20. THE ARCHER

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RIN

La música en vivo sonaba bajita, casi era inaudible, pero yo la escuchaba, quizá era porque en ella se tocaba una melodía bastante conocida para mí.

Dejé mi copa en la barra y caminé más cerca de los músicos, quería escucharla.

—Rin —La voz del señor Nakamura me hizo retroceder —¿A dónde vas?

Quise decirle que no tardaba, que volvería pronto, pero él tomó mi antebrazo y me llevó a la mesa.

—Tenemos que hablar bien de nuestro futuro en la editorial, por favor. Esta revista es importante para mí —Decía a modo de súplica.

—Está bien, no me moveré, lo prometo.

La melodía que anteriormente sonaba por las bocinas del recinto, en cambio, ahora era otra, con más violines y un piano de fondo.

Estábamos en la fiesta de la revista más prestigiosa del país, el señor Nakamura quería que todo fuera perfecto, por eso escogió a su mejor equipo.

La revista tomaría fotografías y haría unas cuantas entrevistas.

El recinto estaba bien iluminado, la música era bonita y podías pasar un buen rato charlando, bebiendo champán. Los invitados eran actrices, actores, modelos y no podía faltar la prensa.

Mire a mi costado, aburrida. Había un cuadro; el artista retrataba a una chica sosteniendo una rosa roja entre sus manos, lloraba en medio de la noche, sus lágrimas caían a las rosas y manchaba sus delicadas manos.

—¿Crees que pongan algo más para bailar? —La voz de Kenzo me hizo girarme.

—¿Quieres bailar?

—Claro que quiero, pero esto es aburrido —Bebió un trago de champán —Mira, tú vienes tan bonita esta noche y solo es un desperdicio —Su mirada se desviaba por momentos —Ya nos entrevistaron, ¿Qué más quieren?

Sus lamentos me causaban mucha risa, estaba a punto de decirle que nos fuéramos, que yo tampoco estaba cómoda, pero un paso en falso lo hizo caer de su silla.

—Kenzo, ¿Estás bien? —El señor Nakamura llegó en su ayuda, mirándolo con reproche. Estaba enojado, muy enojado.

—Señor Kenzo, creí haberle dicho que se moderara al tomar alcohol.

Kenzo, tenía una mirada de miedo, sabía que este espectáculo le costaría su trabajo en el periódico, quizá por eso no dijo nada y rápido se marchó.

—Puedes irte Rin —El señor Nakamura se miraba frustrado.

—Quiere que...

El señor Nakamura suspiró y sin decir nada, me miró y me dijo todo.

Era hora de irme.

Tomé mi bolso y mi suéter, salí rápido del recinto y caminé hasta la avenida. La calle estaba muy transitada y las luces de las farolas iluminaban mi camino.

Mirando el cielo despejado y sintiendo la ventisca fresca en mis brazos, recordé la noche con Sesshomaru; sus palabras por la mañana y mi terrible actitud después de las palabras que le dije mientras sentía sus caricias por toda mi piel.

Hui.

Hui como la cobarde que soy. A la mañana siguiente llamó hasta el cansancio, mandó a su secretario y hasta dejó un mensaje de voz donde pedía una explicación por mi actitud, pero yo jamás contesté la llamada.

Camine un rato más esperando despejar mi mente de estos pensamientos que me hacen sentir tan mal, tan molesta conmigo misma. El taxi que tome me llevó por las calles de la ciudad directo a mi departamento, las luces de afuera eran apenas visibles y solo la pequeña lámpara que deje encendida ilumina la estancia.

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