CAPÍTULO VI: "Ruptura de alma"

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Mickael

Entré rápido a la habitación, y al dirigirme al demonio que estaba atacando a Rosie, noté que a un lado de la camilla estaba el doctor degollado. Me alarmé y agarré de la camisa al demonio, que estaba poseyendo al que era él — el psicólogo— de Rosie. Lo lancé a suelo, y Rosie, como pudo salió de la habitación y huyó, no me preocupé demasiado porque creía que estaría más segura que ahí adentro.

— ¡Qué es lo que buscas! —le grité con molestia.

Él se rio a carcajada, tenía los ojos negros y ensangrentados. Lo miré con repulsión e incomodidad, ese tipo de demonios eran los que estaban en lo más profundo del inframundo, y para salir, se trataba de algo muy complicado. Me sorprendió verlo en la tierra, y eso significaba una cosa.

—Están llegando los peores del inframundo —expresé mirándolo fijamente—. Rosie no tiene nada para ustedes.

— ¡Tú, siendo su protegido, no sabes nada! ¡Entonces solo eres un inútil!

Menahem se acercó al demonio y le pulverizó los ojos al tocarlo en la frente. Al mismo tiempo, lo apuñalé con una pequeña daga que había sido forjada con el mismo material de mi espada, que mataba a cualquier criatura.

Él de inmediato se convirtió en cenizas. Me levanté rápido del suelo, y mientras Menahem se quedaba ahí para desaparecer todo aquel desastre, corrí en busca de Rosie. No la sentía tan lejos, la busqué por varios lugares hasta que la encontré en medio de la carretera, acostada, mirando al cielo. Me acerqué hasta ella y la vi para asegurarme de que estaba bien, pero no hacía ningún tipo de movimiento notable, «solo parpadear».

—Sé que estás ahí —me dijo Rosie. Me tensé y miré a los lados, para asegurarme de no estuviese hablando con otra persona, pero para mi sorpresa, se dirigía únicamente a mí, lo que no terminaba de entender era «¿cómo es que podía sentirme o verme?».

No dije nada.

—No puedo verte si estás en el mundo espiritual, pero sí puedo sentirte —expresó ella mientras se levantaba y caminaba justo a mi dirección, se paró frente a mí y estiró su mano hacia mí, pero solo me atravesó, como si «no existiera».

»Tú eres diferente, no puedo tocarte, ni verte, pero sí sentirte. ¿Qué clase de criatura eres? Y... ¿A qué vienes? ¿Atormentarme? Ya tengo suficiente, ¿por qué no solo te vas? Te ahorraré la molestia de seguirme atormentando.

— ¿Qué? —dije en voz baja.

Ella comenzó a llorar en silencio mientras se acercaba al borde del puente en donde estábamos en ese momento. Fue ahí cuando supuse lo que pensaba hacer. Ella se montó sobre el muro y sentí una presión incómoda, que se estaba tornando desesperante.

—No, no, no —decía yo, en voz alta, pero Rosie no podía escucharme—. ¡Rosie! No lo hagas, por favor.

—Ya no lo soporto más, esto es muy difícil para mí
decía ella, mientras miraba abajo, nerviosa, y llena de terror.

Entré en pánico, no sabía qué hacer, y no pensaba con claridad, tenía que ayudarla. Que un humano permitiera su muerte de forma voluntaria, a causa de sufrimiento, era catastrófico para los ángeles, ya que solo quería decir que no estábamos haciendo un buen trabajo. Tomé la llave de su alma de mi cuello y la saqué para mirarla por un rato, estaba pensando y buscando la forma para poder ayudarla, y la única posible era la puerta prohibida.

Los ángeles podían atravesarla, pero ya no se podía volver después de hacerlo, no estaba del todo seguro de su función, pero sí sabía que, Menahem me había dicho que se trataba de la única opción para ayudar a mi protegida, en tal caso de que las opciones posibles se acabaran.

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