CAPÍTULO XVI: La visión de una cazadora

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Rosie

— ¿Conseguiste algo? —me preguntó Kareff al verme caminar hacia él. Me sentía agotada, estremecida, y mi corazón estaba acelerado—. Casi morías, estás demente.

No respondí de inmediato; solo lo hice cuando él volvió a preguntar, me vio de arriba abajo y se quedó extrañado.

— ¿Hallaste algo? —inquirió nuevamente.

—Sabía muy bien que no iba a morir —le dije.

—¿Sabías que iría?

—No, solo sabía que no iba a morir.

Kareff gruñó ligeramente, mostrando su fastidio.

— ¿Vas a decirme lo que averiguaste?, o ¿solo vas a esperar a que te ruegue por ello?

Mantuve mi seriedad ante su comentario, «idiota», pensé.

—Es una larga historia —respondí al subirme a mi moto. Me coloqué mi casco y respiré profundo—. Y no, no me dijeron nada que me pueda ayudar.

—Entonces, ¿por qué te ves así? Tan... Cansada como si hubieses golpeado a medio mundo —expresó él al subirse a su motocicleta.

—Porque fue algo así, solo que todo fue en vano, no conseguí nada.

Sabía que poseía información crucial, y también era consciente de que había liberado al demonio que me reveló el verdadero asesino de mis padres. Por alguna razón, me resistía a compartir esto con Kareff. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, y algo en mí se negaba a confiar en él. No solo porque fuera el hombre que rompió mi corazón, sino también porque ahora mostraba una discreción inusual. No decía nada, no ofrecía explicaciones, y su actitud estaba cargada de rencor y resentimiento.

«A veces su energía resultaba incómoda». Sin previo aviso ni espera, me adelanté; estaba consciente de que esto lo alarmaría. A pesar de mi 'espíritu independiente', nunca solía ser tan distante o antipática con él. No obstante, tenía la excusa perfecta.

—Solo estoy cansada —le dije, al llegar al edificio. Miré a los demonios muertos y sentí ganas de vomitar—. Puedes... por favor deshacerte de esos cuerpos, ¿por favor? No quiero tenerlos ahí.

Kareff observó a los demonios en silencio durante un tiempo. Parecía absorto en sus pensamientos. Perpleja, me acerqué y le toqué el hombro. Al encontrarse con mi mirada, el momento se volvió aún más incómodo. De repente, comenzó a acercarse lentamente, casi a punto de besarme. Sin embargo, giré la cabeza justo a tiempo para evitarlo.

— ¿Qué haces Kareff? —le pregunté con indignación.

—Solo... perdón, no quise...

—No te confundas, yo ya no siento nada por ti, y menos después de lo que hiciste.

—... ¿Es que nunca vas a perdonarme?

— ¿Perdonarte? Ya te perdoné desde el primer momento en que decidí que te quedaras aquí conmigo, no digas tonterías. Además, el hecho de que te haya perdonado no implica en absoluto que tenga intenciones de volver contigo, así que... Dios, por favor, deja de hacer eso.

Él me miró avergonzado y bajó la vista hacia el suelo. Sin pronunciar palabra, se ocupó de los cuerpos. Mientras tanto, me senté y apoyé la cabeza sobre mis brazos cruzados en la mesa. Experimenté una profunda sensación de disgusto ante el intento de Kareff de besarme; no deseaba eso en absoluto, y la idea me repugnaba por completo.

Asumí que lo había perdonado, pero la idea de tener algo romántico con él me resultaba repulsiva. Estaba completamente segura de que Kareff no era adecuado para mí. Mientras reflexionaba, posé mi mano sobre la cicatriz que me había dejado mi ángel guardián, pero al instante, sentí un ardor persistente, acompañado de una visión.

— ¿Qué fue eso? —me pregunté al levantar la cara. Estaba a punto de contarle a Kareff, pero de nuevo tuve esa inseguridad e incomodidad. Así que no dije nada.

La visión fue corta, pero no fue tan clara como me hubiese gustado. Había un joven de rostro esbelto, con cabello rubio que, a pesar de su tono naturalmente oscuro, resaltaba. Sus ojos, de un gris penetrante, reflejaban una mirada dulce. Su presencia transmitía una sensación reconfortante de protección a cualquiera que lo observara. ¿Quién era él? ¿Y por qué me hacía sentir enamorada? Jamás lo había visto, al menos eso creía.

— ¿Estás bien? —me preguntó Kareff al llegar casi sin aliento hasta a mí. Ya se había ocupado de los cuerpos.

—Sí, estoy bien —respondí secamente.

—Te ves extraña... ¿En serio estás bien?

Lo miré con seriedad.

—Sí, estoy bien, no te preocupes, solo estoy cansada. Pasaron muchas cosas en ese lugar —le dije, al mismo tiempo que una idea se formaba en mi mente. Esta vez, sí quise compartirla con él—. Me voy.

Él me vio extrañado.

— ¿Qué? ¿A dónde?, ¿por qué? —preguntó él alarmado.

—Voy a... —dije al mirar de manera rápida su pantalón, estaba cubierto de sangre. No estaba segura si era reciente o de antes; lo miré con extrañeza y no me limité a preguntarle.

— ¿Esa sangre es actual?

Él bajó la mirada y vio las manchas en el jean gris que tenía en ese momento. Se las tocó y luego me miró.

—Sí, ¿no me viste que estaba llevando dos cuerpos? —me dijo con tranquilidad.

—Ah, pensé que era de antes. En fin, me voy a la Escuela de Cazadores.

— ¿De verdad? ¿Por qué ahora te interesa ir allí? —preguntó él, en un tono que me hizo sentir incómoda.

—No empieces —dije—. Necesito hablar con él. Ir a ese edificio con seres repugnantes solo hizo que perdiera mi tiempo, mi profesor debe tener alguna idea de cómo conseguir a mi Ángel Guardián.

Aunque no lo entiendas, quiero terminar con esto Kareff, estoy cansada de que me estén acosando los demonios, por una estúpida llave interna que no conozco, necesito saber de qué trata para poder sacarla. Y no sé qué haré, pero no quiero seguir huyendo, ni esconderme en una estúpida cápsula.

Él asintió y suspiró.

—Te entiendo —respondió seco.

—No estoy segura de eso...

Él no dijo nada.

— ¿Qué puede hacer él? —preguntó, al fin intrigado.

—Hay cosas que he olvidado, se ven borrosas, y cuando recuperé la memoria, esas no vinieron incluidas. Necesito tener claridad completa.

—Bueno, ¿quieres que te lleve? —me preguntó él.

Honestamente, no quería que lo hiciera; su estado negativo solo lograba arrastrarme a un estado similar. No tenía ánimos de sumergirme en esa sensación, y, además, estaba perdiendo la confianza en él. Por alguna razón, algo no encajaba, y la confusión se apoderaba de mí. No estaba segura si se trataba simplemente de un rasgo de su personalidad o si verdaderamente me ocultaba cosas, su misterio contribuía a mi desconcierto.

«Se trataba de una intuición, o presentimiento que no sabía de dónde provenía exactamente, pero que en algún momento iba a averiguarlo»

—No te preocupes, puedo hacerlo sola.

—De acuerdo.

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