21. RIN Y YO

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SESSHOMARU

—Toma asiento, Sesshomaru.

—No me digas qué hacer.

Irasue, se levantó del sofá, caminó hasta el bar y sacó una botella de coñac —¿Quieres?

—No —Volví a caminar por el pasillo sin poder detenerme —Es muy temprano para que estés bebiendo.

—¿Y?, Deberías hacer lo mismo.

Miré como servía en dos vasos, hielo y derramaba el alcohol dentro de los mismos.

—Irasue —La llamé en tono de advertencia.

Riendo y fingiendo que no pasa nada, me tendió el vaso —Bebe, querido hijo. Tu amada Sara estará bien. El médico ha dicho que no es nada grave.

La miré de reojo, no quería que se involucrara en cosas que no le conciernen.

Escuché como la puerta de la habitación se abría y el médico salía de la misma.

—Señor Taisho, la señorita Sara, está bien —Pero algo en su expresión me decía que no era todo.

—Entonces, ¿Por qué tuvo ese desmayo?

—Bueno, no puedo dar un diagnóstico tan apresurado, pero según sus síntomas y la manera en la que la señorita se ha estado sintiendo, yo podría confirmarle que tiene bronquitis.

—¿Y tenemos que trasladarla hasta el hospital? —La voz de Irasue y su manera de mirar al médico me desesperaba.

—Por ahora podemos manejarla con medicamentos, pero si empeora es mejor llevarla hasta el hospital.

El médico me tendió la receta, ahí preinscribía el tipo de medicamento y los cuidados que debería tener. Irasue despidió al médico mientras yo entraba a la habitación, quería ver si estaba bien.

—Hola —Me saludó alegre —Sesshomaru.

—El médico dijo que tienes bronquitis.

Sara desvió la mirada de mí. Su semblante era uno de completa palidez, sus ojos desprendían brillo, pero su piel demostraba otra cosa.

—Por favor, no me lleves a un hospital. Podré mejorar, tú me cuidarás y estaré bien, me recuperaré rápido —Decía desesperada. Tomé sus manos y dejé un beso en sus nudillos, la fiebre había bajado y la tos disminuyó.

—¿Ya te sientes mejor? —Su mano se deslizó por mi mejilla, donde acarició suavemente.

—Sí, me siento mucho mejor —Sus ojos grises estaban mirándome con un amor tan inmenso, sentí en mi interior una ternura y un amor por ella que gritaba desde mi corazón.

—Sara.

Ella sabía lo que quería decir al pronunciar así su nombre, sin pensarlo dos veces, unió sus labios con los míos. Era un beso tierno y nada urgente, solo nuestros labios moviéndose lentamente, saboreando todo de nosotros, sin prisas.

—Ven, acuéstate conmigo y cuéntame más —Palpó a su costado, indicándome que me acostara —Quiero saber si al fin tenemos salón de fiestas para dentro de tres semanas.

Rodeé la cama para sentarme a su lado, Sara estaba inmersa en mi manera de moverme por la habitación que de pronto comenzó a reír. Quizá enamorada.

—¿De qué te ríes?

—Nada, me causa risa la manera como te mueves por la habitación, olvídalo —Extendió su mano a mí y me sujetó fuerte —Dime, ¿Sí tenemos salón de fiestas?.

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