme, y luego miró al frente de nuevo, en donde estaba la directora, viéndonos fijamente.

Al notar su expresión, bajé la mirada, apenado e intenté disimular lo más que pude hasta que terminó todo el papeleo y pudimos salir.

— ¿Hermano mayor?, ¿Cómo vas a decir tal invención?—protesté.

—Lo siento, fue lo único que se me ocurrió, no te preocupes tanto, no creo que tengas venir demasiado. Solo lo hará cuando ella esté aquí, hasta que consigas recuperar la llave, porque si te vas del único punto al que sabemos que puede volver, tendrás que perseguirla todo el tiempo. Así que es lo único que nos queda.

—Debería hablar con el profesor.

— ¿Qué profesor? —preguntó Jael, extrañado.

—Antes de que Armenia me sacara del trance, a lo último pude ver a un hombre, es hechicero, ella lo esperaba con muchas ansias.

«No logré ver lo que ella estaba esperando, pero al parecer tenía buenos sentimientos hacia él.»

— ¿Era un brujo? —me preguntó Jael.

—Creo que percibí una energía de hechicero, sabes muy bien que los brujos son malignos, no se meten en estas cosas.

—Bueno, puedes conocerlo, pero no creo que sea necesario. Sin embargo, mientras estés aquí debes ser lo más humano posible, y averiguar de ella, así podrás lograr conseguirla y tener su confianza.

—Lo sé —respondí mirando al frente.

—Por cierto, ¿Rosie llegó a verte?

—Supongo que una sola vez, cuando intenté detener el coche, pero asumió que era una alucinación, no estaba muy cuerda en ese momento.

—Ya lo veo, entonces no te reconocerá.

—Pero yo sí —respondí.

—A eso voy, no permitas que te reconozca hasta que logres tener su confianza, podría ser peligroso que le dijeras de una vez que eres su ángel guardián.

— ¿Será que ella nunca intentó buscarme? —pregunté, pensativo. Por un momento, sentí un ligero bajón en el ánimo, aunque no expliqué la razón.

—A lo mejor sí, de hecho, probablemente te odie por abandonarla, o al menos ella puede creer eso.

—Lo sé, tienes razón, debo mantenerme al margen una vez la halle.

—Solo al principio, porque después tendrás que protegerla con tus poderes. Esos Ángeles Oscuros son una pesadilla, lo bueno es que con tu espada puedes matarlos.

—Sí, haré todo lo que pueda para protegerla.

—Por eso te eligieron a ti. Eres generoso, Mickael, y un excelente protector, también por eso te hicieron una especie de jefe de todos los ángeles guardianes. Ellos te respetan, así como yo.

—Tú eres un notable ángel —le dije con una sonrisa marcada en mi rostro.

—Es un honor para mí recibir ese elogio —expresó él sonriendo—. Bueno, ¿estás listo?

—Siempre lo estoy.

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