CAPÍTULO XIV: El cazador traidor

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Rosie

—Necesito encontrar a mi ángel guardián —le dije a Kareff mientras caminábamos.

— ¿A dónde vas con tanta prisa? ¿A buscarlo? —preguntó él con odiosidad.

Me detuve y lo miré de arriba abajo.

—No, conozco un brujo que puede ayudarme, y si tanto te molesta estar conmigo, puedes irte, no te necesito.

—No te molestes, no intento atacarte, solo que... Aún me parece absurdo lo que intentas hacer, ¿buscar a tu ángel guardián? ¿No crees, que es una señal clara el hecho de que no estés con él? Seguro te abandonó y tú estás dizque buscándolo.

—Que no se te olvide que aparecí en un río casi muerto, y que sobreviví, además tengo su marca en el brazo. No recuerdo muy bien lo que pasó esa noche, pero probablemente no fue su culpa. Sé que estaba atormentada y estaba huyendo de algo, pero no sé de qué.

»Y si quiere dejarme atrás, entonces que me lo diga a la cara y así busco la manera de salir de esto sola. No creo que sea tan difícil, ¿no? ¡Tendría que ser un idiota! Y los ángeles no lo son.

—Sí, claro —dijo él, al bajar la mirada.

— ¿Qué rayos pasó con el tuyo?

—Me tuvo que haber abandonado —respondió él mirando hacia el frente, parecía algo dolido al decirlo.

—Siento que estás equivocado, pero no pienso discutirlo, eres demasiado necio.

— ¿Y tú no? —inquirió él mientras me miraba de forma seria—. No dejas de insistir en ese ángel.

—Bueno, entonces te dejo en paz con lo de tu ángel, para tú me dejes en paz a mí con el mío. ¿Te parece?

Él se echó a reír y puso su brazo sobre mis hombros, como si fuese abrazarme. En ese momento, llegamos a un estacionamiento, estaba emocionada por volver a manejar mi motocicleta, la amaba; era grande, de color negro y bastante rápida. Él la sacó de una habitación que era especialmente para guardar armas para matar demonios, y nuestras motocicletas.

Tomé otra arma y la guardé en mi espalda, adicional a eso agarré una cuchilla de plata y la guardé en mi bota. Me monté en la moto y comencé a probarla mientras esperaba que Kareff se acomodara en su motocicleta. Una vez listos, él me vio sonriente y me preguntó «¿entonces te sigo?». Asentí y arranqué primero. Traté de ir lo más rápido que pude por la carretera, y en ciertas ocasiones Kareff se me atravesaba en el camino, jugueteando.

...

— ¿Vas a entrar? —le pregunté mientras me bajaba de la moto. Él ya estaba estacionado, fumándose un cigarro.

—No —dijo secamente mientras expulsaba aquel molesto y repugnante humo.

Miré al frente, estaba en un edificio llamado el bar del infierno. «¿No es muy obvio?», me pregunté. Al entrar, noté que había toda clase de demonios, que me veían de forma extraña.

— ¡Tranquilos, no he venido a matarlos! ¡Pero ganas no me faltan! —grité. Los demonios se acomodaron hacia mí, a la defensiva. Si hacía un movimiento en falso, aunque era fuerte, no iba a poder con tantos.

Por otro lado, también había humanos, que al escucharme decir aquello, se quedaron confundidos, no sabían que estaban rodeados de criaturas podridas por dentro. Olía a demonio, pero aunque pudiera matarlos, no sería fácil, muchos aún tenían al humano vivo dentro de sí, pude verlo a través de los espejos que había en el bar. Mientras más me adentraba, más tétrico se veía todo ese sitio, una vez llegué a las habitaciones noté que había un brujo tomándose una vino, al percatarse de mi presencia, volteó hasta a mí y me miró de arriba abajo.

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