¶19¶

664 151 9
                                    









"Tu no viniste, niño. A ti te encontraron. Te dejaron en la puerta en un canasto que tenía el "Usher" de Poe de almohada y un volumen de Shakespeare a los pies. "



—"De la ceniza volverás" (2001), Ray Bradbury






El estar solo y sin señal de persona alguna por los alrededores,  por días, dentro de esa casa le estaba asustando un poco, si bien, se sentía feliz y el calma por no tener a ese hombre cerca ni a nadie de su gente vigilando sus acciones, le asustaba el hecho de haberse quedado solo en un lugar que no conocía, que estaba demasiado alejado de la civilización y de algún poblado en general, los víveres estaban por agotarse, y parecía ser que las maneras de salir de ese lugar eran pocas, quizás nulas al no ver caminos a la cercanía ni algún barco o lancha con el que transportarse. Parecía abandonado e inhabitable por alguien.

El silencio era su acompañante, uno silencioso que le incómoda y asustaba cada día que pasaba y no había noticas de ese hombre, la soledad nunca le gusto del todo aunque siempre lo estuvo, pero ahora se sentía más dura y presente. Más fuerte que antes, demasiado confundido porque estaba a salvo, lejos de todos y de todo sin correr peligro algo, quería suponer.

Pasaba la mayor parte del día mirando televisión después de hacer el quehacer, siendo el tiempo demasiado largo para permitirle lavar cada madera del suelo o pared, sábanas, ropa, los trastos, redecorar cada rincón del casa en la que esperaba a que llegara ese hombre, por qué algo en su pecho le advertía que regresaría. Que volvería a esa casa en cualquier momento, sin que se lo esperara.

Dormía muy entrada la noche esperando a que alguien llegará, esperaba sobre el sofá con la televisión encendida viendo alguna sería o programa que pasarán por la televisión. Al cansarse y siendo consciente de que nadie llegaría esa noche se quedaba dormido sobre el sofá de la sala con su sábana y almohada que tomo prestada de una de las habitaciones.

Cómo esa mañana, silenciosa y agradable para dormir hasta muy tarde como le gustaba. El viento fresco entrando por la ventana le causo escalofríos en todo el cuerpo, removiendose sobre el sofá apretó la sábana sobre su cuerpo tragando de cubrirse del frío, algo que no logro al escuchar un ruido.

Inmediatamente se tenso ante ello.

¿Alguien más estaba en la casa?

Se levantó con miedo, completamente despierto al escuchar el agua del fregadero caer. 

¿Cómo fue posible que no se despertó cuando llegaron? ¿Lo castigarían al respecto? El miedo apoderandose de su cuerpo ante los pensamientos que se arremolinaron en su cabeza al saber que aquel hombre peligroso estaba de regreso. Sus pasos temblorosos lo guiaron con torpeza a la cocina donde el ruido seguía, sintiendo los latidos de su corazón más fuertes que antes, y sus manos temblando de miedo por volver atender a ese hombre. Los recuerdos de aquella palabras sonaron nuevamente en su cabeza.

Parpadeó repetidas veces tratando de comprender lo que sus ojos estaban viendo, entender la presencia de la nueva persona dentro de la casa.

Una niña pequeña, lavando el último par de frutas que quedaba en la casa. Era pequeña;tal vez de unos seis o cinco años, cabello negro hasta sus hombros, un suéter azul cielo con unos pantalones cafés.

No supo que decir al respecto, quedándose en completo silencio ante la confusión que se sembró en su cuerpo al mirar a la niña lavando las frutas con total calma y concentración, ausenté de su presencia.

¿Cómo llegó ahí? No había calles, autos o barcos que transitaran por ahí. Nada, era como una pequeña isla alejada de todo y de todos.

— ¿Quién eres? — trato de que su voz saliera suave y agradable para no asustar a la niña que ante su pregunta dejo de lavar las frutas, observó los tranquilos movimientos de sus pequeñas manos al cerrar la llave y después bajarse de una de las sillas. — ¿Cómo llegaste aquí?

— Tengo hambre.— respondió la niña antes de colocar las frutas sobre el mesón de la cocina, ignorando completamente sus preguntas por lo que prefirió evitarlas por el momento.

Avanzó a la alacena buscando los sobres de ramen para preparar algo de comida, porque ya solo quedaban pocos víveres y desconocía el tiempo que iban a quedarse ahí, ¿La niña se iría o se quedaría ahí? Tenía duda sobre su presencia pero al parecer la niña no diría nada, no después de comer quería creer.

Hirvió agua para el ramen con unas cuentas verduras, pico las manzanas que lavo la niña, preparó té que era lo único que tenía y al cabo de largos minutos de preparación tenía todo listo y servido sobre la mesa. En ningún momento la niña hizo amago de hablarle o de mirarle siquiera lo que le terminó de confundir más. Tenía cientos de dudas al respecto de la presencia de la niña y por la forma en que se comporta no podía conseguir nada.

Colocó los tacones y tazas de té sobre el mesón para después sentarse frente a la niña que se colocó del otro lado de la mesa, el color de su piel era blanco haciendo contraste con el oscuro de su cabello. No logro ver su rostro porque en pequeño fleco que recaía sobre su frente se lo impedía además de que se sentía incómodo mirarla por mucho tiempo. No debía hacerlo, tenía prohibido mirar a las personas al rostro.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó después de empezar a comer, evitando mirar a la infanta que sorbia con lentitud de si té.

— Moon Yong-Sun. ¿Cuál es tu nombre?

— Kim Taehyung, tienes un bonito nombre.— comentó con lentitud  o sabiendo que más decir al respecto, quería preguntarle muchas cosas pero temia que si lo hacía la niña no le dijera la verdad.

— Lo se, lo encogió mi mamá.— la respuesta le hizo callar, esa niña no tenía miedo ni pena al hablar, no parecía ser tan pequeña como aparentaba para hablar y comportarse de esa forma.

— Mm.. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Tus papás no te están buscando? — preguntó con timidez, algo desconfiado de sus propias palabras.

— No, mi mamá murió. Y él señor AgustD me mandó aquí.. — aquella respuesta le congelo la sangre, ¿Cómo pudo decir que murió su madre como si nada? Escalofríos recorrieron su cuerpo al escuchar el nombre de ese hombre.

— N–no me di cuenta a qué hora llegaron.— comentó con vergüenza ocultando el rostro de la mirada de la niña por si llegaba a mirarlo. — ¿Alguien más se quedó?

— No, un hombree dejo en la puerta y se fue en el barco.— asintió con comprensión, no sabía que debía haber ahora.

Era seguro que vendrían a buscarlos, que tenía que buscar comida por los alrededores y que debía evitar dormir demasiado.

AGUST-D. (Yoontae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora