24. TODO SALDRÁ MUY BIEN

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RIN

Besó mis labios una última vez. Sentí un viento fresco, colarse entre las sábanas blancas, y como si él fuera verano, su calor me hacía sentir viva. Miré su espalda a la luz del alba mientras tomaba su camisa del suelo, después vi la manera en que se alejaba de mi lado, él creía que seguía dormida, pues no me dirigía palabra alguna. Se movía por la habitación acomodando su cabello, limpiando su cara y quitando los rastros de besos que quedaron de nuestra noche de amor.

Sesshomaru, se despidió de mí con un beso en la frente y salió de casa sin decir nada. Solo escuché cómo cerraba la puerta del auto, yéndose.

Sentí un temor en mi sistema, un temor a perderlo todo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y un dolor casi desgarrador se instaló en mi pecho, ¿Por qué esto tuvo que pasar? Sesshomaru y yo siempre fuimos unidos, yo era su prioridad, y ahora... Él se ha ido con ella.

Tome puñados de sábana entre mis dedos. Lloraba, quizá mi llanto era de arrepentimiento o tal vez de miedo porque estaba aterrada, temía tanto al futuro; este se veía imponente y difícil de solucionar.

«¿Por qué tiene que doler?, ¿Por qué?».

Aún tengo en mi memoria aquella tarde de septiembre, la primera vez que mi abuela me dejó salir con él. Sesshomaru conducía por las calles de la ciudad, mientras yo buscaba una canción en la radio.

—Rin, a este paso llegaremos primero a nuestro destino —Desvíe mi mirada a él. Sesshomaru, traía una camisa blanca de manga larga, pero estas se las había doblado hasta los codos, mostrándome sus brazos y manos firmes.

—Es que no encuentro una estación adecuada —Contesté.

Él solo sonrió de medio lado.

Gire mi cabeza aburrida de buscar una canción adecuada en la radio. Las calles de la ciudad estaban iluminadas por las farolas color naranja, los transeúntes caminaban sobre la acera, algunos solos y con prisa, otros con sus parejas.

—Iremos al mirador, ¿Verdad? —Pregunte con un murmullo.

—Claro —Detuvo el auto en un semáforo —¿Acaso te arrepentiste?

—Claro que no. Solo preguntaba.

El semáforo cambió a verde y el tráfico avanzó. Era una cálida tarde-noche de finales de verano, el atardecer estaba en su máxima expresión y una sensación de hogar se instaló en mi corazón, haciendo que mi piel se erizara. Me sentía bastante cómoda y contenta.

Disimuladamente, miré a mi costado, Sesshomaru estaba concentrado en el camino; tomaba el volante suavemente, su mano era grande comparada a la mía, su cabello claro se hallaba algo alborotado por el aire que entraba de la ventanilla entreabierta. Sentía un cariño por él bastante significativo.

—¿Ocurre algo? —Preguntó, levanté mi vista de sus brazos tomando el volante y pude contemplar sus bonitos ojos claros, Sesshomaru me miraba extrañado, quizá lo había estado observando por mucho rato y él pareció percatarse.

—Nada, nada —Miré a mi costado avergonzada, cuando lo hice pude notar como ya estábamos llegando al mirador.

Los restaurantes, la muchedumbre y el ambiente veraniego, nos dieron la bienvenida.

Sabía muy bien que Sesshomaru pediría entrar a un restaurante, pero su propuesta de comer al aire libre me sorprendió.

¿Acaso dijo: comer mientras miramos la ciudad?

Tomé su mano y lo llevé a un restaurante bastante llamativo al aire libre. Los toldos de color verde nos cubrían de un sol casi inexistente. Mirábamos la ciudad y con ella la puesta de sol, el viento cálido de septiembre despeinaba mi cabello.

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