CAPÍTULO XXXIII: Supervivencia demoniaca

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Mickael

—No imaginé que fuese tan cobarde —dijo Rosie al ver a Jacob desde lejos mientras estaba sentada en el suelo. Se veía un poco afligida. Caminé hasta ella y me senté a su lado.

—No es un cobarde. De hecho, los viajeros son humanos mortales, astutos, dóciles e inteligentes. Jacob solo tiene miedo.

Ella suspiró mientras yo observaba a Jacob a lo lejos, sumergido en sus pensamientos, ahogándose en un mar de confusión, tratando de recordar lo que le había sucedido. Me afligía verlo así; debía ser terrible perder la memoria poco a poco, hasta no recordar quién era realmente.

—Sí, supongo que solo tiene miedo, estando aquí solo. No creo que sea agradable estar en esa situación —expresó ella, mirando hacia el suelo.

—¿Qué es lo que te preocupa? —le pregunté, mirándola fijamente.

—Jael, me siento culpable por haberlo dejado. No sé siquiera qué fue de él.

—Para eso estamos aquí, ¿no? —dije—. Lo estamos esperando. Todo va a salir bien, créeme. Hay veces que las cosas parecen complicadas e imposibles, pero solo lo son si creemos que es así. Aun cuando las cosas sean difíciles, si mantenemos la esperanza de éxito, entonces tenemos la oportunidad de ganar.

—Jael es así. No me imagino a qué tuvo que enfrentarse para dejarte ir sola, pero es un buen guerrero, incluso mejor que yo. Jael ha estado luchando más tiempo porque está cumpliendo su condena, y anteriormente tenía que ir a las guerras entre ángeles guardianes y demonios. Parecía un castigo, pero solo lo estaban entrenando para no morir o ser contaminado por la tierra.

Rosie no dijo nada, solo parecía estar en un estado de reflexión. Aunque quería sacarla de ahí tratando de explicarle la «valentía» de Jael, supuse que no lo entendería. Su corazón humano la hacía más débil y menos prudente, llenándola de una intensidad que solo ella entendía, pero que yo también admiraba.

A veces pensaba en lo molesto que era empezar a sentir emociones prohibidas hacia ella. Era raro, nunca me había pasado antes. Incluso me costaba tocarla cuando estábamos tranquilos, sentados y conversando. Era muy diferente cuando la estaba protegiendo; podía tocarla en un estado de adrenalina que evitaba que sintiera algo más allá de un fuerte sentimiento de supervivencia. Pero en momentos como este, los deseos se intensificaban, llegando incluso a hacerme alucinar.

Mientras ella miraba hacia el frente, se me ocurrió tocarla. Llevé mi mano lentamente hacia su cabello, pero no pude hacerlo. Eso implicaría una descarga de energía, y no quería arriesgarme a que sucediera.

—Entonces ¿estoy muerto? —me preguntó Jacob desde lejos. Rosie levantó la cara y lo miró fastidiada, se levantó y se fue hacia Pandora, que estaba sentada, «¿cómo lo había hecho?», no tenía idea.

— ¿Puedo dormir? —preguntó ella con un rostro lleno de agotamiento.

Asentí.

—Yo estaré al pendiente —le dije, Rosie me sonrió y recostó su cabeza del lomo de Pandora.

De pronto Jacob se levantó y se sentó frente a mí, en el lugar donde antes estaba Rosie. Él la miró a ella, y luego me vio a mí, parecía misterioso, sentía como si me quisiera preguntar algo. Así que le di la palabra.

—Habla de una vez —le dije.

— ¿Ustedes son algo? Además de... Bueno... No quiero ser imprudente.

—Estás siendo imprudente —confesé.

— ¡Lo sé! ¡Perdón, perdón! No quería entrometerme.

— ¿Qué te hizo pensar eso? —le pregunté, mirándolo con el ceño fruncido.

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