CAPÍTULO VIII "La marca del Guardián"

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Rosie

Al salir de lugar, de pronto quise llorar. Me fui de ahí lo más rápido que pude, me sentía perdida, y siempre me sentí así, porque mis ángeles guardianes morían muy rápido. Nunca me sentí cerca de ninguno, excepto del primero, —fue el que más tiempo duró conmigo—. No entendía cómo mi guardián me había perdido «¿qué era lo que estaba pasando?», me pregunté.

No sentía ninguna conexión, y tenía buscarlo para completar lo que por tanto tiempo quise hacer, pero se me privó. Mi intención no solo era matar a aquellos repugnantes demonios que asesinaron a mis padres, sino también, el tratar de buscar la forma de conseguir esa «última llave», que esos de demonios, o criaturas extrañas quería de mí.

Me escondí en un callejón mientras pasaba el escándalo que había por la muerte de aquel ser en el restaurante de comida rápida. No quería salir, me podrían reconocer y acusarme, algunos humanos eran expertos en eso. Me arrastré por la pared hasta sentarme en el suelo y me escondí entre mis piernas. Esperé ahí hasta el amanecer, sin darme cuenta, me quedé dormida, así que al despertar y percatarme que aún estaba ahí, me alarmé y me levanté rápido.

—Mierda, mierda, mierda —me dije, desesperada mientras corría por la carretera—. Se suponía que solo iba a estar ahí un rato.

Ya estando de día pude identificar mejor mi entorno, miré a los lados y recordaba las calles «eran parte de mi pasado», pero no las recordaba por el año que tenía —despierta— estando perdida y perturbada por aquellas visiones, sino por la cantidad de lugares que tuve que visitar para cazar demonios.

Tenía visiones estando dormida sobre demonios que querían acercarse a mí, pero también cuando estaba despierta estas visiones se manifestaban como pensamientos con el fin de avisar que había demonios a mi alrededor. En otras ocasiones, en los lugares en donde no me podía conectar con mi poder, se me hacía más difícil tener visiones, así que usaba los espejos, por suerte, el anterior restaurante lo tenía; si no hubiese estado ahí, el enfrentamiento con el demonio hubiese sido un fracaso.

Por otro lado, mis pesadillas y sueños, no siempre lo hacían, pero había ocasiones en las que me mostraban a los demonios que iban a estar cerca de mí un día o dos días antes. Me gustaban más eso, no me agarran tanto de sorpresa, sin embargo, ya me había acostumbrado.

Caminé por un largo tiempo hasta que decidí desviarme a un viejo edificio que nunca se terminó de construir, tenía años ahí, «nadie quería comprarlo» y siempre iba a visitarlo. Estaba dentro del bosque, no quedaba muy lejos de la carretera en la que yo estaba, pero sí era bastante apartada de la ciudad.

Al llegar, entré y subí al segundo piso, al abrir la puerta lo hice de manera sigilosa, para asegurarme de que no había nadie, le decía a ese lugar «el cuarto de los espejos». Anteriormente, había cubierto todo el salón de espejos, pero al entrar todos estaban rotos, cuando ya me encontraba a mitad del salón, algo apareció detrás de mí con la intención de matarme.

Le sostuve el brazo antes de que pudiera clavarme la daga de plata que tenía en la mano, era para exorcizar demonios, sin necesidad de matarlos. Solo se usaban si la humana aún permanecía viva.

— ¡Soy humana! ¡Kareff! —grité mientras le sostenía la mano. Él era más fuerte que yo en ese momento, y más porque yo estaba débil.

— ¡Pruébalo!

— ¡Los espejos! ¡Mira los espejos! —le grité, al golpearlo por la nariz, pero él insistía en asesinarme.

— ¡No te creo nada! —exclamó él al abalanzarse hasta a mí, sacó una pistola mata demonios y me la colocó en la frente, haciéndome una herida debido a la presión de su fuerza sobre mi cabeza.

—-¡Kareff! ¡Soy Rosie! —grité desesperada al levantar mi mano hasta su rostro, pero como él me estaba ahorcando demasiado fuerte, llevé mis manos hasta el cuello para evitar que me siguiera asfixiando, en ese momento él me vio fijamente y frunció el ceño.

