19. VAINILLA

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SESSHOMARU

Tengo mis manos sudorosas y mi boca se ha secado por los nervios. Limpio angustiosamente mis manos sobre mis costados, ella parece percatarse de mi nerviosismo, y solo sonríe sonrojada.

—Jamás había visto que te pusieras nervioso —Su sonrisa era brillante.

Su cabello suelto se ondeaba por el viento. Su sonrisa seguía siendo radiante. Traté de reír y hacer como si lo que dijo no me afectara.

—Dijiste que tu casa queda cerca, ¿No es así? —Pregunte desviando mi mirada hacia su costado.

El sol brillante de a media tarde y el azul intenso del cielo hacían parecer que estuviéramos en verano y no en otoño, —casi en invierno.

—Claro, mi departamento queda hacia allá —Apuntó con su dedo índice, calle abajo —Podemos tomar el autobús o el metro.

Trague saliva, nervioso, sabía que a Rin no le gustaba demasiado que un chófer nos llevara. Parecía que esas cosas le incomodaban.

—¿Estás segura de irnos en ellos? Puedo llamarle a...

—Estoy segura —Una ventisca casi se lleva su sombrero; su vestido blanco se elevó un poco, pero ella puso todo bajo control y pudo sonreír por las circunstancias —Vayamos, estoy segura de que te divertirás.

Tome su bolsa caminando en dirección a la estación de autobuses.

Rin reía a lado mío, cómo queriendo decir: me he salido con la mía.

—Rin.

—Sí, dime.

Tome un respiro, su sonrisa brillante y su olor a vainilla me ponían nervioso, ¡Carajo! Por qué. Mi mente era un completo caos.

Mi estómago tenía las famosas mariposas y cuando tomaba el valor de sostenerle la mirada, mi falta de seguridad me hacían desviarla.

—¿Por qué no me dijiste que te habías mudado? —Pregunte valiente después de todo el tiempo que pasamos hablando. Rin sopesó mis palabras, puso un dedo en su barbilla. Pensativa me miró. Estaba alegre y segura de lo que diría.

—Tenía miedo —Fue todo lo que dijo, porque después de sus palabras, el autobús llegó y ambos lo abordamos.

Rin miraba por la ventanilla de este.

Recordé nuestro encuentro inesperado.

Mediodía: el sol, en su pleno apogeo, salí de casa directo a comprar algunas cosas al supermercado.

Mientras miraba las distintas marcas de leche y una que otra marca de café; por fin salí del lugar. Caminaba por la angosta calle del centro y ahí, justo afuera de un negocio de flores y plantas, estaba ella. Hablaba amenamente con el vendedor, él sacó una bonita bolsa de regalo y metió la pequeña planta dentro, sin sellarla. Quise pasar de largo, pero era imposible, Rin siempre lo decía: —Tu persona impone demasiado, jamás pasarás desapercibido por nadie —Quizá esas palabras las decía porque sería ella quien no me dejaría pasar desapercibido.

Volteó a verme: sonriente y feliz. Como siempre lo hacía.

En cambio, yo estaba sorprendido por su cambio; su cabello estaba más corto y brillante, presumía un bonito vestido veraniego color blanco, con un listón rojo en la cintura y un sombrero pequeño color paja.

Quise decirle que llevaba prisa, pero algo en su mirada y calidez al abrazarme desprevenido, me hicieron quedarme a su lado a acompañarla hasta su casa.

—Bien, puedes dejar eso... —Miraba alrededor buscando un lugar adecuado para dejar la bolsa —Ahí está bien —La dejé en un espacio angosto, cerca de la cocina —Bien, puedes sentarte, traeré algo para tomar.

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