— ¿Rosie? —expresó él al soltarme y alejarse de mí rápidamente—. Lo siento mucho, lo siento Rosie, yo... Creí... Que estabas muerta y que un demonio te había poseído, perdón.

— ¿¡Y cómo carajos te diste cuenta!? —Le grité al acariciarme el cuello para aliviar el ardor que sentía por la gran fuerza que aplicó él en mi cuello—. ¡Estás demente! ¡Debes arreglar esos espejos de mierda!

—El anillo —expresó él.

Me miré las manos, y noté que había un anillo en mi mano izquierda, «el anillo de protección», lo usábamos los cazadores para protegernos de ser poseídos por un demonio, al tenerlo puesto ninguna criatura podía tomar nuestro cuerpo. Era un sellador de almas.

Sonreí cansada. Él caminó hasta a mí y me abrazó con fuerza.

—Dios, te extrañé demasiado —me dijo él— ¿Dónde rayos estuviste? —Me preguntó, mirándome con extrañeza.

—Dormida, me durmieron por algunos años, porque me estaban siguiendo, y me despertaron, no sé a lo mejor, esos demonios me encontraron y no le quedó de otra que soltarme, pero no recordaba nada hasta hace poco que caí a un río. No tengo idea de lo que me pasó.

—Eso es una mierda... estar sola, qué peligro...

—... Pero me asignaron a otro Ángel, lo vi un par de veces cuando no recordaba mi pasado, pero creía que solo eran alucinaciones. Cada día eran más fuertes.

» Estaba atormentada, Kareff, quería que eso terminara y me lacé de un puente.

— ¡¿Qué?! ¿Estás demente? ¿Cómo demonios estás viva? —expresó él, mirándome con impresión.

—No lo sé, la verdad. Solo lo estoy y vine aquí, ahora que recuerdo todo tengo asuntos qué resolver.

—Qué bueno que tenías el anillo —me dijo.

—Ah, sí. No recordaba, habérmelo puesto —le dije, al mirar también sus manos— ¿Dónde está el tuyo?

—Lo perdí, pero ya mandé hacer uno a los hechiceros que nos enseñaron a cazar. ¿Los recuerdas?

—Claro que sí, de hecho, creo que iré ahí —expresé, al levantarme e ir un armario que había en ese sitio, y en donde guardaba mis trajes especiales de peleas contra demonios. Solo se trataba de cuero más fuerte, pero que tenía una tela lo bastante fuerte como para que no entrara un cuchillo con facilidad, y si lo hacía, el impacto en mis órganos no sería mortal.

— ¿Qué harás allí? —me preguntó él, al acercarse a mí.

—Estoy buscando algo —respondí secamente.

— ¿El qué?

—A los demonios que mataron a mis padres —confesé, mirándolo fijamente.

— ¿Qué? No, ellos pueden ser peligrosos.

—Son demonios Kareff, los cazamos. No les tengo miedo, quiero matarlos, así como hicieron con mis padres.

—Pero...

— ¿Por qué te preocupas tanto? —Inquirí, colocando mis manos en la cintura—. ¡Tú querrías hacerlo! Más bien deberías ayudarme.

—Es que... Bueno...

—Habla de una vez —expresé al quitarme el suéter que llevaba en ese momento.

De repente, Kareff me vio intrigado, se me acercó más y me tocó el brazo, lo miré extrañada de arriba abajo, pero cuando iba bajando mis ojos hacia donde él estaba mirando, noté que tenía algún tipo de quemadura enorme en mi antebrazo.

—Rosie, ¿por qué tiene eso ahí? —me preguntó él mirándome con miedo.

—Solo es una quemadura, tuve un accidente en el auto, creo que es eso, aunque no me la vi antes, no recuerdo. Entre tanta angustia, pesadillas, ¡no lo sé!

—No es una quemadura de accidente —dijo Kareff al agarrarme por el brazo y llevarme hasta uno de los espejos, él se puso a un lado sin que se viera su reflejo, y permitió que solo me viera yo.

» ¿Te parece una marca de accidente?

Me miré fijamente, impresionada.

—Es la mano de un ángel Rosie. Es su marca.

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